El Deportivo Alavés no estuvo solo en el Ciutat de Valencia. A lo largo de la mañana de ayer, los 405 abonados albiazules que consiguieron las preciadas entradas financiadas por el club partieron desde Mendizorroza rumbo a la capital del Turia divididos en siete autobuses. Los dos primeros salieron a las 4.00 horas, con alrededor de un centenar de madrugadores a bordo, y con el objetivo llegar al mediodía a la ciudad para poder aprovechar el día visitándola.
Cinco horas después, a las 9.00, fue el turno del resto de seguidores, que se repartieron en otros cinco autobuses y llegaron a Valencia con el tiempo suficiente para dirigirse tranquilamente al estadio del Levante, donde se reunieron tanto con quienes viajaron a primera hora de la mañana como con aquellos que prefirieron desplazarse por su cuenta el sábado o el viernes a la tarde para pasar el fin de semana en tierras granotas. Un viaje, cabe mencionar, cargado de ánimo, ilusión y muchos cánticos, tal y como se pudo ver en los diferentes contenidos multimedia publicados por dichos aficionados en las redes sociales.
Esto último ya se pudo comprobar desde primera hora en el aparcamiento de Mendizorroza, porque allí, en las dos tandas, se pudo palpar el buen ambiente existente entre los aficionados, quienes, también nerviosos por las circunstancias, no dudaron en lucir los colores azul y blanco con camisetas, bufandas y banderas. Dos tintes que, como era de esperar, colorearon las calles valencianas durante toda la jornada.
ESFUERZO NO CORRESPONDIDO Ya en el estadio, la hinchada babazorra, presente tanto en la grada reservada para los visitantes como esparcida por el resto del Ciutat de Valencia, no dudó en dejarse la voz y animar a su equipo desde antes de que saltara al terreno de juego, haciéndose presente en el estadio y durante una parte del encuentro eclipsando a los aficionados locales.
El momento de mayor alegría y éxtasis fue cuando el Alavés se adelantó en el marcador en el minuto 36. La grada albiazul estalló de júbilo y su rugido retumbó por todo el estadio, mientras los seguidores granotas respondían con pitos a sus futbolistas. A partir de ese momento y con las noticias positivas que llegaban desde Cádiz, los decibelios de los cánticos albiazules subieron y, tras tomarse un respiro en el descanso, continuaron al regreso de vestuarios hasta que en el 53 llegó la igualada de Duarte, un dardo directo a los ánimos albiazules que momentáneamente silenció a los aficionados y lo cambió todo.
Los cánticos siguieron, aunque con menor optimismo, y los nervios comenzaron a palparse en la grada. Aún quedaba una pizca de esperanza, Lejeune se encontró con el larguero y en el minuto 74 llegó la sentencia de Roger. Esas caras de alegría e ilusión de la mañana se convirtieron rápidamente en el vivo reflejo de la decepción, la tristeza y la resignación. La imagen de los últimos minutos y el tercer tanto de Morales fueron la gota que colmó el vaso y llegaron los cánticos críticos.
Con el pitido final, los futbolistas se dirigieron a esa esquina y recibieron una mezcla de aplausos, indiferencia, enfado y cánticos de "este escudo no lo merecéis". Un auténtico drama después de todo el esfuerzo realizado para estar en el Ciutat apoyando. Se pueden imaginar cómo fue el viaje de vuelta.