Las localidades de Ilarduia, Egino y Andoin, en Asparrena, se preparan para vivir una de las citas más especiales de su calendario festivo. El sonido de los cencerros, el fuego, la ceniza y el colorido se adueñarán mañana sábado de sus calles para sumergirse en sus conocidos Carnavales rurales, una fiesta que anuncia el despertar de la naturaleza con el mítico hombre de paja como el culpable de los males acaecidos durante el año en el municipio.
Los encargados de llevar a cabo esta puesta en escena serán los propios vecinos y vecinas de las diferentes localidades y los integrantes de la asociación Cultural Ilegan, que trabajan año a año por la recuperación y mantenimiento del Carnaval Rural y dotar de valor y reconocimiento a esta riqueza patrimonial.
El sábado anterior al Jueves de Lardero, los tres concejos se juntan para organizar estos Carnavales rurales, en los que un centenar de sus vecinos –este año el número de participantes va a caer por la pandemia– dan vida a los porreros y demás personajes de esta fiesta tan tradicional que comienza a mediodía con una comida de hermandad.
El Carnaval rural simboliza el final de un ciclo y el comienzo de otro. Es tiempo de tránsito. Termina el invierno y comienza la primavera. Tras un tiempo de prohibición y olvido, estas fiestas han resurgido con la fuerza en nuestro territorio. Y aunque aún son pocos los carnavales rurales en Araba, se mantienen vivos entre otros en Zalduondo, Santa Cruz de Campezo, Salcedo, en el valle de Kuartango y, lógicamente, en Asparrena.
El de Asparrena es un carnaval itinerante que comienza con una alubiada popular de todos aquellos que se van a disfrazar, los porreros. Hoy en día se asemejan a los de antaño. Se utilizan elementos que entonces había en las casas y siempre muy ligados a la naturaleza. Pieles de oveja, camisas negras o de vivos colores... todo con el objetivo de ridiculizar a los que mandaban. En los orígenes del Carnaval, los más valientes desafiaban el frío, saliendo desnudos de cintura para arriba, pintados de negro.
La pedida El recorrido se lleva a cabo para unir los tres concejos. Este año alrededor de medio centenar de personas se enfundarán sus ropajes de carnaval para participar en esta fiesta tradicional. En cada uno de los pueblos los integrantes de la comitiva realizan la pedida. "Es ir de casa en casa pidiendo donde te dan lo que buenamente creen conveniente para después compartir entre todos, aunque en alguna tenemos que robar alguna cosilla, ya que el carnaval es tiempo de transgresión", explican los organizadores. "Con este carnaval queremos transmitir lo que nuestros antepasados nos han legado", señalan.
La localidad de la que partirá la comitiva carnavalesca será Ilarduia. En torno a las 16.30 horas dará comienzo la ronda por la localidad, donde se visitarán varias casas en busca de manjares como chorizo o huevos. La música y la danza acompañarán al cortejo. Canciones como txulalai o Asparrenako martxa se interpretarán antes de comenzar el recorrido hacia Egino.
En la muga, los porreros se dividen en dos grupos, uno frente al otro, tras el porrero mayor de Ilarduia. Se baila parte de la Asparrenako martxa, con dos pikas y dos bolants. Posteriormente, el porrero mayor de Ilarduia cede la makila de mando a su homólogo de Egino. A partir de ese momento, él será el responsable de conducir al grupo del Carnaval hasta este último concejo.
Ya en Egino, el hombre de paja abandona el burro sobre el que ha realizado el recorrido para subirse a un carro de bueyes mientras los presentes degustan torrijas y toman chocolate. Con el estómago lleno y con las ganas de fiesta a tope, los porreros y demás personajes del Carnaval salen bailando hacia Andoin la marcha. En la muga se repite el acto de entrega de makila.
Tras la petición de rigor por parte de las Puntillas, entrarán en la plaza donde se empalará al hombre de paja. Desde lo alto escuchará su sentencia y, un año más, su sentencia será condenatoria. El cura, flanqueado por los monaguillos, comienza el sermón acusatorio. Al hombre de paja se le acusa de todos los males acontecidos en estas tierras. Él es el culpable de todo, o al menos así lo dictamina la sentencia. Finalizada la lectura, el fuego surge en la hoguera y todos comienzan a bailar con gran alboroto y alegría, alrededor de la enorme hoguera, mientras suenan las dantzas. Una vez que el hombre de paja ha sido quemado, toman una ronda de pintxos y van a cenar.
Una larga sequía El Carnaval rural de esta zona se dejó de celebrar –o apenas se celebró– a partir de 1936, hasta que se recuperó conjuntamente a partir de 2007. Los Carnavales de estos pueblos duraban desde el sábado hasta el martes de carnaval. Sin embargo, los días más señalados eran el domingo y el martes.
El domingo al mediodía salían los jóvenes, disfrazados de porreros, asustando a los niños y haciendo todo tipo de gamberradas. Por la tarde pedían por las casas con tambor y guitarra o acordeón. Por la noche, disfrutaban de una cena con lo recogido por las casas, con música de velada.
El lunes, los jóvenes acudían disfrazados al Carnaval de Agurain, con un carro y una mula, junto al resto de los pueblos de La Llanada Alavesa. Para la ocasión, con frecuencia los jóvenes elaboraban carrozas satíricas. Desde estos pueblos de Asparrena se acercaban los jóvenes con los bueyes engalanados y el carro.
El martes preparaban al hombre de paja. Subían al monte a por aulagas, para la hoguera. Por la tarde era acusado de los males de la localidad. Finalmente se le quemaba o se le reventaba con pólvora.
Las chicas iban como las abuelas del pueblo, todo de negro: falda, chambra, delantal y pañuelo. El rostro cubierto con una careta pintada por ellas. Los chicos con la cubierta de los bueyes colocada de distintas posiciones, normalmente sobre los hombros, atada con unas correas. De la correa del pecho, colgaban pelo de rabo de buey.
Identidad oculta Antaño, era muy importante que el disfraz y la careta ocultasen la identidad de cada persona. Incluso se disimulaba la manera de andar o se intercambiaban el calzado para no ser reconocidos. También encubrían la identidad con cuerpos deformes, ayudados por la paja, hierba u hojas de maíz. Cuanto más tiempo ocultaba su identidad, más se valoraba su habilidad en estas lides.
Además, era costumbre en tiempos pasados que los porreros llevaran un par de botas de vino con las que invitar a los vecinos en este momento de la ronda; los vecinos alzaban la bota deleitándose con aquel gesto de confraternización.
Actualmente, a los personajes que se visten en carnavales se les denomina indistintamente porreros. Pero existen diversos personajes que representan los porreros, cada uno de ellos con sus detalles y elementos particulares. El atuendo de los porreros no es uniforme, sino muy rico en detalles, coincidiendo los distintos elementos, en su mayoría, con los utilizados en el trabajo rural. Hay porreros individuales y grupales. Los disfraces grupales son gordos, cubiertas, ceniceros, puntillas y colores.
Los niños cantan a los porreros cuando éstos les persiguen: Porrero / saca las habas del puchero / saca una, saca dos, saca tres, saca cuatro, saca cinco... y echa un buen brinco!.
Si estos personajes atrapan a algún niño lo llevan al río y le mojan la cara, o le manchan de barro. Para evitarlo, los niños se refugian en el pórtico de la iglesia, lugar prohibido para los porreros. En cada una de las tres localidades se designa un Porrero mayor –porrero nagusia–, que toma el mando en la localidad correspondiente.
El personaje principal de estos carnavales es el Hombre de Paja. No es un personaje vivo, pero es el centro de todo el carnaval. Se trata de un muñeco de grandes dimensiones, con los brazos en cruz. Elaborado con tela de sacos y relleno de paja. Lleva una nariz exagerada, una enorme boina y un pañuelo rojo al cuello. Representa los malos acontecimientos sucedidos en la zona durante el último año. Por ello, en Andoin es juzgado y condenado por el cura.