“Viajando comprendes que no eres el centro del mundo”. Así se expresaba el escritor británico Colin Thubrón al narrar en un libro la experiencia que le llevó a recorrer, a lo largo de ocho meses, la Ruta de la Seda. La más célebre y antigua senda comercial de la historia del mundo que atravesó 25 países de Asia. En este sentido, Uzbekistán ocupó el eje central de esta historia. Y no sólo por su estratégica posición en la Ruta de la Seda, sino porque en este país se ubica Samarkanda, una de las ciudades más antiguas, míticas y legendarias del mundo. De la misma antigüedad (2.750 años) que Babilonia, Atenas o Roma. Poetas e historiadores de la época la denominaron La Roma del Este, La Perla del Mundo o el Edén de Oriente y fue capital de diversos imperios.

Panóramica general de Plaza Registán.
Para los europeos, viajar al Asia Central siempre fue peligroso. Uno de los pocos que se atrevió a hacerlo en 1273 fue Marco Polo en su viaje hacia China. El célebre viajero veneciano visitó Samarkanda cuando era ya una ciudad floreciente. Pero la historia de sus invasores y conquistadores es casi interminable. Saqueada primero por Alejandro Magno en el año 329, invadida después por chinos y persas, y conquistada en el siglo VIII por los árabes, se convirtió en el centro cultural del Islam. Y, aunque tres siglos después fue arrasada de nuevo por el terrible Gengis Khan, fue Tamerlán (Amir Temur), el típico señor de la guerra, cruel, aunque protector de las artes y el saber, el que la constituyó, en 1370, en la capital de Uzbekistán y del Asia Central.

Parte moderna de la ciudad, conel bazar Chou zu en el centro.
Fue durante este período cuando Samarkanda alcanzó el cenit de su poder y prosperidad. Su fama trascendió al mundo entero por sus fiestas, el lujo, y el fasto de la época de Tamerlán, con sus cuarenta mil tiendas de campaña decoradas con riquísimas sedas y joyas. Pero fueron sus sucesores, los Timúridos, quienes más desarrollo arquitectónico imprimieron a la ciudad. Como dato curioso, cabe referir que el español Ruy González de Clavijo tuvo el coraje de adentrarse en 1403 en los territorios del temible Tamerlán como primer y único Embajador Occidental en Samarkanda.
La plaza pública más notable del mundo
La belleza de la ciudad de Samarkanda ejerce un poder hipnótico sobre el visitante. Aún hoy, pueden admirarse sus bien conservados (o restaurados) vestigios históricos. Un perfecto ejemplo de ello es la gran plaza Registán (siglo XIV) a la que convergían las seis principales calles de la ciudad. Muchos la consideran la plaza pública más notable del mundo. Aquí, Samarkanda despliega su mejor escenario.

Detalle de la Plaza Registán.
Las tres bellísimas madrazas (escuelas coránicas) de Ulugbek, Sher-Dor y Tillagori, sobre las que destacan sus sublimes cúpulas de azul turquesa, conforman un armónico y fascinante conjunto arquitectónico. Se cuenta que muchos viajeros se abstraen tanto en la contemplación de tanta belleza que caen bajo una especie de Síndrome de Stendhal; el conocido fenómeno de sentimientos que alteran el ritmo cardíaco y te hacen sentir flechazos de felicidad ante obras de arte de extrema belleza.
Cada dos años, esta plaza sirve de marco para el Festival Internacional de Melodías del Este. Un evento que congrega a más de 400 artistas entre compositores, cantantes y bailarines de 50 países de los cinco continentes.

Productos típicos.
Pero no sólo de la plaza Registán vive Samarkanda. Toda la ciudad, en la que abundan soberbios jardines, rebosa de importantes monumentos arquitectónicos y arqueológicos.
Entre ellos, cabe destacar el Gur Emir –el propio mausoleo de Tamerlán–, donde se conserva un manuscrito del Corán y un cabello de Mahoma guardado en una caja que no se puede ver, la mezquita de Bibi-Khanum, el Gran Bazar Siabian, así como la necrópolis Shahi-Zinda, un conjunto de históricos mausoleos y mezquitas, o el Observatorio de Ulugbek, el más grande de Oriente y cuyas observaciones astronómicas fueron registradas en el famoso catálogo de estrellas “Zij al-Sultani”.
Por otra parte, como curiosidad gastronómica, aseguran los nativos que el pan elaborado exclusivamente en Samarkanda, se mantiene “fresco” por espacio de tres años, si no se traslada a otros lugares. Pero lo indispensable para comer es el plov, el tradicional plato de arroz, así como saborear su infinidad de frutos secos de todo tipo y su dulce de leche.

Mujeres uzbecas en la entrada de una madrazza.
La Ruta de la Seda
La Ruta de la Seda es uno de los logros más importantes de la historia de la civilización del mundo. Se inició en el siglo III a.C. y perduró hasta el XVI de nuestra era. Su itinerario partía de China y atravesaba toda Asia hasta alcanzar Europa, a través de desiertos, estepas y caminos polvorientos en los que podía pasar de todo.
En las ciudades situadas a lo largo de la Ruta se desarrollaron importantes negocios. Se comerciaba con todo tipo de mercancía: sedas de China, piedras preciosas de la India, plata de Irán, oro, cerámicas, alfombras, especias, algodón, animales exóticos, etcétera, que se exhibían en los bazares de las distintas ciudades.
Pero no sólo se trataba de hacer buenos negocios. La Ruta de la Seda servía para realizar intercambios culturales entre el Este y el Oeste. Era una ruta de diálogo. Un acercamiento de culturas y creencias. Sus protagonistas hablaban diversos idiomas. Y, en una actitud de mutua comprensión, se respetaban las diferentes religiones.
Samarkanda se convirtió en el lugar de encuentro entre los mercaderes de Oriente y Occidente. No en balde Uzbekistán es el centro del centro de Asia. El único país del mundo que está landlocked by landlocked. Es decir, que sus países limítrofes, a su vez, no hacen frontera con el mar.
Casi todas las ciudades de la Ruta de la Seda sufrieron guerras devastadoras a lo largo de los siglos. Pero fueron resurgiendo siempre para sorprender al mundo con sus riquezas y monumentos, y constituyéndose todas ellas en centros de ciencia y arte. Todas dejaron un rico legado cultural del cual hoy en día los visitantes pueden disfrutar. En este sentido, Naciones Unidas, ha planificado un Plan de Acción con el gobierno uzbeco y el resto de países que conforman esta legendaria ruta, para reforzar su imagen y potenciar su desarrollo económico y turístico.