Años atrás a Miguel Ángel López le apodaron Superman porque se defendió de unos ladrones que trataban de robarle la bici. El colombiano resultó herido con arma blanca, pero no soltó la bicicleta. Desde entonces se le conoce como Superman. A Remco Evenepoel, un chico prodigio del ciclismo, excapitán de la selección de Bélgica de fútbol sub'17, le bautizaron como el nuevo Merckx después de varias actuaciones hiperbólicas cuando apenas era un muchacho. Cada uno a su manera, asombraron al mundo. Uno por el valor que mostró y el otro por su talento descomunal. De algún modo, ambos se convirtieron en banderas, en marcas de lo intangible. Los dos cruzan ahora sus vidas en el sótano de las frustraciones. López se despidió de la Vuelta de un portazo, incapaz de digerir la pérdida del podio, y Evenepoel respondió a la pérdida del Europeo de Trento con un corte de mangas dirigido a Sonny Colbrelli, el campeón.
"En el deporte de élite, que está bastante deshumanizado, priman los resultados y eso lleva a muchos al límite cuando ven que no los obtienen. Les sobrepasa esa presión y se frustran", desgrana Carlos Ramírez, psicólogo deportivo, cuando observa el comportamiento de los casos de López y Evenepoel, que no son los únicos, pero sí los más próximos. "Se hace énfasis en lo físico y se olvida lo psicológico y es entonces cuando surgen las carencias sabiendo que son situaciones, como la de las derrotas, que se van a dar sí o sí. Creo que es necesario un entrenamiento en valores y actitudes para hacer frente a esas situaciones", analiza Ramírez sobre este tipo de conductas en algunos deportistas. "El manejo de la frustración es algo que se trabaja, sobre todo, a través de un trabajo psicológico. Se deben fijar objetivos y tener estrategias conductales que tienen que ver con la propia identidad. Quién soy, hacia dónde voy y qué sentido tiene esto en mi vida", añade el terapeuta.
Hacia el territorio de las emociones descontroladas transitó Evenepoel, derrotado en el Europeo. El belga fue probablemente el más fuerte, pero no pudo con la velocidad de Colbrelli, que se colgó de la rueda del belga para después batirle sin piedad en el cara a cara. La rabia por la derrota descolocó a Evenepoel que, sentado en el suelo y tras apartar la bicicleta de malos modos, regaló un corte de mangas a su rival en un gesto de lo más vergonzoso. No asimiló lo ocurrido el prodigio belga. No digirió la derrota. Si bien perder es parte intrínseca del deporte. De hecho, es lo habitual. Lo excepcional es vencer. Iracundo, se mostró como un chico caprichoso de pésimos modales. Evenepoel, que se sabe un talento, no fue capaz de soportar la derrota y perdió los papeles de mala manera. Después se retractó.
López, uno de los líderes del Movistar, se estrelló contra sí mismo en la Vuelta. Frustrado, incapaz de gestionar la pérdida del podio, se retiró de la carrera de un portazo. Rabia. Impotencia. Nadie pudo convencer al colombiano para que continuara en carrera. "¿Que por qué me bajé? Somos seres humanos, no motores. A veces somos de carne y hueso", dijo el colombiano, que pidió perdón. Demasiado tarde. Con su acto, López dilapidó gran parte de su crédito. Faltó el respeto a su equipo, a sus compañeros que cuidaron de él y evidenció una manifiesta incapacidad para manejar una situación de estrés en carrera. El agujero de desconfianza parece una herida imposible de suturar entre su equipo y él. No era la primera acción polémica de Superman, que en el Giro de 2019 golpeó a un espectador que provocó su caída. Liderando el Astana, cargó con palabras de plomo contra el Movistar. "Los equipos demandan líderes inteligentes que sepan conectar con sus emociones, pero que no tengan picos de rabia ni de enfado ni de agresividad", apunta Ramírez.
Para gestionar adecuadamente la frustración que en ocasiones genera no alcanzar las expectativas y la presión que conlleva el resultado como bien supremo, el terapeuta destaca que es básico enfocar el deporte sin la mirada túnel ni cortoplacista, sin el resultado como única unidad de medida y valor del deportista. "Eso conlleva tener la capacidad de recuperarse de los errores y unos aspectos que tienen que ver casi con aspectos filosóficos de cómo entender la vida; el sentido de cuáles son los objetivos reales de las personas en la vida y en cómo mantener el foco en lo que realmente es importante más allá de los resultados", argumenta Ramírez, que recomienda que el deportista debe aprender a relativizar. "La vida es mucho más que una disciplina deportiva y sus logros o derrotas. La persona es valiosa por lo que es, no por lo que consigue. Uno ha de basarse en la humildad, en el respeto hacia el adversario y hacia uno mismo como contendiente. El foco ha de ponerse en buscar la mejor versión de uno mismo", enmarca Ramírez sobre el manillar de las frustraciones.