Hola personas, ¿cómo va la vida?, la mía bien, gracias.
Esta semana vamos a dar dos paseos culturales, ya sé que son dos ERP seguidos con el mismo tema y que a muchos de vosotros os gusta más cuando me pateo calles y rincones, pero resulta que se han dado dos circunstancias de índole cultureta y las fechas mandan, no está en mi mano cambiarlas, por lo tanto, hoy también veremos cosas de esas que alimentan el espíritu. La semana pasada vimos las inquietudes y actuaciones del arte moderno, las innovaciones, lo conceptual, la libertad extrema a la hora de dar rienda suelta a los instintos artísticos y expresivos de los autores. Sin embargo, el paseo de hoy va a fijar su atención en la obra de un artista un poco anterior, desconocemos su nombre, su procedencia, su año de nacimiento, suponemos que vivió en alguna de las casas de la Pamplona inicial, de cuando ni siquiera se llamaba Pamplona, fue un artista de hace nada más y nada menos que 19 siglos, 1.900 años, una tontería. Lo que sí sabemos es que era un gran escultor y un gran artesano en eso de fundir bronce y sabemos que nos dejó una impronta, un recuerdo que la casualidad quiso enterrar en la noche de los tiempos y otra casualidad quiso que allá por 1895 un constructor llamado José Aramburu Elizaga descubriese frente al número 16 de la calle Navarrería. Como ya habréis adivinado vamos a hablar del Togado de Pompelo, esa maravillosa estatua en bronce fechada en el siglo II d.C. y que durante dos años vamos a poder disfrutar en el museo de Navarra.
La semana pasada la Peña Pregón, a la que pertenezco, convocó a una visita guiada al museo de Navarra para conocer a nuestro “antepasado” de la mano de Maite Mur, exconcejal del Ayuntamiento de Pamplona y hoy en día licenciada en historia del arte, guía del museo y persona docta y conocedora de lo que aquellos que llegaron de lejanas tierras, y se asentaron en estos terrenos dándonos forma de ciudad, nos legaron.
La visita comenzó viendo los maravillosos mosaicos que el museo custodia y que son de diferentes épocas y procedencias. Nada más entrar en la sala dedicada al legado de Roma, a mano derecha vemos un mosaico procedente de Andelos (Andión) de sencilla factura, geométrico en su decoración, con alguna rama de vid, y que en su margen inferior derecho tiene una inscripción en Íbero que, sin duda, es uno de los primeros testimonios escritos de la historia de Navarra. El texto dice: LIKINE ABULORAUNE EKIEN BILBILIARS, no se ponen de acuerdo los entendidos en su traducción, pero más o menos viene a decir: EL MOSAICO, EL SEÑOR ABULO CONSTRUYÓ, EL DE BÍLBILIS. Seguimos viendo mosaicos, útiles domésticos, estelas conmemorativas, miliarios, etc. etc. y por fin llegamos a donde se encuentra el objeto de nuestra visita: el Togado de Pompelo.
La historia de nuestro ilustre romano tiene miga. Como ya he dicho, corría el año de 1895 cuando en unas obras que se estaban realizando en el 16 de la calle Navarrería, local que tantos años ocupó la fábrica de básculas Ayerbe y que cuenta con un sótano en el que aún queda hollín de la fragua que dicha fábrica usaba para dar forma a los hierros que componían sus productos, apareció, bajo una enorme losa, una figura de bronce dividida en tres trozos que una vez ensamblados y restaurados dejaron ver que se trataba del cuerpo descabezado de un romano vestido de túnica y tocado de toga, sus dos pies calzados asoman bajo la ropa y en su mano derecha porta lo que tras muchas discusiones y especulaciones han definido, quienes de esto entienden, como un hisopo, descartando la idea de que fuesen una garra de ave, a lo que también se asemeja. Su brazo izquierdo dobla por el codo y la mano, semi cerrada, mira hacia abajo. Tanto toga como túnica tienen un sinfín de airosos pliegues que confieren a la figura un gran porte y una gran ligereza.
Cuando fue descubierto, el señor Aramburu lo puso en manos de la Comisión Provincial de Monumentos de Navarra, que lo restauró y lo fotografió, siendo esta foto de Julio Altadill la única imagen que se conservaba de nuestro importante romano. En 1906 el señor Aramburu reclama que le sea devuelta la pieza, la ley vigente le asistía y le fue devuelta, a partir de ahí ya nunca más se supo. Hasta que hace siete años el director del museo arqueológico de Alicante lo vio en unas jornadas que se estaban celebrando en Alemania. Posteriores intervenciones, publicaciones, conferencias y gestiones han dado como resultado que el Togado de Pompelo, propiedad de un coleccionista estadounidense, nos haya sido prestado, sin mediar contraprestación económica alguna, por un periodo de dos años, y durante estos dos años estará expuesto en lugar privilegiado del museo. Su visita es de obligado cumplimiento para cualquiera que se precie amante de nuestro pasado. Vale la pena.
El otro tema que vamos a ver hoy va a ser la presentación de un libro. El miércoles a la tarde se presentó en los salones del Nuevo Casino en la Plaza del Castillo un libro, mejor dicho, un librazo de 3,750 Kgrs, sobre la historia de Navarra que no es un libro cualquiera. Su título: La imagen visual de Navarra y sus gentes, de la edad media a los albores del siglo XX. Su director Ricardo Fernández Gracia. Pilar Andueza y Carmen Josué han coordinado la obra. La Fundación Fuentes Dutor ha pagado la juerga y 25 autores que son de los 25 que más saben de qué, cómo y cuándo pasaron las cosas que por aquí pasaron, nos lo cuentan con todo lujo de imágenes. Es un libro eminentemente gráfico, en él encontraremos imágenes inéditas de gentes y lugares de nuestra querida Navarra, obras procedentes de museos, bibliotecas e instituciones de medio mundo. Su índice es apabullante: Navarra en los mapas, visiones de Pamplona, opiniones de viajeros de otras épocas, cómo fueron los reyes a través de sus efigies, los palacios de un reino, las instituciones: las cortes y la diputación, escudos y banderas, las artes, las gentes, el pueblo, sus trajes y costumbres, la vida cotidiana en el arte, y mil temas más que no dejan ni un resquicio, de aquello que formaba parte de la vida, sin estudiar. Quien conozca a Ricardo Fernández Gracia, su meticulosidad, su inabarcable y enciclopédico conocimiento y su buen hacer no dudará de que me quedo corto en todo lo que de esta obra pueda decir. Antes de irnos en un alarde de generosidad nos obsequiaron con un ejemplar a cada uno de los invitados. Gracias a puñaos.
Me gusta la gente que sabe y te lo cuenta.
Besos pa tos.