Política

Cuando los cambios son irreversibles

Fachada del palacio de Navarra. | FOTO: UNAI BEROIZ

La noticia ha pasado desapercibida en medio de la avalancha informativa que producen a diario la inflación, la crisis energética o la guerra de Ucrania. Así que seguramente pocos se habrán enterado de que la Cámara de Comercio de Navarra forma parte ya de la Cámara Transfronteriza Bihartean junto a las entidades análogas de Gipuzkoa y Baiona, dando un paso más en la vía abierta con la incorporación de Navarra a la Eurorregión CAV-Nueva Aquitania en 2016.

Bihartean desarrollará proyectos relacionados con la movilidad eléctrica, el fomento de empresas transfronterizas y la digitalización de los negocios a través del metaverso. Oportunidades de negocio y desarrollo económico en el marco europeo a los que durante años Navarra dio la espalda por aquello de evitar cualquier cosa que sonara a vasco. Pero que hoy son una apuesta lógica y natural de tres territorios que comparten muchos lazos comunes, y no solo económicos. Una puerta abierta a la Europa atlántica y a la participación en la construcción europea.

Es en definitiva un buen ejemplo de que algunos cambios a la larga acaban siendo irreversibles. Un día la derecha volverá al poder, y puede que intente diluir el peso de Navarra en la Eurorregión. Pero difícilmente podrá forzar una salida. De la misma forma que no podrá dar marcha atrás en buena parte de las políticas que se han puesto en marcha en estos últimos años por mucho que las haya combatido con todo su empeño.

La recogida selectiva de basuras es hoy una realidad en la Comarca de Pamplona por mucho que Navarra Suma trate de sembrar la sospecha permanente en torno a un sistema que se ha demostrado necesario y eficiente. De la misma forma que el carril bici sigue ganando espacio en la capital pese a la dureza con la que el equipo de Enrique Maya lo combatió en la pasada legislatura. Apuestas coherentes con las que se impulsan las principales europeas, y que la derecha acaba haciendo suyas en cuanto llega al poder.

Han pasado ocho años desde que la UPN dejó el Gobierno y la nueva mayoría parlamentaria, sin el PSN hasta 2019 y con los socialistas al frente del Gobierno desde entonces, camina en una dirección social, presupuestaria y cultural clara a la que no será fácil darle la vuelta. Sería un error darlo todo por consolidado, porque no lo está. Pero conviene poner en valor también muchos de los logros alcanzados en estas dos últimas legislaturas.

El nuevo anteproyecto presupuestario es un ejemplo más. Faltan acuerdos que garanticen su aprobación, pero se consolidan las principales tendencias de estos últimos años. Euskarabidea alcanza los 11 millones del presupuesto y el euskera sigue ganando espacio público. La renta garantizada, que hoy el PSN defiende con fervor tras haber votado en contra, consolida un sistema de protección social con casi 140 millones de presupuesto. Se avanza también en la apuesta por la vivienda como un derecho y no como negocio. La educación en igualdad se ha generalizado en los centros educativos y por fin se ha sacado del olvido la memoria del 36.

La gestión de las expectativas

Son algunos ejemplos de políticas públicas que la sociedad navarra mayoritariamente ha asumido con total normalidad. Son ya ocho años con la derecha alejada del poder en Navarra, que pueden ser 12 tras las próximas elecciones. Y desde de un punto de vista progresista, ese es ya un logro incuestionable.

Hay por supuesto argumentos que permiten cuestionar la velocidad los cambios. No ha habido ninguna revolución, ni fiscal ni presupuestaria. Ni la que vaticinaron con su habitual alarmismo la derecha y sus satélites, ni la que soñaron algunos agentes más activos en la demanda de un cambio. Y ha faltado también valentía para acometer algunos cambios estructurales. Pero tampoco conviene subestimar logros que por insignificantes que puedan parecer, cada vez son más difícilmente reversibles.

Ocurre sin embargo que a la izquierda en ocasiones le cuesta reconocer sus éxitos en el Gobierno. Le ocurrió al cuatripartito la pasada legislatura, y en cierto modo también a Geroa Bai en la actual. Y le ocurre también a Podemos en Madrid, más preocupado por denunciar el incremento del gasto militar impuesto por la OTAN que por celebrar las conquistas sociales que sí se puede atribuir en primera persona. El Ingreso Mínimo Vital, el salario mínimo de mil euros o la equiparación de los permisos de paternidad y maternidad, que hace apenas una década parecían una utopía, son hoy una realidad irreversible fruto del primer Gobierno de coalición en la historia reciente de España.

Evidentemente resulta más fácil reconocer y valorar los éxitos cuando se tiene fuerza suficiente para marcar el rumbo y el ritmo. Para hacerlos y venderlos a tu manera. Pero no deja de ser un error renunciar a la capacidad de influir en las decisiones del Gobierno por temor a no poderlas rentabilizar. O por el vértigo de caer en contradicciones con los discursos más dogmáticos del pasado. Siempre será mejor influir que limitarse a criticar, y siempre será mejor hacerlo dentro del Gobierno que desde fuera. La influencia en el poder es demasiado valiosa como para renunciar a ella. Aunque muchas veces exija caminar con pasos cortos y ritmo lento.

24/10/2022