Cuando este otoño se matriculen en Bizkaia las primeras unidades de modelos MG habrán transcurrido cien años desde la fundación de la firma embrionaria. La de MG es una historia inusualmente agitada. La marca, que aquí llegó a gozar de considerable predicamento en las décadas de los 80/90, en su etapa asociada a Rover, vivió siempre subida en una montaña rusa al borde del infierno financiero. Tanto se acercó a él, que acabó precipitándose al abismo. El deceso no tuvo una única causa: entre todos la mataron y ella sola se murió.
Lo que pareció ser la quiebra definitiva, largamente pronosticada, se produjo en 2005. Lo sorprendente fue que, apenas dos años después, la empresa estatal china SAIC, cuya filial Nanjing Automobile Group se había quedado por 53 millones de libras con la titularidad de MG, decidió que esta reemprendiera la actividad.
No es tan sencillo precisar el origen de la casa. Se sabe que su fundación data de los años veinte del siglo anterior. William Morris, creó entonces en Oxford Morris Garages, negocio dedicado al ensamblaje de coches de su propia cosecha, y bajo su mismo apellido. Al proyecto se sumó enseguida Cecil Kimber, a quien se achaca la expansión comercial y empresarial de la compañía. Kimber llegó a versionar productos Morris, que unían esa denominación con las letras MG. Ambas marcas separaron sus rumbos en 1928 para distinguir dos líneas de producto diferentes.
A partir de ese momento comienza un constante baile de siglas, provocado por el intercambio de titularidades y la sucesión de sociedades interpuestas, capaz de aburrir al friki más devoto de la historia de la automoción. Así, a la fusión con Austin en los 50 siguieron en los 60 las alianzas con Jaguar y Leyland. Y si el lío en aquella época de vacas gordas ya era de grueso calibre, la crisis de los 70 lo dejó pequeño. La entrada del Reino Unido en el capital de la compañía, convertida ya en British Leyland, no sirvió para sanearla. De hecho, vivió momentos convulsos de agitación social por el cierre de factorías.
Su transformación en Rover Group provoca en 1986 que MG comience a rebotar de un propietario a otro. A ese período corresponden modelos como el Maestro y el Montego, luego relevados por las Series 200 y 400. Desde 1994 estuvo en poder de BMW -en el 95 apareció el deportivo MGF-, que en 2000 la transfirió a un reconstituido grupo Rover. De esa etapa proceden las últimas creaciones recordadas: los MG ZR, ZS y ZT, basados en los Rover 25, 45 y 75. Fueron los últimos... hasta hoy.