Tras el éxito indiscutible de novelas como Memento Mori, que ha sido adaptada incluso a la pantalla de la mano de Prime Video, César Pérez Gellida (22 de marzo de 1974, Valladolid) regresa por todo lo alto a las librerías con Bajo tierra seca, la novela que le ha valido el ansiado Premio Nadal. De esta nueva aventura ha querido charlar con nosotros.
¿Cómo ha sido la experiencia de viajar literariamente a esa Extremadura de principios del siglo XX?
Cuando yo empecé a pensar en posibles ubicaciones para la novela, yo tenía que reproducir el entorno en el que Belle Guness, que es la persona en la que está basado el personaje de La Viuda, se encontró cuando llegó a Oregón en 1904. Yo buscaba grandes extensiones latifundistas, mucha miseria, la tierra en manos de muy pocos... Y empecé a pensar en las dos Castillas, recorrí algunos sitios que pensé que me podían encajar, y cuando llegué a esta zona de Comarca de Barros (entre Zafra y Almendralejo), ya no seguí bajando. Pensé que este era el lugar, porque principalmente hay un elemento ahí que le distingue de otras zonas, y es que el caciquismo estaba mucho más instaurado allí porque eran grandes extensiones, y era el elemento vertebrador de lo político y social de esa época. Y el periodo me gustaba mucho que fuera justo antes de esos felices años 20 -ficticios- y justo antes de la pandemia de la mal llamada gripe española. Ya en este momento, en el 17, empezaron a darse pequeños brotes que se confundieron con gripe aviar, pero que en realidad eran las primeras mutaciones de ese virus que luego mutó en esa gripe tan terrible. Con estos dos ingredientes se crea esa atmósfera tan hostil que yo quería generar para de alguna forma explicar por qué los personajes se comportan de esta forma tan hostil.
Tras haber caminado y cabalgado entre polvo, caballerizas, entre enfermedades antaño olvidadas, ¿le ha costado volver al siglo XXI?
¿Quién te ha dicho que he vuelto? (Risas). No, no me cuesta. Es cuestión de interpretación, y es verdad que el trabajo previo de documentación, en el momento en el que tienes que captar la esencia de los lugares, igual que entras sales.
¿Cuánto tiempo le ha llevado ese trabajo de documentación?
Yo, en el momento en el que tengo las condiciones mínimas para empezar a escribir me pongo a escribir. Y luego me voy encontrando por el camino otras muchas necesidades de documentación específicas, como por ejemplo los vehículos a motor, el momento en el que empiezan a llegar a España. Yo no sé cómo funciona un Hispano-Suiza.
O cuántas jornadas a caballo nos llevará llegar de un punto a otro.
Por ejemplo. Esos detalles son muy importantes, porque son los que hacen viajar al lector a esa época. Son los detalles en los que me interesa pararme con mucho detenimiento para terminar de perfilar bien el dibujo de la época.
Una época en la que no existían los móviles. Ahora, estoy segura de que ha conseguido que los lectores se separen de los suyos para embarcarse en esta lectura.
Ojalá. Sería muy buena señal, porque uno de los propósitos que uno tiene cuando escribe un thriller es atrapar al lector desde las primeras páginas hasta el final. Si eso lo consigues, habrás dado un paso de gigante a la hora de captar la atención.
Antes de hablar de los personajes, me gustaría preguntarle por las adicciones. Aquí encontramos adicción al opio, al poder, al dinero, a las mujeres... ¿Cuál diría que es la más potencialmente peligrosa o mortal?
Es verdad que hay muchas adicciones, no me había dado cuenta. No era un propósito. Es verdad. Hay adicciones físicas y todas terminan aquí. La adicción al sexo de Jacinto Padilla que lo convierte en un auténtico pelele, la adicción al opio de Gallardo que lo debilita, la adicción al dinero que tiene Acevedo, y al poder que podría estar representada en la familia Espinosa exactamente igual, te hace perder la perspectiva de todo. ¿Cuál es la más peligrosa de todas? Yo creo que todas llevadas al extremo. El problema es a qué nivel de adicto te has convertido, y la verdad es que a lo que no me gustaría engancharme es al opio.
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Además, tenemos a la viuda Antonia, a la personificación de la autoridad en Gallardo..., multitud de personajes. Y ha conseguido que todos tengan luces pero sobre todo sombras. ¿Cómo se logra eso?
Es una cuestión de interpretación. Tú puedes tener una muy buena historia, pero si no eres capaz de interpretar un papel, meterte dentro de la cabeza de un personaje y le das vida y dejas que se desarrolle dentro de tu cabeza, va a ser muy difícil que conectes con los lectores. La historia, si no consigues que el lector empatice, se vive de una forma muy aséptica. Ahora, si tienes personajes muy potentes pero tu historia es una mierda, va a dar igual (risas). Pero para mí estos dos elementos tienen que pesar lo mismo, la historia y los personajes.
¿Cómo ha sido ahora ganar el Nadal con esta obra? ¿Era algo esperado?
No, la verdad. Es algo que no te esperas. Yo cuando decidí presentar Bajo tierra seca al Nadal era porque es una novela independiente y me cuadra, pero de verdad que no tenía el propósito, la presenté como la presentaron otros 600 compañeros míos. Cuando te dicen que eres finalista, ya cambia un poco la película. Y cuando dicen tu nombre es una alegría del copón.
¿Ahora, entonces, qué sueños le quedan por cumplir?
El principal es poder mantenerme en este oficio y vivir de ello, porque igual que ahora estás en lo más arriba, con que te equivoques dos veces desapareces. Entonces, para mí lo prodigioso de esto, lo que yo desearía, es poder ser Eduardo Mendoza, tener ochenta y pico años y seguir escribiendo.