Desastre generalizado ante el Villarreal

La participación del Athletic en el Estadio de la Cerámica dejó varias lecturas, si bien todas apuntaron en la misma línea, hacia el desastre. Para empezar, porque el choque arrancó con dos clarísimas ocasiones para el Athletic, que erró, como acostumbra, quedándose con la miel en los labios. Un mal que parece perseguirle al conjunto rojiblanco y al que a menos a corto plazo no se le aprecia una solución. El equipo creó ocasiones, clarísimas algunas de ellas, de esas de gol o gol, pero volvió a perdonar. Algo que no hizo el Villarreal pese a encontrarse con un enorme Unai Simón, que brilló con luz propia en medio del apagón generalizado. La falta de pegada fue una parte, que no el todo.

Otra parte, un pedazo muchísimo más cuantioso que el del apartado ofensivo, fue el de la fragilidad defensiva, que se multiplicó en la media hora final, con los leones noqueados, superados, prácticamente en la lona. Un aspecto este, el defensivo, no solo achacable a los zagueros, cuya labor principal es la de defender, pero en el que tuvo mucha culpa todo el colectivo. El Athletic ofreció demasiadas facilidades a un Villarreal que sí tiene pegada, chispa en ataque, y que aceptó gustoso los muchos regalos que le concedió su rival.

Cierto es que no puede pasarse por alto que el conjunto rojiblanco llegó a Vila-real con la defensa en cuadro, sin dos de sus centrales, Iñigo Martínez y Dani Vivian, y con Óscar de Marcos entre algodones, aquejado de un esguince de tobillo que no le impidió participar en la segunda mitad, en sustitución de Iñigo Lekue. Esta circunstancia animó a Ernesto Valverde a forzar con Yeray Álvarez, que únicamente había completado un entrenamiento en la semana, el de la previa. Jugó pese a la pubalgia y acabó medio cojo, si no cojo del todo. Mucha casta la del central de Barakaldo, que compartió zaga con un Aitor Paredes que estuvo superado y que, para colmo, se marcó un gol en propia. El de Arrigorriaga hizo su particular mili.

Lejos de cambiar el estilo de juego, de tratar de protegerse con el claro objetivo de minimizar daños, el Athletic fue al cuerpo a cuerpo y acabó en la lona. “Era correr un riesgo, pero nos venimos desenvolviendo así durante la temporada. Cambiar era plantear dudas”, explicó Valverde en rueda de prensa. Lo cierto es que no le hizo falta cambiar nada para que las dudas persiguieran a la práctica totalidad de sus futbolistas.

Analizados los dos aspectos principales que explican la contundente derrota de ayer, con manita incluida, algo que no sucedía desde enero de 2016, cuando los rojiblancos recibieron seis en su visita al Barcelona, tampoco pueden pasarse por alto otras dos cuestiones, seguramente nimias en la comparativa.

Después de que Iñaki Williams asegurara el miércoles que el equipo no renunciaba a nada, ni siquiera a la Europa League, o lo que es lo mismo, a acabar sextos, el equipo cayó con estrépito. Una nueva final perdida que, además, tiene daños colaterales, como que el Girona le toma una ventaja de un punto y que Osasuna le ha empatado. Por si fuera poco, hoy mismo el Sevilla podría hacer lo propio y mañana el Rayo tiene la opción de ponerse séptimo.

Por último, aunque no explica la goleada y la pobre imagen ofrecida por el Athletic, no puede pasarse por alto la actuación del árbitro Del Cerro Grande. Se inventó una falta de Yeray al borde del área que propició el primer gol del Villarreal y no quiso ver un manotazo de Capoue, que ya tenía amarilla, a Dani García. Nimiedades en el todo, sí, pero también merecen ser mencionadas.

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