Navarra

De derribos, vírgenes y cocinados

Imagen de archivo del bar Albero.

Hola personas, se os saluda cordialmente. Bien, tal como quedamos la semana pasada hoy vamos a continuar el paseo por la zona sur de la ciudad, la que nos da salida a tantos y tantos destinos.

Nos habíamos quedado en las nuevas calles que han nacido junto al Sadar y que han convertido una zona industrial en una bonita y tranquila zona urbana. Pateé un poco por ellas y, por la dedicada a Extremadura, llegué a la avenida de Zaragoza. Al salir vi frente a mí una casa que lleva allí toda la vida, ha corrido mejor suerte que su adosada Venta de Cordovilla que fue pasto de la piqueta para que se construyese el comienzo de la variante de Pamplona. Tomé dirección ciudad, y, a poco de empezar a andar, eché en falta un edificio de esos que uno tiene asimilados a la estampa del lugar, aquella vieja vaquería con lámina de caserío ha pasado a mejor vida, según he leído la derribaron no hace nada, entiendo que esas cosas y esas casas frenan el desarrollo, pero no por ello me da menos pena que desaparezcan. Un poco más allá, tras el terreno que ella ocupaba, ha nacido una nueva y moderna gasolinera, hemos cambiado leche por petróleo. Así nos va. Llegué a la gran rotonda que distribuye direcciones y volví a tomar dirección Sadar, en pocos pasos entré en la calle Zolina, muchos recuerdos me venían al magín porque en esas modernas casas que allí se levantaron en los 70 trabajé yo en mi tierna juventud, de hecho, mi despedida de soltero la celebré en el Bar Albero que estaba recién abierto.

Tras unos minutos de recuerdo y nostalgia continué caminando de nuevo por las nuevas calles que ocupan lo que antes era algo así como un almacén de grúas y, andando, andando, tomé un camino que me invitó a subir a la parte trasera del centro Infanta Elena, nunca había recorrido ese camino y la curiosidad me impidió abandonarlo, de modo que por él continué mi andada y vi que iba caminando por encima de lo que fue SuperSer y hoy es el Archivo Contemporáneo de Navarra y un parque de bomberos. La mañana había templado y el paseo era una delicia.

Tras andar unos metros me di la vuelta para disfrutar de una bonita vista de la ciudad que, sobre un campo de trigo que tímidamente empieza a verdear, me daba su cara más moderna con torres e infraestructuras varias y la enorme txapela roja de nuestro primer estadio. Seguí mi marcha y un poco más adelante en medio de un sembrado vi algo que me recordó que estaba en tierra de profundas raíces religiosas, un sencillo pedestal de cemento de unos dos metros de altura, pintado de azul azulete, es soporte de una estilizada Virgen de piedra blanca que reina en la zona. Según reza un cartel con una oración que tiene a sus pies, se trata de la Virgen del Horizonte y el nombre le viene al pelo porque desde su pedestal se tiene una maravillosa vista no de uno sino de todos los horizontes que rodean Pamplona, si bien ella mira al Perdón. A sus oídos, sin duda, le llegan los vítores, cánticos y clamores que salen del vecino Sadar, seguro que en más de una ocasión ha rematado algún balón, ha corregido alguna trayectoria, o ha puesto alguna zancadilla a algún peligroso contrario. Si damos por hecho que San Fermín saca su milagroso capote en los 875 metros, ¿por qué no hemos de suponer que esta cercana Virgen del Horizonte se calza las botas de tacos cuando es menester?

Según he visto, la imagen lleva allí solitaria, pero no sola, desde 1974, año en que se levantó como primera piedra de lo que iba a ser el estadio polideportivo del Club Deportivo Pamplona. El proyecto no pasó de ahí, el club no avanzó en sus ilusiones, pero la imagen quedó donde la pusieron para saludar desde entonces a quién, como yo, decide dar un paseo por la zona. El modesto folio plastificado que a sus pies le dedica una oración comienza diciendo:

  • ¡Virgen del Horizonte!,
  • del Monte Perdón,
  • del Adi, de la Higa de Monreal,
  • del Cabezón de Echauri,
  • de mis puntos cardinales…

De todos modos, yo creo que esta Virgen se ha hecho un automilagro, porque estar ahí, en mitad del campo, a tiro de piedra de la ciudad, durante 48 años y que ningún vándalo la haya dañado es ciertamente milagroso. Me despedí y seguí mi paseo.

A los pocos metros encontré una especie de parquin ocupado por una suerte de coches de lo más variopinta, desde coches normales y con buen aspecto, a coches accidentados, viejos coches del servicio de carreteras y jubilados vehículos de bomberos o de policía foral. El camino continuaba entre campos de labor, lo que aquí se llaman piezas, estos eran terrenos que antaño se llamaban de cocinado, en este caso eran cocinado de Pamplona. Y… ¿porque ese nombre? Pues vamos a ver que dice al respecto el Vocabulario Navarro de Jose María Iribarren. El cocinado de una población es la zona de terreno que rodea a ésta y hasta cuyos límites puede llegarle a un trabajador la comida guisada, cocinada en la población. Es decir, los terrenos a los cuales podía llegar la mujer o alguno de los hijos con la comida guisada para que el labrador repusiese fuerzas con el delicioso guisote que se preparaba en casa.

Mi camino acabó dando con la carretera que lleva a la Morea y por ella descendí hasta llegar de nuevo a los terrenos del Navarra Arena y de este modo hice mi paseo circular. En la esquina han levantado unos modernos y vistosos edificios, la nueva Casa de la Troya pamplonesa, donde residirán mientras se preparan los futuros abogados, telecos, informáticos, economistas y licenciados varios.

Pasé el puente que salva el río Sadar y por terrenos del campus llegué de nuevo a la acera que lo delimita para llegar a la ciudad. En ese punto pasé por un subterráneo que me llevó a un gran espacio lúdico que hay en un nivel inferior y que recuerda mucho a la plaza de los fueros. Sali por el lado contrario, tomé la calle de las Bardenas reales que me llevó a los montes de Navarra, Mendaur, Orhi, Lakartxela y llegué a la calle Mutilva que me acercó al ensanche donde rindió viaje mi paseo por la zona sur.

Cambiando mucho de tercio he de dar la enhorabuena a todos y cada uno de los participantes en los trabajos arqueológicos de Irulegi por su gran hallazgo. No hace mucho en un ERP hablaba yo de la inscripción que en grafía íbera se puede leer en el mosaico de Andelos y decía que sin duda era uno de los primeros textos de nuestros ancestros, pues bien, la mano recién encontrada, con su vascónico deseo de suerte y felicidad nos ha demostrado que hoy somos y mañana ¿quién sabe?

Esa enhorabuena la hago extensiva todos nosotros porque ahora conocemos más de nuestro pasado.

Besos pa tos.

Facebook : Patricio Martínez de Udobro

patriciomdu@gmail.com

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21/11/2022