Brasil volverá a ser gobernado por un viejo conocido tras cuatro años de Gobierno de la ultraderecha que encabezaba, o mejor dicho todavía encabeza, Jair Bolsonaro. Si nada lo impide (el propio Lula da Silva ha recordado que no sabe si Bolsonara “va a facilitar la transición”), el nuevo presidente del Gobierno de Brasil tomará posesión el 1 de enero de 2023. Entonces se encontrará con un país profundamente dividido en el que el hambre y la pobreza se han incrementado.
Recuperación económica
La pandemia de coronovirus ha causado graves perjuicios económicos en un país donde se han contabilizado cerca de 700.000 fallecidos por la covid. La economía continúa en proceso de recuperación y habrá que revisar las cuentas pendientes que deja Bolsonaro, cuya gestión no se ha caracterizado por la excesiva transparencia.
En los nueve primeros meses del año, Brasil acumuló un déficit en cuenta corriente de 29.583 millones de dólares, valor que ya supera al saldo negativo de las transacciones del país con el exterior de todo el año pasado (27.925 millones de dólares), según datos del Banco Central.
Respecto a la inflación, los brasileños siguen soportando elevados niveles de precios pese a que la tasa de inflación está retrocediendo (hasta el 7,17% en septiembre desde su pico máximo en abril, con el 12,5%).
Lula deberá adoptar medidas de reactivación de la economía e incentivar el empleo en un país con más de 11 millones de parados y en el que cerca de la mitad cuenta con trabajos informales. Y el nuevo presidente no lo va a tener fácil para revertir la situación, ya que se enfrentará a un Congreso muy fragmentado y donde no contará con mayorías suficientes para aprobar reformas.
Lucha contra la pobreza
En el gigante sudamericano habitan unos 213 millones de personas y la tercera parte de su población vive en condiciones de pobreza. Brasil ha vuelto a entrar en el mapa del hambre de la ONU del que salió en 2014. El número de brasileños que pasa hambre ha subido hasta los 33 millones en 2022 desde los 19 millones dos años antes, según los datos de la Red Brasileña de Investigación en Soberanía y Seguridad Alimentaria.
Durante la campaña electoral, tanto Lula como Bolsonaro reforzaron sus discursos contra la pobreza. El presidente electo asegura que durante sus años de mandato 30 millones de brasileños salieron de la pobreza con sus políticas sociales. El ultraderechista, por su parte, sacó pecho de sus medidas para elevar los subsidios (aumentó un 50 % los subsidios a los más pobres en pleno año electoral, algo que está prohibido).
Pero las familias cuyos ingresos mensuales son menores a 497 reales (97 dólares) per cápita, no fueron contempladas en esos subsidios, solo las que están en extrema pobreza. Según el Centro de Estudios Sociales de la Fundación Getulio Vargas, 63 millones de brasileños sobreviven con tan solo 497 reales (97 dólares) y son considerados pobres. Otros 33 millones viven en extrema pobreza, con ingresos de 105 reales (20,5 dólares) al mes per cápita.
Frenar la deforestación de la Amazonía
Lula, nada más ganar, ha reiterado su compromiso con el medio ambiente y se pondrá manos a la obra para recuperar la Amazonía, maltratada durante los años de Bolsonaro. En su primer mandato y logró reducir la devastación de la selva en un 80%.
La Amazonía sufre la mayor tasa de deforestación desde 2006, según Greenpeace. En 2021 la selva amazónica brasileña perdió más de 13.000 kilómetros cuadrados de vegetación nativa y para este año se espera una cifra similar. En concreto, la estimación de la tasa oficial de deforestación en la Amazonía Legal señala que fueron deforestados 13.235 kilómetros cuadrados entre agosto de 2020 y julio de 2021.
“Supone un incremento del 21,97% en la tasa de deforestación respecto al año anterior. Esta es la tasa más alta de deforestación jamás registrada desde 2006. En promedio, hubo un aumento del 52,9% en el área deforestada en los tres años de gobierno de Bolsonaro (promedio de 11.405 km² entre 2019 y 2021) en comparación con el promedio de los tres años (promedio de 7.458 km² entre 2016 y 2018)”, explican desde Greenpeace.
División y polarización
"Fui elegido para gobernar para 215 millones de brasileños y voy a gobernar para todos". Ha dicho Lula nada más ganar los comicios, pero ha advertido que "serán los más necesitados los que van a estar en el centro de las políticas del Gobierno”.
Su victoria por la mínima (50,9% de los votos frente al 49,1% de Bolsonaro) pone de manifiesto que Lula tomará las riendas de un país dividido y polarizado entre izquierda y derecha, que se ha manifestado en las calles con importantes episodios de violencia. No hay más que ver las imágenes de una diputada de Bolsonaro persiguiendo a punta de pistola a un periodista en la víspera de los comicios. Además, varios simpatizantes del presidente electo fueron asesinados durante la campaña a manos de seguidores de la ultraderecha.
Cabe esperar que Bolsonaro no acepte los resultados, lo que puede provocar un episodio similar a lo que ocurrió con Donald Trump en EEUU y los seguidores del ultraderechista salgan a las calles a denunciar amaños, lo que acentuaría aun más la división y la crispación. De moment,o Bolsonaro no se ha pronunciado.
En las Cámaras también se refleja la división. En la Cámara de los Diputados la mayor bancada la ocupa el Partido Liberal, la formación de Jair Bolsonaro. Además, junto con el Partido de los Trabajadores convive el Centrao, un conjunto de partidos políticos que no poseen una orientación ideológica definida y que se suelen vender al mejor postor.