El último caso de violación grupal perpetrada por menores de edad -esta vez en Badalona y con una niña de 11 años como víctima- ha vuelto a poner sobre la mesa las agresiones sexuales a manos de jóvenes, cuyas denuncias aumentaron un 58% entre 2020 y 2021, según los últimos datos disponibles.
En 2021 se incoaron 2.625 procedimientos por delitos contra la libertad sexual con menores implicados, frente a los 1.661 de 2020, según la Memoria anual de la Fiscalía.
Además, el Instituto Nacional de Estadística (INE) contabilizó 439 menores condenados por delitos sexuales en 2021 (un 12,6% más que el año anterior), los cuales cometieron 609 delitos de naturaleza sexual, casi 300 con un menor de 16 años como víctima de la agresión.
Violaciones grupales
Entre las violaciones grupales con menores implicados más sonadas del último año destacan las de Burjassot (Valencia), Pulpí (Almería) y Vila-real (Castellón), tres agresiones que forman parte de las 211 contabilizadas por Feminicidio.net desde 2016, año en el que tuvo lugar el mediático caso de La Manada.
La directora de políticas de infancia de Save the Children, Catalina Perazzo, destaca que el problema principal es la "falta de educación sexoafectiva" y de prevención, pero también el consumo de pornografía cada vez a una edad más temprana.
Coincide con ella el fiscal de sala coordinador de Menores, Eduardo Esteban, quien advierte de que desde 2015 se observa un incremento "sorprendente" de los delitos contra la vida y en el ámbito de la libertad sexual protagonizados por menores de edad.
Alerta por el consumo de porno
El estudio de Save the Children "(Des)información sexual" evidencia que para el 30% de los menores el porno es su "única fuente de información sobre sexualidad", algo preocupante si se tiene en cuenta que la adolescencia "es la etapa en la que se forma no solo la personalidad, sino también el deseo" y las apetencias sexuales, en palabras de Perazzo.
En este sentido, Esteban alerta de que cada vez son más los niños y adolescentes que acuden a la pornografía "como si fuera un tutorial", una banalización de las relaciones sexuales que a su parecer puede estar detrás del aumento de delitos contra la libertad sexual.
En estos vídeos "se reproducen roles de género nocivos" en los que la violencia suele ser protagonista, y que los adolescentes imitan en sus relaciones sexuales "no siempre con el consentimiento de la pareja", avisa Perazzo.
Mayor conciencia social
Otra de las razones por las que aumentan las denuncias de agresiones sexuales es la mayor conciencia social de las mujeres respecto a su libertad sexual y la ruptura del tabú entorno a estos crímenes.
"Siempre está la paradoja de que queremos que se reduzcan el número de agresiones, pero también en cierta manera que aumenten, porque eso significa que se verbalizan y detectan mejor", resalta Parazzo.
Según las últimos datos del Ministerio del Interior, entre enero y septiembre del año pasado se registraron 14.674 delitos contra la libertad sexual, un 16,3% más que el año anterior. De ellos, 1.954 fueron violaciones, cifra un 21,5% superior a la registrada en 2021.
No obstante, la profesora de criminología de la Universidad Pontificia Comillas y secretaria general de la Fundación para la Investigación Aplicada en Delincuencia y Seguridad (Fiadys), Meritxell Pérez, advierte de que estas agresiones "no son algo nuevo". "Lo que pasa es que ahora nos enteramos", subraya.
"Ahora somos más conscientes gracias a los avances del feminismo, que nos hace capaces de organizarnos como sociedad para dar respuesta y ser contundentes ante estas conductas, que antes se empequeñecían o se intentaban tapar", apostilla.
El perfil de los agresores
El perfil de estos agresores, según Pérez, son grupos de jóvenes "en búsqueda de sensaciones, que actúan en un contexto de ocio y consumo", sin antecedentes de otros delitos sexuales y que "no anticipan las consecuencias".
"Lo ven como una parte más de las actividades dentro de su grupo para salir y pasarlo bien", señala la experta, quien opina que los agresores más jóvenes "tienen la falsa sensación de que sus actos no van a traer consecuencias" y "no son capaces de empatizar con la víctima, que es un mero instrumento para el fin: pasarlo bien con sus colegas".
Pérez también resalta que la adolescencia es una etapa en la que "se rompen muchas normas" y hay mucha "conducta antisocial". "Prueban los límites, necesitan diferenciarse de los adultos y es una manera de reivindicar su adultez", destaca la experta, quien asegura que en muchas ocasiones los agresores "no comprenden el daño que causan" y no acaban teniendo una carrera criminal.
Otra característica que se repite, apunta el fiscal Eduardo Esteban, es la grabación de estas agresiones y de otros delitos cometidos por menores. "Hasta el extremo que nos preguntamos si la satisfacción que buscan es esa", la de dar publicidad a sus actos.