La Real Sociedad cayó derrotada este domingo en el derbi disputado en Anoeta contra Osasuna (0-2). El partido se vio marcado, en clave táctica, por el modo en que los rojillos quisieron tapar el juego interior txuri-urdin, por las vías exteriores de ataque que activó Imanol, y por dos equivocaciones blanquiazules que derivaron en contragolpes letales. Tras recibir los goles, el cuadro local entró durante los minutos finales del primer tiempo en un colapso que pudo costar más caro aún, pero la contienda en general tuvo sus fases y resultó igualada en términos globales.
El problema
En cuanto arrancó el duelo pudo comprobarse cuál iba a ser la forma en que Osasuna presionaría a la Real. Vicente Moreno renunció a hacer saltar al mediapunta Aimar a por Igor Zubeldia, dejándole dentro a cargo de Zubimendi. Detrás, los pivotes Moncayola y Torró se emparejaban con Sucic y Brais respectivamente. Así, a Igor Zubeldia, hacia quien los rojillos orientaban la salida realista al dejar a Budimir con Aguerd, se le presentaban principalmente dos vías de salida: las exteriores y las directas (juego en largo). La posibilidad de filtrar balones interiores, mientras, quedaba muy condicionada por las marcas al hombre (tres contra tres) en la medular.
Las soluciones
No puede decirse que a la Real le faltaran ideas y alternativas. Es muy posible que Imanol intuyera esa forma de presionar por parte de Osasuna, ya ejecutada en el anterior partido contra el Betis en El Sadar. Así, el técnico oriotarra entregó a sus futbolistas numerosas herramientas para intentar meter mano a los rojillos, apuntando la gran mayoría de ellas a las vías exteriores. Por ejemplo, los txuri-urdin escoraron en varias ocasiones, en salida de balón, a sus interiores: Brais o Sucic se convertían entonces en laterales, proyectándose Aramburu o Sergio e intentando el equipo encontrar formas de avanzar por banda.
Visto lo visto, no podían faltar las diagonales al extremo del lado opuesto al balón, una opción que la Real utilizó principalmente a través de Zubeldia, el central que tenía cierta libertad para conducir. El azkoitiarra buscó envíos cruzados a Barrene o Sergio Gómez, quienes se repartían carril interior (quien lo ocupaba tenía el objetivo de fijar al lateral Areso) y exterior (el más escorado era el destinatario del balón). El propio Barrene dispuso así de interesantes situaciones de mano a mano ante el mismo Areso, en el lateral del área.
El cuadro txuri-urdin recurrió igualmente al sistema 3-2-5 que ya le habíamos visto en Girona: Aramburu se metía dentro para hacer salida de tres junto a Zubeldia y Aguerd, Sergio Gómez ganaba altura hasta convertirse en ofensivo interior izquierdo, y Zubimendi-Sucic formaban una especie de doble pivote. El objetivo de esta mutación de dibujo residía en hacer llegar el balón a los extremos (recibiendo estos en posiciones bajas) y en que tanto Barrene como Oyarzabal, actuando ambos a pierna cambiada, buscaran las rupturas profundas del resto del ataque, dentro de una supuesta superioridad numérica (cinco atacantes contra cuatro zagueros) en la última línea.
Ante un Osasuna estrecho y corto que situaba la línea defensiva bastante lejos del meta Herrera, los espacios no estaban únicamente en las bandas, sino también a la espalda de la zaga visitante. La Real se mostró igualmente consciente de ello. Así, sus interiores (Brais, Sucic o Turrientes en la segunda parte) buscaron rupturas entre laterales y centrales rojillos, cuando Zubeldia conducía libre de marca. Los propios interiores demostraron saber sincronizar sus movimientos con el punta de turno, que debía generar un espacio ofreciéndose a la corta o lanzando desmarques diagonales. Esta fue la vía directa, en contraposición con la exterior.
Los errores
Siguiendo el plan previsto, la Real protagonizó un buen arranque de partido, alternando intentos de distinta naturaleza y disfrutando de situaciones interesantes cerca del área rojilla. Sin embargo, todo se torció a partir de dos equivocaciones que el cuadro txuri-urdin no podía permitirse. Atacar a Osasuna principalmente por fuera exigía a los de Imanol ensanchar su bloque para llevar el balón a ambas bandas, situación muy poco compatible con las pérdidas interiores. El equipo incurrió en dos, en ambos casos con el equipo sumamente abierto, y las transiciones resultantes (la primera de ellas, córner mediante) se tradujeron en los dos goles del rival.
Los goles sumieron a la Real en una fase muy dubitativa, que tuvo su punto final en el descanso. Con Kubo y Barrene doblando ya amenaza en las bandas, el cuadro de Imanol inició mucho mejor el segundo tiempo y dispuso, a partir de las recepciones del japonés, de buenas oportunidades para hacer el 1-2. Sin embargo, las paradas de Sergio Herrera y el paso del tiempo hicieron que los bríos locales bajaran enteros y premitieron a Osasuna vivir un final de encuentro bastante plácido.