La historia de 'La historia interminable' arranca en 1979, cuando el escritor alemán Michael Ende, especializado en literatura infantil, publica su aclamada obra. Rico en referencias filosóficas y literarias, lleno de símbolos poéticos y potentes imágenes, el autor nacido en 1929 en la ciudad de Garmisch-Partenkirchen dio la campanada. Ende había empezado a escribir desde muy joven, pero llegó a un público más amplio en su madurez. La novela-fábula 'Momo' (1972) puso en el mapa a este contador de historias que siempre será recordado por dar vida a Bastian, un niño que acaba siendo el protagonista del libro fantástico que está leyendo.
En 1980, un año después de la publicación de la novela, firmó un contrato para que un joven productor llevase la historia al cine. El paso del libro al celuloide suele plantear debates y no poca controversia entre los que se mantienen fieles al original y los que acaban desfigurando la obra escrita. El trasvase entre la literatura y el cine es un tema espinoso y eterno. El escritor alemán sabía que ese camino estaba lleno de baches y, antes de rubricar el acuerdo, había acordado las líneas maestras de la adaptación.
Básicamente, y según la versión de Ende, habían quedado en mostrar en la gran pantalla un largometraje de marcado carácter europeo y de autor con un tono "tenue, poético y rebosante de magia". El novelista no tardaría demasiado tiempo en descubrir una pequeña pero significativa trampa colocada en el tránsito entre la ficción narrativa y el audiovisual: los derechos de la película habían cambiado de manos y se habían cedido finalmente a una multinacional, Neu Constantin Film, responsable de clásicos y sonoros taquillazos como 'En el Nombre de la Rosa' y 'La Casa de los Espíritus'.
Ende mostró abiertamente su recelo por la posible deriva comercial de la película: "Tal y como yo lo veo, existe un peligro real de que el alma oculta de la historia, la parte que más conmueve a la gente, se extravíe entre un bombardeo de imágenes llamativas pero superficiales. […] Eso es lo que debemos de evitar. Tenemos que preservar la esencia de la historia, y esa tarea le corresponde al director". El productor, Bernd Eichinger, hizo todo lo posible para espantar los temores del escritor y abordó sus miedos con aparente franqueza y absoluta predisposición; le prometió incluso que la elección del director, del actor protagonista y del escenógrafo contarían con su visto bueno. Ende accedió y creyó que su implicación en el proyecto sería "enormemente positiva".
La sintonía entre ambos era total. Viajaron a Los Ángeles para visitar el taller de efectos especiales de George Lucas y buscar así la manera más adecuada de encajar el espíritu libre y fantasioso de 'La Historia Interminable'. El sueño de un film con el reconocible sello del Viejo Continente seguía en pie. "Queremos hacer algo diferente a otras películas de cine fantástico. Nuestro objetivo es que sea europea y que muestre al mundo cómo hacemos las cosas los europeos", convinieron.
Desencuentros
Una vez que su autor dio la aprobación definitiva, se sucedieron los desencuentros. El segundo guión horrorizó a Ende, ya que entendía que en el nuevo libreto se había mutilado la esencia de su novela, siendo sustituida por un "folletín". Mantuvo una agria disputa con la productora y trató por todos los medios de detener el estreno de la cinta dirigida por su paisano Wolfgan Petersen, la primera de habla inglesa en su carrera. No lo logró. El escritor se quedó traspuesto tras el visionado de la película: "Es un enorme melodrama kitsch", sentenció.
'La historia Interminable' se dio a conocer finalmente en 1984 con disparidad de opiniones. A algunos países llegó en 1985. El salto del libro al cine no convenció a todo el mundo; a algunos críticos la adaptación cinematográfica se les hacía demasiado larga, y eso que la película solo dura 90 minutos y se centra en la primera parte de la novela. Su paso por la taquilla se saldó con éxito y propició dos partes más, ambas en los años 90, que no dejaron huella entre el público.
El paso del tiempo y el poder de la nostalgia han jugado a favor de la primera entrega. Casi 40 años después, 'La Historia Interminable' se ha convertido en una de esas piezas de culto que marcan la infancia de varias generaciones. Los artesanales efectos especiales, antes de la llegada de los ordenadores; la complicidad de sus protagonistas, encabezados por Barret Oliver (Bastian), Noah Hathaway (Atreyu) y Tami Stronach (Emperatriz Infantil); además de una banda sonora pegadiza que ambienta como es debido el Reino Fantasía, en grave peligro, nos reconcilian con nuestro pasado y nos hacen olvidar las duras palabras del creador de este mundo mágico, a quien el montaje final le pareció "repugnante".