Para analizar lo sucedido en Milán es bueno partir desde unos datos fríos. La Real Sociedad ha disputado 24 partidos esta temporada, en los que ha ganado trece, ha empatado ocho y ha perdido sólo tres. Las tres derrotas fueron contra el Real Madrid, el Barcelona y el Atlético Madrid, todos ellos primeros de sus respectivos grupos de Champions. Su rival y anfitrión el martes, con el que se jugaba el primer puesto y ante el que le valía el empate, ha ganado 16 de 21 partidos. Empató contra Bolonia y Juventus y perdió frente el Sassuolo. En Europa lo había vencido todo menos en Donostia, de donde salió airosa con un punto de milagro. Es el líder del Calcio y había marcado en todos sus encuentros. Pues bien, la Real le volvió a empatar otro encuentro al vigente subcampeón de Europa, en su estadio, sin encajar tantos y con bajas importantes como las de Barrenetxea y Brais.
Es importante mantener los pies en el suelo y valorar la gesta que alcanzó la Real, sobre todo para muchos de esos aficionados que piensan que no se jugó tan bien. O al menos al nivel de Salzburgo y de los dos duelos contra el Benfica. Por cierto, ambos líderes de sus respectivos campeonatos. Una Real que todavía no sabe lo que es ir por detrás en el marcador y que es el equipo menos goleado de esta Champions con solo dos.
En total fueron cerca de 3.000 los aficionados txuri-urdin que vivieron una jornada inolvidable. Entre ellos, un desplazamiento más, muchos niños que seguro que contarán a sus hijos que ellos estuvieron esa noche en el monumental Giuseppe Meazza pasando un frío terrible y que festejaron a lo grande el empate cuando el colegiado decretó el final.
Lo primero que hay que decir es que el Inter tuvo un comportamiento señorial y exquisito con la Real y su afición. Nada que ver con el Benfica, que dejó muy mal recuerdo en el seno de la entidad txuri-urdin. No hubo que lamentar incidentes y la convivencia de las dos aficiones a lo largo de los dos días fue pacífica y hasta amistosa. Los realistas se dejaron ver con cuentagotas en los alrededores del Duomo y en la famosa galería Vittorio Emanuel II a lo largo del lunes. Como la temperatura y el viento eran bajas, se les podía distinguir sobre todo por sus bufandas o por sus gorros.
El día de partido se vivió una gran jornada de fútbol en la ciudad. Era curioso constatar que resultaba difícil diferenciar a ambas aficiones porque sus bufandas eran muy parecidas. La Real organizó un desayuno con los medios, en el que Jokin Aperribay volvió a ejercer de espléndido cicerone, muy sonriente, dicharachero y bromista con los periodistas, a los que les volvió a contar su tan manido "yo cuando me dicen que me habéis dado un palo no os leo, porque os tengo cariño y no quiero molestarme". No hay duda de que una de sus grandes virtudes es que encaja muy bien. Esta vez no hubo ni una sola queja de la canallesca, ya que, entre otras cosas, su hotel se encontraba muy céntrico, que era su principal motivo de queja. También se notó, cómo no, que este jueves se celebrará una Junta que al presidente siempre le incomoda o le pone en tensión.
Hacia esas horas la gran mayoría de los hinchas realistas ya habían aterrizado en Milán y habían teñido de txuri-urdin sus calles. Desde primera hora de la mañana la plaza del Duomo estaba plagada de seguidores que inmortalizaban el momento delante de la extraordinaria catedral y símbolo de la ciudad. Los más animosos que preferían ir calentando motores para el encuentro eligieron el barrio de Navigli con su característico canal para improvisar un meeting point.
Mención especial para el Pub Blues Canal, que acogió al mayor número de aficionados y que incluso permitió que pusieran una ikurriña en un buda que adornaba el establecimiento. Hay que destacar a un hincha ataviado con la camiseta y la bandera del Athletic, que fue recibido con un sonoro abucheo por las terrazas abarrotadas de blanquiazules antes de que confirmarse que estaba de despedida de soltero. Por cierto, con su novia y comprometida entre los presentes. El hombre demostró poseer una paciencia infinita para aguantar todas las bromas y vaciles que le cayeron.
La temperatura del ambiente fue in crescendo hasta el momento de acudir al meeting point oficial, situado en la Piazzale Lorenzo Lotto, a la que la mayoría de los blanquiazules acudieron en metro. A partir de ese momento se inició la kalejira más rápida que se recuerda en los desplazamientos europeos: "Parece la Behobia", bromeaban varios de los presentes entre risas. Iba tan deprisa que a muchos les faltaba el aliento y casi no podían ni entonar cánticos. La aparición del gigante Giuseppe Meazza impresionó. Esta vez muchos seguidores habían decidido ir antes para no pasar los apuros que sufrieron en los accesos al estadio Da Luz de Lisboa.
El ambiente no tuvo nada que ver con el del Olímpico de Roma en las dos horas previas al duelo. La parroquia local apenas cantaba y sólo se dedicaba a abuchear cuando los realistas se hacían oír. Estos estaban situados en el fondo al que atacó la Real en la segunda parte, aunque hubo otro sector en la tribuna principal, en el que se ubicaron los familiares, invitados y los sponsors del club. Le Normand fue el primero en salir para dar su habitual pase en solitario al más puro estilo Mendilibar, aunque no se recorriese el campo. Su presencia y la de Remiro fueron aclamadas por los suyos. Al inicio del encuentro fue cuando por fin fue bajando la megafonía y subiendo los decibelios del fondo donde se coloca la zona más animosa de la grada. En cuanto comenzó su juego de banderas comenzó una atmósfera realmente de Champions, en la que era complicado hasta escuchar a los nuestros.
El duelo transcurrió con normalidad y cuando el árbitro Schärer, al que esperamos no verle nunca más o al menos que nos arbitre en Anoeta porque no puede ser mas casero, pitó el final la grada local se retiró resignada sin reproches a su visitante y todos los realistas estallaron en una explosión de alegría. Tanto en el terreno de juego como en el fondo y la tribuna Imanol, Oyarzabal, Remiro e incluso Sadiq fueron aclamados. Una vez más, los realistas respetaron la retirada de los locales para regresar unos minutos después ya desatados después de haberlo festejado en el vestuario.
Esta vez la Policía no hizo esperar demasiado a los visitantes, que no habían generado ningún problema y abandonaron el estadio cantando felices mientras bajaban por una de las torres que recordaban a las del Bernabéu. Los más despistados fueron escoltados hasta el metro, pero tuvieron la mala suerte de que se lo cerraron y les echaron por megafonía, por lo vivieron una pequeña odisea para regresar a sus respectivos hoteles.
En la sala de prensa el ambiente era de felicidad, sin exageraciones. Esta vez no había casi nadie que rehuía a un micrófono e Imanol cruzó la zona mixta saludando uno a uno a todos los periodistas. El éxito era importante y una de las mejores demostraciones es que los familiares visitaron su hotel para compartir la alegría.
Pero sin tiempo para mayores festejos, la plantilla se fue a descansar y al mediodía voló desde el aeropuerto de Milán para ir directa a entrenar a Zubieta. El domingo espera el Betis. Esto no para. La gran Real de Imanol, la que ya ha igualado la segunda mejor aventura de la historia del club al alcanzar los octavos como ya hicieran los de Denoueix, sigue siendo tan ambiciosa como insaciable. Y cuidado, que de Milán apunta al cielo...