El crecimiento de un club y de un proyecto se enfrenta, a lo largo de una temporada, a distintas asignaturas. Y la importancia de unas y otras viene determinada por la consideración de sus actores protagonistas. En el caso de la Real, sería el director de fútbol, Roberto Olabe, quien establecería cuáles resultan las varas de medir más fiables, habiéndose pronunciado al respecto el técnico vitoriano en más de una ocasión. Ha repetido en sus últimas comparecencias que la madurez de un equipo europeo puede calibrarse a partir del modo en que encara las previas y las resacas de las grandes citas continentales. Y ha recurrido siempre a un ejemplo de 2003 para explicarlo: el 3-1 encajado por los subcampeones de Denoueix en Albacete tres días antes de visitar a la Juventus en Delle Alpi. Sobran los diagnósticos pretéritos. Aquella escuadra no estaba mentalmente preparada para alternar barro y glamour.
Victoria sonada
Han transcurrido 19 años desde aquel doble compromiso en el Carlos Belmonte y en Turín, y la Real vive ahora en una nueva dimensión, sin duda superior. Ha crecido económicamente y no necesita vender a sus mejores futbolistas. La factoría de Zubieta produce jugadores sin cesar. La gloria que entonces se escapó llegó esta vez en forma de Copa del Rey. Y el éxito, efímero hace casi dos décadas, es ahora duradero si tomamos los pasaportes europeos como referencia. ¿En qué se puede seguir progresando? La victoria sonada en un gran escenario internacional que los de Imanol merecieron en Nápoles (1-1 final) o en Leipzig (2-2 como consecuencia de un penalti inexistente) llegó por fin el jueves en Old Trafford. De aquí en adelante se trata igualmente de mejorar los resultados ligueros después de las grandes batallas continentales, un déficit que tiene sus matices.
Precedentes
¿Qué matices? Los que atienden a análisis más relativos y menos absolutos. Y es que, por un lado, está la estadística que apunta a que la Real perdió el pasado curso 4-0 en sus visitas al Villamarín y a San Mamés, tres días después de ganar al PSV en Anoeta y de lograr el mencionado empate en Alemania respectivamente. Pero, por otra parte, ambos varapalos distan mucho de coincidir con lo sucedido en la fatídica noche albaceteña. Mientras el equipo txuri-urdin ni siquiera compareció en aquel duelo del Carlos Belmonte, sí lo hizo, y de forma competitiva además, la anterior campaña en Sevilla y en Bilbao. Sin embargo, sí que es cierto que cuando Betis y Athletic adquirieron ventaja de dos goles en el marcador se encontraron con un rival txuri-urdin rendido ya a la derrota. Así, parece evidente que este equipo de Imanol se plantará mañana en Getafe (18.30 horas) con la mentalidad adecuada. Tocará mantenerla durante los 90 minutos, suceda lo que suceda, marche como marche el electrónico.
Este domingo, más
Esto no se detiene y la visita al Coliseum ya está aquí, a la vuelta de la esquina. La Real se ejercitó ayer por la mañana en Manchester, antes de regresar a casa. Y la plantilla repite esta tarde (15.30 horas, a puerta cerrada) en las instalaciones de Zubieta, en la última sesión previa al encuentro. Parece difícil que el entrenador pueda recuperar a alguno de los cuatro futbolistas que se perdieron por lesión el duelo frente al Manchester United. Lo hicieron Mikel Oyarzabal, Diego Rico, Carlos Fernández y Robin Le Normand, a quienes es de esperar que no se sume nadie más para acudir a Getafe. Ninguno de los cambios de Old Trafford respondió a dolencias físicas, aunque a David Silva se le lleva apreciando un importante vendaje a la altura de la rodilla durante sus últimas comparecencias. El propio futbolista canario abandonó el jueves el estadio con la articulación bien pertrechada, y su descanso podría suponer uno de los necesarios cambios en Getafe. La Real acude a tierras madrileñas antes de encarar la última semana previa al parón internacional de septiembre. El jueves recibirá en Anoeta al Omonia Nicosia (18.45 horas) y el próximo domingo, al Espanyol (18.30 horas).