La coordinadora de Derecho a morir dignamente en Álava analiza la reciente aprobación de la Ley de eutanasia, un paso "importante" pero "no suficiente".
Desde que la nueva ley estatal entró en vigor el pasado 25 de junio, han sido numerosas las llamadas recibidas en la sede de la asociación para interesarse e informarse sobre los procesos a seguir. "Hay personas que han iniciado ya sus peticiones, en otros casos se lo están pensando, en otros están preparando toda la documentación...", enumera Cristina Valverde, que sin entrar en cifras –por el momento tampoco las aportan las Administraciones– sí avanza que algunos procesos "van por buen camino".
¿Cómo han acogido la aprobación de la Ley de eutanasia?
–Durante todos estos años hemos hecho un recorrido interesante y ahora hemos vista la aprobación de esta ley, que no es suficiente, pero sí es importante haber dado este paso. A pesar de que no recoge todo lo que hubiéramos pretendido, vamos haciendo camino porque amplía los derechos civiles y sanitarios de las personas y da opción, aunque limitada, a elegir el cuándo, el cómo y el dónde morir.
¿Por qué no les parece suficiente?
–Porque no considera a la persona totalmente dueña de sí misma y la hace pasar por un proceso excesivamente garantista, con un gran control previo. Y además, deja fuera a los menores, las enfermedades mentales y a aquellas personas que no quieren seguir viviendo porque tienen un cansancio vital y consideran que su vida presente y futura ya no tiene sentido para ellas. Son tres aspectos importantes. No tiramos la toalla y seguiremos insistiendo. En función de las solicitudes que se vayan haciendo, se aprueben o se rechacen, iremos teniendo un mapeo de cómo está la situación.
¿Están recibiendo estos últimos días o semanas muchas llamadas?
–Desde que se planteó el tema el 25 de junio, ya ese día hubo personas que llamaron a la asociación para informarse. Ha habido llamadas para interesarse por los procesos, otras han iniciado ya las peticiones, en otros casos se lo están pensando, en otros están preparando toda la documentación, en otros esperando a que su médica esté, porque se encuentran más cómodas... las solicitudes no surgen de repente, sino que vienen de atrás.
¿Y a qué perfiles corresponden?
–Es gente que tiene un diagnóstico, que ha recorrido tratamientos, hospitales, cuestiones alternativas... que en muchos casos saben que tienen los cuidados paliativos pero no quieren vivir el tiempo que les queda estando incapacitados y dependiendo de otras personas, a pesar de que las tengan. Nadie pide la muerte voluntaria por un constipado, por un sufrimiento evitable o por una enfermedad curable. Las personas que solicitan ayuda para morir, en el resto del mundo y aquí, lo hacen porque ya no pueden seguir viviendo de una manera que, para ellas, rompe el esquema de dignidad personal.
¿Tienen alguna estimación sobre cuántas peticiones de eutanasia se realizarán a nivel local?
–En los Países Bajos, cuando la eutanasia se legalizó, las peticiones empezaron con un 1% de la población que moría y esa cifra luego fue aumentando al 2, 3 o 4%. Calculando la gente que tenemos en Álava, en un primer momento ese 1% serían unas 32 personas al año y 200 en Euskadi, tomando como referencia esas estadísticas de fallecimientos. Por lo que no dejan de ser estimaciones.
Como era de esperar, la tramitación de la ley se ha encontrado con fuertes resistencias.
–No solo eso, porque los demandantes se están encontrando con piedras en el camino a la hora de tramitar sus solicitudes en algunos territorios. Eso es una falta de respeto. Cuando no se puede curar hay que acompañar, aliviar y ayudar a que la muerte sea lo más digna posible. Y en este punto quiero recordar que la objeción de conciencia es una cuestión individual. No puede haber una institución que se declare objetora, ni un centro, ni un servicio, ni una planta. El servicio público debe garantizar la prestación de la eutanasia en las mejores condiciones, ya sea en los centros sanitarios, en el domicilio particular o en la residencia. Nadie nos ha pedido permiso para nacer, pero nadie nos puede impedir morir cuando pensemos que es el momento más adecuado.
Conseguido este avance, ¿cuáles van a ser sus prioridades ahora?
–Nuestra última meta es la disponibilidad de la propia vida y en esas estamos. El papel de la asociación ahora va a ser hacer un seguimiento de cómo se aplica la ley, en el caso de que se estén rechazando las solicitudes denunciar o asesorar a las personas sobre cómo pueden hacerlas. El tabú de la muerte es todavía muy fuerte, pero no es más que otra parte de la vida. Y morir dignamente es vivir dignamente hasta el final.
"Nadie pide la muerte voluntaria por un constipado, por un sufrimiento evitable o por una enfermedad curable"