Los vestigios romanos de Euskal Herria forman parte de una travesía emocionante y única. Al recorrer estos territorios, cada paso se convierte en un recordatorio de una época pasada, de un tiempo en el que el Imperio Romano dejó huellas profundas y perdurables en el paisaje y la cultura local. A través de las ruinas, las calzadas y los museos, viajamos al pasado para descubrir cómo era ese añorado sueño llamado Roma.
Un viaje al corazón del Imperio Romano
El inicio de nuestro recorrido nos lleva a Iruña-Veleia, fundada en el siglo I d.C y situada actualmente en el municipio alavés de Iruña de Oca. Se trata de una ciudad que floreció de un asentamiento que tuvo una gran importancia durante el dominio romano en la región. Mientras caminamos por el yacimiento arqueológico, las estructuras de las antiguas casas romanas nos envuelven.
Los muros de ladrillo y las losas de piedra, que aún se mantienen en pie, nos permiten imaginar la vida cotidiana de sus habitantes hace más de dos mil años. De hecho, en este lugar se organizan jornadas de reconstrucción de la civilización romana mediante representaciones y actuaciones fieles a la época.
Uno de los aspectos más fascinantes de Iruña-Veleia son sus frescos, que ofrecen un vistazo íntimo a la vida cotidiana de la antigua ciudad. Y es que en 2005 y 2006, un descubrimiento sorprendente de inscripciones y dibujos -algunos de ellos de temática cristiana primitiva- dejó a la comunidad científica asombrada.
Desencadenando una controvertida polémica sobre su autenticidad, estos hallazgos abrieron un abanico de posibilidades sobre la interacción cultural y religiosa de la región.
De camino a la historia
Nos dirigimos a Arkaia, una pequeña localidad del interior de Álava en la que se encuentran vestigios de la calzada romana Iter-34. Este antiguo camino que conectaba varias regiones del Imperio Romano nos muestra la avanzada ingeniería clásica que se daba ya en esa época.
Al caminar por el trazado de la calzada, no podemos evitar imaginar a los legionarios romanos marchando en formación o a los comerciantes que viajaban con sus mercancías a lo largo de la senda. La sensación indescriptible de estar siguiendo los mismos pasos de aquellos que transitaban esta vía, nos recuerda la inclemencia del paso del tiempo.
Asimismo, en las cercanías se han encontrado numerosos restos de edificaciones, incluidos fragmentos de capiteles corintios y diversas estructuras monumentales que indican la presencia de una ciudad romana en la zona. Subrayando la importancia estratégica de la calzada, no solo se trataba de una ruta de comunicación, sino de un centro de actividad económica y social.
La ciudad que creció bajo un imperio
La siguiente parada de nuestro recorrido se encuentra en Pamplona, conocida en la época romana como Pompelo. Fundada en el siglo I a.C., fue una de las ciudades más importantes de la región. En sus calles, no solo sentimos la mezcla de la historia romana y medieval, sino que también percibimos las huellas de la modernidad que la ha transformado a lo largo de los siglos.
Asimismo, el Museo de Navarra alberga una impresionante colección de artefactos romanos, desde cerámicas hasta esculturas, que nos ofrecen una visión profunda de la vida cotidiana de los habitantes de la ciudad.
Por otro lado, a 56 kilómetros de la capital navarra, descubrimos un pueblo de poco más de 100 habitantes denominado Eslava. Allí nos adentramos en el yacimiento de Santa Criz, que cuenta con un espectacular foro romano y una interesantísima necrópolis. En ella aún residen sepulturas, fosas, monumentos funerarios y diversos altares.
Aparte, en la comarca de Sangüesa, paseamos por los alrededores de la villa romana de Liédena, en la que los vestigios de sus edificaciones nos dan pistas de la vida pública de los habitantes que la llenaban de vida, dotándola de un frenesí caótico cuando la ciudad se encontraba en su mayor apogeo.
Un auténtico puerto romano
Echamos un vistazo a Oiasso, al antiguo puerto romano de Irun en territorio guipuzcoano. Tras desempeñar un papel crucial en el comercio y la conexión de la región con otras partes del imperio, los restos de las murallas que lo rodeaban parecen vibrar aún con la caótica actividad comercial que caracterizaba a este lugar en la antigüedad.
Las exposiciones del Museo Romano Oiasso nos sumergen en la vida portuaria de la época con objetos como ánforas, herramientas de navegación y restos de embarcaciones.
El descubrimiento de Oiasso ha sido fundamental para comprender el alcance del Imperio Romano en la zona, pues no solo comerciaban con bienes como el aceite de oliva o el vino, sino que establecieron también un intercambio cultural y tecnológico con las comunidades locales que permitió una integración única de culturas a lo largo del tiempo.
El asentamiento de la Reserva de Urdaibai
Nos desplazamos hacia la costa de Bizkaia, donde damos unos pasos hacia el yacimiento romano de Forua, situado concretamente en la Reserva natural de Urdaibai. Este asentamiento, estratégicamente ubicado en las proximidades de la ría de Mundaka, fue un importante centro de producción y comercio en la época romana.
En él se han establecido viviendas, talleres y una necrópolis que revelan la vida de una comunidad próspera y bien organizada que, a día de hoy, ha quedado reducida a unas cuantas piedras.
De todas formas, lo que más destaca de Forua es la impresionante manera en la que los romanos adaptaron su arquitectura al urbanismo y al entorno rural. Los restos de estas viviendas nos muestran cómo aprovechaban los recursos locales para construir sus casas, al igual que las excavaciones, que han sacado a la luz una red de canales y pozos que evidencian la avanzada infraestructura hidráulica que desarrollaron en la zona.
Conectando el Territorio Vascón con el imperio
A lo largo de nuestro recorrido, seguimos varios tramos de las antiguas vías romanas que recorrían el Territorio Vascón. Estas calzadas eran mucho más que simples caminos, pues se trataba de arterias vitales que conectaban ciudades, puertos y territorios, lo que facilitaba el comercio, el transporte de tropas y el intercambio cultural.
Caminando por sus senderos, imaginamos la forma en la que los romanos con su inquebrantable determinación transformaron el paisaje, creando una red de estructuras que perdurarían a lo largo de los siglos.
Una de las rutas más importantes fue la que unía Asturica Augusta con Burdigala, atravesando lo que a día de hoy es Euskadi. Aunque muchas de estas calzadas han desaparecido o han sido absorbidas por el paisaje moderno, algunos tramos aún son visibles y nos permiten revivir la historia de un imperio que destacó en varias regiones de Europa.
Un ejemplo de algunas de ellas pueden ser el paso por las calzadas romanas de El Villar, la de Garísoain del valle de Guesálaz, la del valle de Arce o la de Azcona en el valle de Yerri, donde también destaca el yacimiento de Artzi.