“Ama, necesito hacer algo, pero no sé el qué”. Amaia Geulen apenas tenía amistades por aquel entonces. La donostiarra no era de salir por ahí. Solía quedarse en casa leyendo noticias sobre realidades sociales que siempre le interpelaban. Sentía la necesidad de cambio, y aunque sin saber muy bien en qué dirección, había caminos que no iba a coger. A sus quince años, lo de hartarse a beber de fiesta no iba con ella. De hecho, ahora con veinte, se sigue rebelando contra ese guion -“que no se sabe muy bien dónde está escrito”-, que vincula a la adolescencia con la juerga y la insolidaridad. “Amaia, vamos a mirar en Cruz Roja”, le propuso su madre.
Ella pensaba que para echar una mano debía ser mayor de edad. No conocía la sección juvenil de este espacio de solidaridad que el pasado domingo, 4 de septiembre, celebró su 52 aniversario. “Me gustó mucho lo que vi, encontré mi sitio y amigos que hoy en día son muy importantes. Cruz Roja me ha cambiado la vida”. No puede ser más expresiva la joven, que actualmente compagina sus estudios de Derecho en la UPV/EHU con su responsabilidad en la dirección de Cruz Roja Juventud en Donostia.
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Ese mismo puesto lo ocupaba entonces Beñat Olave, un químico de 28 años que se inició hace una década en la acción social. La cita permite desmontar muchos tópicos, entre ellos, ese que parece alejar a estudiantes de su especialidad de la solidaridad. Olave sonríe cuando se le pregunta por ello. Es una cuestión que le han planteado en alguna ocasión. “Hay muchos jóvenes voluntarios que han estudiado Ciencias Naturales. El problema suele ser que para captar voluntariado se acude a la facultad de Psicología o Educación Social, y pocas veces a la de Química”. Para nada, dice, el perfil académico marca el solidario. “Igual es que no se les ha ofrecido la oportunidad”, plantea.
A ellos se les presentó, y no lo dudaron. “De niño nunca había estado en un campamento, y a través de unos amigos supe que hacía falta un monitor”, rememora Olave. La adolescencia suele ser un tránsito vital que puede dar pie a comportamientos tremendamente egoístas en los que no se conecta precisamente con las emociones de los demás. Es un paso natural en la vida que, sin embargo, no han vivido ellos, a juzgar por lo que relatan. “Desde aquella etapa como monitor empezó una labor que poco poco me ha permitido conocer realmente a la sociedad. Descubrir que igual en la casa de al lado hay alguien que necesita ayuda y que si no te dedicas a esto no lo sabes”, dice el donostiarra, que actualmente preside la sección juvenil de Cruz Roja en Gipuzkoa.
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Hay muchas lecciones por el camino. Durante los últimos cinco años, Amaia ha aprendido “muchísimo a socializar y a tratar con gente”. Se ha asomado a distintas realidades sociales que le ayudan a relativizar sus problemas, alejándose de esa tendencia natural de las sociedades acomodadas a ahogarse en un vaso de agua. “Igual pienso que lo estoy pasando supermal y me quejo, pero luego veo la realidad de otras personas, y me ayuda a ser menos egoísta. Valorar más las cosas”, se sincera.
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Pone rostro a niños y niñas que no viven en las mejores condiciones, y que “con muy poco que les des” se alegran horrores. “Hay menores que los fines de semana no suelen salir de casa porque sus padres trabajan. A través de nuestros programas, algo tan sencillo como llevarlos un domingo al parque, a jugar un rato, supone un cambio radical”, expone.
- Amaia, ¿a qué menores se refiere?
"La mayor parte tienen origen latino, pero no hace falta irse tan lejos, también atendemos a niños de aquí en esa misma situación”, responde. Menores que se sienten solos, en riesgo de exclusión social, y que disfrutan como enanos en las colonias de verano y en tantas otras actividades con tal de que les saquen de casa. Por unas horas, son centro de atención, “y cuando les demuestras que realmente importan”, dice, el brillo de su mirada parece otro.
Voluntariado: la labor callada de 254 jóvenes
El juguete educativo, éxito escolar, ludotecas o Pineo. Son muchos los programas de Cruz Roja, lo que requiere una adecuada coordinación. Olave comenzó a pie de calle y ahora se dedica a la gestión. “Es una labor también muy necesaria”, dice el joven durante un breve descanso en el trabajo. “Atendemos a personas en situaciones de vulnerabilidad, y se dedican a ello un total de 254 voluntarias y voluntarios”, señala.
Geulen se expresa con enorme gratitud. “Creo que en esta vida no hay que dar nada por hecho. Si tengo lo que tengo es porque mis padres se han esforzado, y porque he tenido suerte de nacer en un contexto determinado. Es algo que tengo que valorar”, dialoga consigo misma. “No tengo por qué tener el mejor móvil, o la mejor ropa. Con menos cosas puedo ser feliz”, marca distancias con el materialismo rampante.
“ Creo que en esta vida no hay que dar nada por hecho. Si tengo lo que tengo es porque mis padres se han esforzado, y porque he tenido suerte de nacer en un contexto determinado. Es algo que tengo que valorar ”
Amaia Geulen
No va con Amaia eso de valorar a las personas por lo que tienen y no por lo que son. “Me aporta mucho más disponer de gente con la que compartir tiempo y experiencias. Valoro eso muchísimo más que cualquier compra material”.
Las etiquetas sociales le enfadan mucho. “Parece que la juventud es solo ir de fiesta, beber, saltarse las normas y hacer oídos sordos a todo. Eso no es verdad. Me molesta oír todo eso cuando estoy viendo la cantidad de horas que meten tantos voluntarios”. En alguna ocasión le han preguntado si no sale por ahí a la noche. “Cuando respondo que no, que no suelo hacerlo, me plantean: ¿Pero tú eres joven? ¿Te pasa algo? No sé, digo yo que a parte de eso se pueden hacer otras muchas cosas”. Y predica con el ejemplo.
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No es casualidad, además, que haya elegido la carrera de Derecho. Aquella adolescente que no tenía las cosas claras, va sentando los cimientos de lo que quiere ser, con arreglo a lo que siente. “Mi vocación es ayudar, pero para ello es importante conocer mis propios derechos y el marco legal en el que nos movemos. Si quieres ayudar pero no conoces las herramientas, poco vas a poder hacer”. Con ese afán se dispone a cursar tercero de Derecho. Estudios que compagina con su labor de coordinación de tantas campañas y proyectos.