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Cuerpos especiales, los cojonudos

Ricardo y sus chavales
Jon, Adrián, Gema, Mikel, Carlos y Aitor forman el grupo de pala adaptada. | FOTO: DNA
Jon, Adrián, Gema, Mikel, Carlos y Aitor forman el grupo de pala adaptada. | FOTO: DNA

"Vais a ponerle el título vosotros”, y se les iluminó la cara. Acabada la sesión, aún de blanco, recibieron la propuesta con la ilusión que guía sus vidas. Son increíbles. Carlos y Aitor iban a ser, entre los del grupo de pala adaptada, quienes pusieran la frase principal; el titular era cosa suya. Pues bien, antes de entrar en el vestuario lo tenían decidido: “los cojonudos, está bien, ¿no?”. “Bueno, vale… si os gusta…”. Luego de informar al resto les pareció bien. Perfecto. “Echaré una manita para suavizar la entradilla”, avisé. Asintieron.

Ricardo “corazón de león domesticado” Gaisán, es un hombre bueno que siempre está a su lado. Se preocupa del deportista y de la persona y los conduce con mano sutil, con rigor y el mejor ánimo. En un segundo plano, apunta en la memoria todo lo que ve, corrige, hace fotos, edita videos y comparte casi todas las horas del día con ellos. Les deja hacer y desarrollarse pero al mismo tiempo controla cómo les va, la manera como se desenvuelven y se comportan en la cancha. Le quieren mucho, le respetan; “es grande, es cojonudo –les gusta el adjetivo– es muy majo”, contestan en alto y a la vez cuando les pregunto por su mentor.

En Apdema hasta hace poco, en la Federación Alavesa de Deporte Adaptado y en el club de reciente creación Aukera Aniztasuna, los chicos y chicas con discapacidad intelectual han encontrado al aliado perfecto. En el día a día, con los papeles, a pie de campo, Ricardo vela por el bienestar de sus protegidos, a quienes trata de ofrecerles la normalidad.

Se cuenta que fue el emérito Juan Carlos quien puso etiqueta a cierto espárrago, grueso y fino, navarro de origen, el mejor entre los más hermosos, que también ahora llegan de Perú y China, que puede que sepan bien pero no es lo mismo. El cojonudo es un espárrago especial, como especial era el Chopo, José Ángel Iribar, que para el viejo San Mamés también era cojonudo; soniquete musicado que acogería luego la afición de media España: “Iribar, Iribar, Iribar es cojonudo, como Iribar no hay ninguno”, y especial es el grupo de pelotaris que lunes y miércoles entrena en el frontón número 4 de Mendizorrotza y que ha entrado en la historia del Provincial “El Corte Inglés” porque se ha estrenado en competición este año, en la edición número 80 del campeonato.

Con el apoyo del a FAPV, el empeño de Mikel Rafael, su Director Técnico, y el impulso de Ricardo, los chavales de la pala adaptada entrenan ahora con más ilusión si cabe y un claro objetivo: lucir txapela en los campeonatos de Álava de pelota. Del grupo destacan tres por su juego, y quizá un cuarto, aunque está por ver si se incorpora o no, definitivamente, con el resto. Adrián Canal, de 23 años, el más joven de los seis, es un pelotari coordinado, de mucha movilidad y un pedazo de pan. Deportista y excelente compañero. Juega al fútbol en el Atlético Revolution, equipo de futbol siete inclusivo, en el que pone la pincelada de clase en su centro del campo. Es del Barça, admirador de Messi y una persona muy positiva, empeñado en “hacer que el grupo mejore poco a poco y coja experiencia”. Sobre los compañeros a los que les cuesta “un poco más”, aconseja “un poco más de paciencia y que dejen que la pelota bote dos veces para pegarle mejor”. Es un guaperas. El resto le admira y destaca “como el mejor”.

Mikel Cano, de 46 años, el mayor de todos, se rebela cada vez que lo escucha, porque, como él mismo dice, “estamos a la misma altura, somos los dos mejores, tenemos mucho nivel”. Mikel aprendió a jugar a pala de crío al lado del padre y “al frontenis, con la cuadrilla” con apenas cinco años. Ha jugado a pádel, ha sido campeón de España de natación “unos cuantos años” y olímpico en los Juegos del 92. Tiene síndrome de down y es un magnífico compañero. No le gusta abusar y juega “con quien me pongan”. Anda ahora tratando de volver al pádel y “dejar a un lado el baile”; está visto que le va más el ejercicio que la danza. Su ídolo es Mireia Belmonte. “La natación es mi deporte”, dice, “y el crol mi estilo preferido”.

Jon Estévez, de 27, es zurdo cerrado, de carácter fuerte y “un poco vaguete”, desliza el profe. En realidad no es que se mueva mal, o poco, por gusto, “sino por cansancio”, se defiende él. Será por los cigarrillos que se echa y por lo que come, porque sí, es cierto, igual le sobran unos kilillos. “Me gusta mucho la pelota”, cuenta. Se ha apuntado varios años al curso de pelota a mano que oferta el Ayuntamiento y es asiduo en los entrenos, “aunque llegue tarde y a su rollo”, deslizan sus compañeros. Le cuesta sonreír, tiene genio –“que va, no tengo mucho genio”, se defiende– y le encanta tirar dos paredes y ganar.

La flaca Gema Pajares, que tiene 39 años, es dicharachera y no para de hablar. Muy cercana y simpática, puro nervio, no había practicado deporte “nunca, jamás”. Le pido que me cuente cosas, me toca las canillas y confiesa: “me he quedado atascada”. No sufre cuando ni roza la pelota, no le importa, echa un itrrintzi por lo bajini y lo vuelve a intentar. Disfruta con el grupo –“son todos muy majos”–, aporta todo lo que da de sí; es la sal del puchero.

Carlos Rueda, de 38, y Aitor Cuesta de 41, son tranquilos y muy tímidos. Escuchan y le ponen empeño, pero les cuesta. Andan por los principios, buscando el sitio y el momento idóneo para pegarle a la pelota. Están limando estilo y aprendiendo a conocer a “esa cosa amarilla que le viene botando”. “Necesitamos paciencia”, reconoce Carlos, que habla por los dos, “e ir más despacio y esperar al segundo bote para colocarnos mejor”. Le gusta el baloncesto, es del Baskonia y fan de Laprovittola. Aitor, el más callado, está encantado con el grupo, admite que Mikel no para de “decirme que me coloque mejor”, y espera no tardar mucho en “pegarle con la izquierda”. Empezó con el bádminton pero “me gusta mucho jugar a pala”.

Felipe Monsalve, el portero del Atlético Revolution, quiso probar un par de días y, aunque no había jugado nunca, apuntó maneras; “falta que se decida”, insiste Gaisán, el protector del comando.

Son cojonudos, son extraordinarios estos chavales que entrenan dos veces por semana para rendir al máximo cuando toca competir. Es un cuerpo especial, destinado a las más increíbles hazañas, que no le tienen miedo a nada y, si lo tuvieran, por empeño y voluntad, se lo quitarían de encima a golpetazos, apoyándose en el grupo y escuchando siempre “lo que nos dice Mikel”. Ejemplares únicos, especiales, cojonudos.

2022-12-10T08:08:02+01:00
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