¿Ya ha volado el mes de agosto?, se pregunta Joseba, sin dar crédito al calendario. La resaca de las vacaciones pasa factura, y es ahora, justo en la recta final, cuando la vuelta a la rutina se hace más cuesta arriba. Se calcula que alrededor de un 30% de los trabajadores sufre o va a sufrir el síndrome postvacacional durante estos próximos días.
Pero la depresión de la postumbona es una filfa. Aunque nos invada la sensación de cansancio, tristeza o ansiedad, en realidad se trata de una respuesta totalmente normal o, como mucho, de un trastorno de adaptación que dura pocos días. “Es un fenómeno psicológico y físico que muchas personas experimentan al regresar al trabajo o a la rutina después de un período de vacaciones. Suele producirse debido a una transición abrupta de un período de relajación y ocio a las demandas del día a día, pero no es preocupante”, dictan al unísono los expertos.
Porque este síndrome postvacacional está documentado pero no está catalogado en ningún manual de diagnóstico. Lo cual implica que no hablamos de una patología en sí misma, y de hecho la OMS no la reconoce. Tan solo hablamos de un conjunto de síntomas que afectan a la calidad de vida como desánimo, apatía, cansancio... y solo se contempla, en los casos más graves, como un trastorno de adaptación. Y todo ocurre después de haber disfrutado de un periodo donde el nivel de tensión y estrés ha disminuido mucho.
Lo que es innegable es que la depresión postvacacional puede llegar a tener un impacto significativo en el bienestar emocional y mental de quien dice padecerlo. “Las dificultades para readaptarse a la rutina laboral pueden dar lugar a sentimientos de ansiedad, irritabilidad, y bajo estado de ánimo. Esta transición abrupta puede afectar la concentración y la motivación en el trabajo, generar agotamiento, así como variaciones en el ciclo del sueño. Por eso, es fundamental emplear estrategias que ayuden a mitigar sus consecuencias negativas”, explica Delia García Moratilla, psicóloga de Sanitas. A su juicio, lo principal es realizar una transición gradual. “Por ejemplo ajustar los horarios y actividades para que se asemejen más a la rutina laboral habitual. Esta medida ayuda a reducir el impacto de la transición entre el tiempo libre y las responsabilidades laborales”, explica.
Entorno laboral hostil
Pese a que volver a trabajar se haga pesado para cualquiera, lo cierto es que este problema se agrava cuando se trata de personas que perciben de forma negativa su trabajo, ya sea por las condiciones, por la exigencia o el estrés que el puesto pueda conllevar.
Para Mireia Cabero, profesora de Psicología de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), este fenómeno no afecta a un perfil concreto, sino a la forma en la que la persona afronta el retorno a la vida laboral. “Cuanto más negativa y poco interesante sea su rutina, más posibilidades hay de sufrir las consecuencias de una depresión posvacacional”, apunta.
De hecho, se ha confirmado que los empleados más propensos a tener este síndrome no son solo los que disfrutan de unas largas vacaciones, sino también los que vuelven a un entorno laboral hostil. Porque si el trabajador no se encuentra cómodo y contento en su ámbito de trabajo, ya sea por las tareas que desempeña o por las relaciones sociales, este síndrome se agrava.
Los consejos para hacer más llevadera la vuelta pasan siempre por adaptar los horarios. “En los días previos a nuestro regreso debemos ir amoldando nuestro horario al habitual”, se señala. Si la adaptación es complicada, se sugiere dividir los periodos vacacionales en bloques más cortos y distribuidos a lo largo del año porque eso ayudará a sobrellevar mejor la adaptación. Como receta, se sugiere incorporarse al trabajo a mitad de semana ya que volver el lunes puede convertir la semana en un periodo demasiado largo.
Otro mantra que se repite es no apurar hasta el último minuto para volver. “El regreso a nuestro hogar habitual facilita una transición más suave y nos permite organizarnos sin tener que andar agobiados”. Y finalmente, otro must que no falla es afrontar el trabajo con una actitud más positiva. “Si tenemos 30 días naturales de vacaciones al año, eso representa aproximadamente el 8% del tiempo total del año. El 92% restante lo dedicamos a nuestras rutinas habituales, nuestro trabajo, familia, amigos… ¿No crees que es más importante el 92% que el 8%?”, preguntan los expertos.
Intervalos de 25 minutos de trabajo y 5 de descanso
Después de un largo descanso, puede llevar tiempo volver a estar concentrado en las tareas laborales. Por eso se recomienda un entorno de trabajo o estudio tranquilo y organizado e intentar eliminar las distracciones, dado que el desorden y las notificaciones constantes de los dispositivos móviles son el principal motivo de la falta de concentración.
La aplicación Ringover aconseja que para mantener la concentración es fundamental hacer pequeños descansos, e insta a practicar la técnica Pomodoro, que consiste en dividir el tiempo en intervalos de trabajo de 25 minutos seguidos de cinco minutos de descanso. Después de cuatro intervalos, hay que tomar un descanso más largo de quince minutos. Esta técnica ayuda a mantener la concentración y a ser productivo.
Agobiarse o sentirse superado por la cantidad de tareas acumuladas después de las vacaciones también resulta normal. Y aunque es difícil lidiar con ello, es cuestión de organizarse. Lo más recomendable es hacer listas de tareas junto con un calendario. Además, hay que priorizarlas, clasificándolas según la urgencia que se tenga y dividirlas en pequeñas partes asignándole unos plazos a cada una.
Y es que el síndrome postvacacional puede manifestarse con síntomas físicos como dolores de cabeza, problemas digestivos, malestar general o tensión muscular, especialmente en el cuello y espalda. Asimismo puede haber cambios en la piel provocando urticaria o brotes de acné, e incluso sensación de opresión en el pecho, pero siempre considerando que estos síntomas varían según las personas y su nivel de sensibilidad al estrés.