Los gatos domésticos son muy suyos. Esto es casi un axioma para la humanidad, tanto para quienes conviven con ellos como para los que los ven de lejos. A ojos ajenos, la convivencia en una vivienda entre humanos y michis parece fruto de un entendimiento cordial en el que cada cual hace su vida con momentos de interacción siempre que el gato quiera. Los que viven esta relación en primera persona por lo general no están de acuerdo con esta percepción y saben que los gatos se dan más de lo que parece. Pero, eso sí, hay que dejarles que vayan haciéndolo a su ritmo.
Y en esas estamos casi 10.000 años después de que se consiguiera la aparente domesticación de estos pequeños felinos. Con casi 500 millones de gatos conviviendo en hogares de todo el mundo, entender a estos animales, conseguir una comunicación mínima o, al menos, una comprensión clara de su comportamiento social sigue siendo un desafío para científicos y amantes de los gatos.

Un gato con los ojos entrecerrados. Puede que este sonriendo a la cámara.
La sonrisa de los gatos
Entre los miles de estudios sobre los gatos, su comportamiento y su manera de relacionarse con los humanos, hay uno que ha descubierto que los gatos sonríen. Y que, además, lo hacen como una manera de acercamiento y de mostrar su confianza hacia el otro, sea humano o también gato.
“Pues mi gato no sonríe”, pueden decir muchos humanos con gato, mientras otros, con referentes más literarios, afirman que el único gato que han visto sonreír es el de Alicia en el país de las maravillas, y no parece que este gesto del Gato de Cheshire sea muy de fiar.
Lo que ha descubierto este estudio de la Universidad de Sussex es que los gatos, dentro de su aparente inescrutabilidad, no hacen este gesto con los labios como los humanos, sino con los ojos. Y tampoco se trata de una mirada en sentido estricto, sino de una acción aparentemente anodina: parpadear.
Quienes convivan con uno o varios habrán tenido la oportunidad de observar que su gato les mira con fijeza y realiza un parpadeo lento, bajando y subiendo sus párpados con lentitud. Pues bien, este gesto que, si nos lo hiciera otro humano, lo tomaríamos como una señal de desprecio, en los gatos no tiene este significado. En realidad, se trata de una especie de sonrisa, de una manera de decir: “tranquilo, soy de confianza”.
Un equipo de investigadores dirigido por Karen McComb y Tasmin Humphrey se lanzó a estudiar este gesto y dio la razón a aquellas personas con gatos que, lejos de considerarlo una actitud desdeñosa, lo interpretaban como un saludo entre humanos y mininos.
Un experimento en dos etapas
Los investigadores decidieron averiguar el significado de este gesto para los gatos. Y para ello, decidieron invertir la dirección del gesto y que los humanos lo dirigieran hacia sus mascotas. De esta forma, reunieron a 21 personas con gatos, les enseñaron cómo hacer este parpadeo lento y les pidieron que se lo hicieran a sus gatos mientras los miraban fijamente.
La sorpresa llegó pronto. En todos los casos, los gatos reaccionaron al parpadeo de su humano de manera positiva y aumentaron la interacción con ellos. Quedó demostrado que no solo era una cuestión de confianza, sino que también era una señal de acercamiento.
En este punto se decidió dar un paso más allá y pedir que fuera una persona desconocida la que realizara el parpadeo lento. De nuevo, volvió a sorprender el resultado: el desconocido fue aceptado por todos los gatos a los que dirigió el parpadeo lento y comenzaron a interactuar con él.
Aunque, por regla general, entre los animales la mirada fija y sostenida se considera una amenaza, al parecer, entre los gatos, este parpadeo que corta la mirada es un gesto de confianza.
Practicar el parpadeo lento
Así, si por alguna razón nuestro gato se muestra algo distante o, simplemente, queremos interactuar y congraciarnos con un gato más o menos desconocido, lo que tenemos que hacer es aproximarnos con calma, sin actitudes amenazantes, sin intentar tocarlo ni acariciarlo, y tratar de establecer contacto visual. Cuando nos mire, hay que parpadear en su dirección con suavidad, como si entrecerráramos los ojos, mantenerlos así un par de segundos y volver a abrirlos despacio.
Si sale bien, el gato nos responderá de la misma manera y es probable que se acerque a nosotros.
Lo más novedoso de esta experiencia es que, en lugar de tratar de que los gatos aprendan a responder a comandos humanos, se trata de que nosotros aprendamos a usar comandos gatunos. Este conocimiento puede servir para mejorar la relación entre los humanos y sus mascotas. Puede ser particularmente práctico para veterinarios y todos aquellos que trabajan con mascotas, ya que permitirá una relación menos estresante y más relajada con estos animales, haciendo que los gatos se sientan más seguros en entornos que pueden ser estresantes para ellos.