Quien haya visto algún programa de La isla de las tentaciones, que ya va por su sexta temporada, se preguntará si todos los días están de fiesta en Villa Playa y Villa Paraíso, las dos mansiones de lujo, que distan entre sí casi 2 kilómetros, en las que viven las parejas participantes y los tentadores y tentadoras.
Las cinco parejas, separadas, pasan un mes en la península de Sanamá, al nordeste de la República Dominicana, un lugar que como curiosidad alberga la mayor concentración de palmas de coco por metros cuadrados del mundo. Algo que vendría muy bien a los concursantes de Supervivientes pero que en La isla de las tentaciones es intrascendente porque los participantes no tienen que pelearse por conseguir comida.
Ni bebida. Casi cada noche hay una fiesta en ambas casas, porque ya se sabe que el alcohol exalta la amistad, y también el deseo. Y el programa se lo pone fácil para que se suelten. Eso sí, en ningún momento se ve una botella ni a un concursante sirviéndose una copa. Diego (James Lover), participante de la tercera edición (entró con la que luego fue su ex, Lola), afirmó en un vídeo que compartió con sus seguidores que todos tienen “barra libre, pero con control”, y que es el programa el que decide cuándo parar de ofrecer alcohol a alguien si lo ve perjudicado.
Porque según explica es el personal del reality en todo momento el que sirve las copas, y de hecho toma la iniciativa para que los concursantes beban. "Te llamaban y decían: 'Oye Diego, ven, recárgate esto’. Normalmente eran ellos los que nos llamaban para recargarnos la copa o darnos un chupito". Todo ello sucedía dentro de la cocina y jamás una imagen de ese momento se ha emitido; siempre se les ve con las copas en la mano.
Sin embargo, Hugo Paz, tentador de la quinta edición que tuvo una relación con Tania Déniz, ofrece una versión algo distinta. “Nos daban un máximo de cuatro copas. Un máximo, sí, un máximo. La gente se ponía que no veas... Entonces máximo cuatro, porque si tomas cinco...”, afirma, dejando ver que tal vez el programa que presenta Sandra Barneda ha ido poniendo límites con el paso de las ediciones.