En Breda, tras el festejo de Bennett, a Mikel Landa le brotó esa sonrisa enigmática tan suya. Ni cuando se expresa con palabra se sabe del todo lo que piensa el de Murgia en realidad. Llegó a Utrecht con el desánimo colgándole de los hombros por los problemas que arrastra por culpa del psoas. Landa dijo que no es pesimista. “No es pesimismo, es realismo”. Así quedaron las cosas antes del comienzo de la Vuelta. Finiquitada la crono por equipos del primer día de competición que no le perjudicó en exceso –salvo con Roglic se maneja en unos tiempos asumibles– teniendo en cuenta la exhibición del Jumbo y empaquetadas las dos jornadas por el plato de sopa de los Países Bajos, Landa respira un punto más de optimismo. O de realismo. No padeció ningún percance en la gymkana neerlandesa y eso, de por sí, es una buena noticia. A la espera de que mañana la Vuelta retome el pulso en Euskadi con la etapa entre Gasteiz y Laguardia y las posteriores de Irun-Bilbao y Bilbao-Pico Jano, Landa quiere probarse para saber como está realmente.
Los Países Bajos, absolutamente planos, no sirven de termómetro. Landa sabe que para medir su estado de forma necesita encarar las primeras cuestas. “La etapa fue muy nerviosa, con un montón de isletas y carreteras a las que no estamos habituados. Contentos por cómo salimos de aquí. Me estoy encontrando mejor cada día, así que estoy contento. Hasta que no llegue la primera cuesta de verdad no sabré donde estoy. Mi objetivo sigue siendo pelear por una etapa”, analizó el alavés. Landa busca su sitio en la Vuelta y el contacto con la montaña, sobre todo con la subida al Pico Jano que espera al final de la etapa que arranca en Bilbao, fijará las opciones del escalador de Murgia, que, de momento, se descarta para la pelea por el podio y sitúa sus objetivos en la conquista de una etapa. En la sonrisa de Landa cohabitan esas dos realidades.
En el rostro de Alejandro Valverde, que encara la Vuelta de su despedida, no había espacio para dibujar un gesto de humor. Finalizada la jornada, Valverde, que se fue al suelo el sábado en Utrecht, tuvo que morderse la lengua para no cargar contra todo una vez concluido el periplo neerlandés de la Vuelta. “Tuvimos muchos sustos en general... Mejor no decir nada. Salvamos el día y vamos para España. No quiero decir nada, porque me voy a calentar”, apuntó Valverde, cada vez más enfadado. “No puede ser este tipo de circuito, parece que hemos pasado siete veces por el mismo pueblo. No me caí, pero porque controlamos increíblemente bien”, expuso Valverde, muy contrariado respecto al trazado dispuesto por la organización en los Países Bajos.