Inicios del año 1977. Los propietarios de la Fundición Aceros Echevarría, que creció en la planicie sita encima del Ayuntamiento de Bilbao y las calles Sendeja y Esperanza, ya se han planteado la mudanza de sus instalaciones urbanas ante la imposibilidad de crecer más. Una salida del complejo industrial que durante un siglo fue el tractor de miles de empleos y que con su desmantelamiento iba a dejar liberada de pabellones industriales, hornos y chimeneas una gran parcela de 225.000 metros cuadrados de superficie en medio de una ciudad en crecimiento y de la que los empresarios querían sacar tajada económica.
Por ello, sin encomendarse ni a Dios ni al Ayuntamiento, propusieron a uno de los grandes popes de la arquitectura del momento, el catalán Ricardo Bofill un proyecto urbanístico para poder desarrollar espacios públicos, zonas verdes y edificios residenciales que representaran unos buenos ingresos a las arcas de la empresa para financiar el traslado y crecer aún más de cara a la siguiente década.
Ahora se cumplen 45 años de aquella intentona especulativa que, de haber salido adelante, hubiera levantado un complejo de edificios y espacios verdes que iba a ocupar la superficie del actual parque de Etxebarria, todos los campos de fútbol de Mallona y acogotaría la antigua fábrica municipal de Gas.
Desde que se presentó a la opinión pública, los detractores calificaron de faraónica la iniciativa porque todo era de gran tamaño. La propuesta urbanística todavía está hoy presente en la pagina web del estudio de arquitectura de Ricardo Bofill, fallecido a primeros de este año.
El proyecto, aún en Internet
En su presencia en Internet se recupera parte de la memoria explicativa del proyecto Echevarría y se aportan varias imágenes elaboradas entonces por el equipo de arquitectura cuando las infografías no existían. En la web se puede leer que “la operación combina de manera equilibrada unidades residenciales y equipamientos públicos, incluyendo una escuela, dentro de una ciudad jardín”.
Además, especifica que la intervención urbanística “ofrece una amplia variedad de unidades residenciales para familias con diferente poder adquisitivo” y valora que el parque central es “accesible a los residentes de los barrios vecinos”. La cifra inicial de viviendas de lujo previstas alcanzaban las 1.170 unidades.
La imagen de la derecha que ilustra este reportaje es muy reveladora de las dimensiones, sobre todo del bloque que da la espalda a la avenida de Zumalakarregi.
Conformaría una denominada calle salón con una gran plaza en medio que sumaría las viviendas previstas en dos largas hileras compactas de edificios enfrentados y de varias alturas. En los laterales del gran terreno a ocupar se prolongarían otras dos calles, más modestas, las cuales finalizarían en sendos espacios previstos para albergar algunos de los equipamientos públicos referidos. En los bocetos, también se prevé la construcción de un gran estacionamiento en la vaguada de la plaza del gas que aprovechaba la inclinación de la loma para crear un acceso intermedio desde el que los vehículos podían bajar a cuatro plantas inferiores o subir a siete niveles superiores, todos ellos subterráneos.
A vista de pájaro el diseño de los jardines son casi laberínticos y recuerdan a esos espacios demasiado artificiales que diseñaron las monarquías europeas durante los siglos XVI y XVII. En las esquinas que se asoman al Ensanche también se prevé un equipamiento municipal en el área donde ahora está la vaguada de la plaza del gas y un cuadrado de estancia, a modo de plaza, que limita con las viviendas de las Calzadas de Mallona.
Conexión entre dos planos
La altura de aproximadamente 45 metros que separa la orilla de la ría de la planicie de Etxebarria, Bofill la solventaba con diversas escaleras tendidas en zig zag y en paralelo a las calles Esperanza y Sendeja, además de una gran escalinata central de pronunciados peldaños que nacía de una especie de pérgola semicircular y bajaba hasta el entramado urbano.
El proyecto urbanístico no solo fue presentado de manera oficial para conseguir el placet municipal. También se tuvieron reuniones con los vecinos de los barrios adyacentes para venderles las excelencias de poder acceder y disfrutar de un gran parque, que iba a ser de uso público. Incluso se repartieron trípticos por los buzones de las comunidades para vender mejor la iniciativa.
Pero no pudo ser. Ya el alcalde franquista de entonces, José Luis Berasategui, no entró en el juego especulativo de los empresarios. El tema levantó tanto enfrentamiento que, con la primera corporación democrática elegida en 1979, el tema acabó en los tribunales hasta la más alta instancia del Supremo. En febrero de 1984, este tribunal sentenció que la Administración local no tenía por qué admitir un plan de promoción privada “cuando de una manera patente y notoria su contenido resulta incompatible con normas de superior jerarquía”.
Durante tres años, la extensión de la vieja fábrica quedó baldía excepto algún vestigio como el que hoy podemos observar en forma de esbelta chimenea. Tres meses después de ser elegida en 1987 la corporación presidida por el alcalde José María Gorordo, el Ayuntamiento alcanzó un acuerdo para la compra de la finca por un montante de mil millones de las antiguas pesetas. Ahí nació el actual parque de Etxebarria.
La cifra
1.170
Era el número de viviendas de alto standing que Ricardo Bofill había previsto construir en su proyecto de ciudad jardín para la planicie de Echevarría, a las que acompañarían otros pisos de precios más modesto.