Llego llena de ilusión, tras muchos años soñando con conocer esta tierra, una más dentro de la larga Ruta de la Seda que poco a poco voy marcando en el mapa. Cuando pasé por aquí la primera vez, apenas tuve oportunidad de estar uno o dos días; en esta ocasión la estancia será más larga.
Lo que no sabía es que la gran ciudad de Bakú y sus alrededores, ya era habitada hace miles de años, en la edad de Piedra y comienzos de la edad de Bronce. Prueba de ello son la cantidad de petroglifos que se encuentran en las suaves montañas que rodean la zona, en la región del Gobustán, a una hora de distancia aproximadamente de Bakú y frente a las costas del Mar Caspio.
Desde estas colinas se observa cómo el agua, que antes casi llegaba a los pies de la montaña, ha ido retrocediendo; hoy el mayor lago salado del mundo, lago en definitiva, ya que no tiene salida al mar, cuenta con una superficie de unos 1.200 kms de largo por 320 de ancho. En esa inmensa masa de agua se encuentran multitud de pozos de gas y petróleo, y en determinadas zonas, incluso a orillas de la propia Bakú, se nota el inconfundible olor a gas que a ratos impregna el ambiente…
Esa riqueza natural que abunda en toda su tierra, lo ha convertido en lo que es hoy, un país próspero y moderno que conjuga muy bien el pasado y el futuro.
Y hay otro tesoro natural del que sacan provecho, aunque debido precisamente a la contaminación que suponen esos pozos, ese tesoro está mermando, y no es otro que el famoso caviar de Beluga, cuyo delicado sabor lo sitúa entre los más apreciados del mundo.
Todo esto ha hecho que la ciudad de Bakú se muestre orgullosa ante los ojos de quienes la admiran. Desde sus comienzos como ciudad amurallada y rico puerto marítimo, allá por los comienzos del primer milenio, Bakú ha ido sumando una larga y rica historia, con mezcla de diferentes influencias islámicas, otomanas, persas y soviéticas que han ido dando forma a su aspecto actual, a su cultura, su arquitectura e idiosincrasia particulares. Fue conquistada, reconquistada, defendida y entregada en diversas ocasiones; su última conquista fue en el año 1991, cuando con la desintegración de la URSS, Azerbaiyán logró independizarse y convertirse en la República Independiente que es hoy.
El petróleo
En los jardines y huertas de las casas particulares no crecen árboles apenas… sino pozos de petróleo. Los hay por todas partes; el paisaje, una vez se comienza a salir de la gran ciudad, está plagado de estructuras de pequeño-mediano tamaño, en continuo movimiento, no son otra cosa que los pozos de petróleo que abundan en el país.
Fue a partir del año 1872 aproximadamente que, desde la Rusia Zarista, se concedió a la región la explotación de los pozos petrolíferos, inicialmente localizados en el mar Caspio. Esto fue enriqueciendo más y más a la población, la hizo crecer exponencialmente y la convirtió en la ciudad que suministraba hasta el 50% del petróleo a nivel mundial.
Todo ello hizo necesario que sus calles e infraestructuras crecieran en número, que sus edificios se modernizaran y que sus ofertas tanto cultural como educativa, aumentaran también, algunas veces apoyadas por los nuevos millonarios y mecenas venidos a la ciudad.
Su población ha llegado hasta los 2,2 millones de personas aproximadamente. Así, hoy Bakú es un crisol de culturas y podría decirse que un museo al aire libre, ya que a través de ella pueden contemplarse siglos de historia hasta llegar a nuestros días.
La ciudad moderna
Las distintas influencias arquitectónicas y culturales coexisten, una junto a la otra. Y a pesar de ser una gran metrópoli, en poco más de una hora se puede pasar de tomar un té con dulces en un antiguo Caravanserai, lugar donde paraban a descansar las caravanas de la Ruta de la Seda, a admirar el estrafalario gusto de un palacio neobarroco mandado construir por un rico industrial de comienzos del s. XX, o fotografiar las inmensas Torres de Fuego en la parte moderna de la ciudad, que dejan boquiabierto a quien las ve por primera vez.
Todo cabe en Bakú, y todo se muestra de un modo armonioso e incluso embriagador, ya que recorrer la ciudad con calma, te lleva a mezclarte con sus distintos rostros.
Así, conviene empezar por el principio, por los restos de la vieja ciudad amurallada, por el hermoso Palacio de los Shirvanshahs del siglo XV y su museo, en el que podemos escuchar y contemplar el auge de esa dinastía, las leyendas sobre el lugar en el que se levantó el edificio, y refrescarnos un poco entre las sombras de sus árboles.
Otro lugar emblemático es la Torre de la Doncella, una construcción cilíndrica de unos 28 metros de alto y gruesos muros que se erigió sobre un saliente rocoso que se adentraba antiguamente en el mar Caspio. Se cuentan numeras historias sobre ella y sus orígenes, pero la mayoría sostiene que sirvió en un principio como fortaleza y más tarde como faro. En cuanto al nombre doncella parece ser que puede interpretarse como la no conquistada.
Todo este conjunto de construcciones que hoy conforman la ciudad vieja entró en la Lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO en el año 2000.
Antes de llegar a las Flame Towers, o Torres de Fuego, que son visibles desde casi toda la ciudad, hay que disfrutar del largo malecón o paseo a orillas del Caspio, un espacio ganado al mar en el que abundan bonitas terrazas y cafeterías donde poder tomar una bebida refrescante, especialmente al caer la tarde, cuando el calor comienza a dar un respiro y las calles empiezan a animarse. El paseo, como digo, nos lleva hasta las grandes Torres, únicas en su diseño. Su estructura la componen tres hermosos rascacielos con forma de llama ardiendo, que por las noches adquieren diferentes tonos simulando el color del fuego. Todo un espectáculo de noche y de día.
Su altura es de unos 190 metros y albergan un hotel, oficinas y algunos apartamentos de lujo; hay, sin embargo, una buena parte todavía sin ocupar. Se dice que son un tributo a la larga tradición de culto al fuego que reina en el país desde tiempos antiguos, cuando la religión predominante era el Zoroastrismo y se veneraban las llamas eternas que aún hoy, en alguna zona del país, pueden contemplarse ardiendo debido a la gran cantidad de bolsas de gas que se encuentran en el subsuelo.
Más visitas
Otro lugar de visita obligada: El Museo, o también llamado Centro Cultural Heydar Aliyev, diseñado por la arquitecta británica de origen iraquí Zaha Hadid; una de las grandes citas si se visita Bakú. Inmenso, brillante, luminoso, inteligente, único… Lleva el nombre del último líder soviético y presidente del país hasta el año 2003, algo poco original sin embargo y que no va con el edificio. El guía nos sugiere que las grandes ondas blancas que forman parte de la estructura exterior, semejan las faldas de la actriz Marilyn Monroe en la película Con faldas y a lo loco… la imaginación es lo que tiene, “claro que –prosigue– eso es algo que no podía admitirse cuando se creó el Museo”…
Su interior tampoco deja indiferente a nadie, y en él se exponen obras de artistas tanto locales como extranjeros; hay, así mismo, salas para dar a conocer diversos aspectos de la cultura propia, con espectaculares alfombras tejidas a mano, objetos de artesanía, vestidos de época… Todo ello en un recorrido guiado que merece la pena no perderse.