Eran las diez y media de la mañana cuando la explanada del Museo vasco se ha empezado a llenar de padres y abuelos con sus pequeños. "Vamos a ver a los gigantes y cabezudos porque son fiestas", se le oía decir a un niño. "Sí, las fiestas de Bilbao", le respondía una conocida suya que iba con su nieta. A las 11.00h arrancaba la comparsa que movilizó a los congregados.
Allí estaban los gigantes, preparados para dar inicio al espectáculo. Eran cuatro parejas en total: Don Terencio y Doña Tomasa, El Aldeano y La Aldeana, Isabel II y Zumalakarregi, y Lina y Pichichi.
Este último parecía el más querido entre los pequeños y mayores. Era de esperar escuchar admiraciones como: "¡Pichichi guapo! ¿Has visto? ¡Es del Athletic!", por parte de un señor a su hija. También se pudo ver a un feliz niño jugando con un muñeco de este gigante y a otro más jugando con varios de los diferentes gigantes de la comparsa. "Ahora vamos a guardar los muñecos que van a empezar a bailar los gigantes", le decía el padre a su hijo.
Bajo el ritmo de la música de los txistularis, los enormes iconos festivos empezaron su marcha frente a cientos de personas, dirigiéndose poco a poco hacía El Arenal donde seguían con su baile bajo la atenta mirada de pequeños fascinados con su hermosura y gran tamaño.
En la plaza del Arriaga se juntaron todos: niños, gigantes y cabezudos. Muchos de los pequeños no tenían ningún miedo de correr por detrás, por delante, rodeando a tan queridos personajes, e incluso los más osados a pegarles con una vara, al igual que hacen ellos. Otros sí que estaban más asustados y se pudieron oír llantos o frases como: "¡Cuidado que viene el cabezudo!". Todo un clásico de la Aste Nagusia.