Cultura

Dientes de sierra culturales

El sector cultural alavés cierra un 2022 lleno de contrastes, sobre todo derivados de las consecuencias producidas por la pandemia, unidas a los ecos de la crisis económica anterior
Público en el Azkena de este año

Da la impresión de que ha pasado mucho más tiempo. Tal vez porque la montaña rusa de estos últimos doce meses ha producido tantos escenarios tan dispares entre sí que parece mentira que todo haya sucedido solo en 2022. Pero no está tan lejano ese enero en el que la mayoría de los escenarios alaveses estaban cerrados a consecuencia de las restricciones derivadas de la situación sanitaria. Hasta mediados de febrero se mantuvo una situación que, de una jornada para otra, cambio de manera radical.

No es un decir. El sector cultural se acostó un buen día con una larga lista de limitaciones a su actividad para levantarse al siguiente sin ni un solo condicionamiento con respecto al covid. Se abrió la veda entonces para una sobreprogramación de la que Álava no se escapó. Al contrario. Ese exceso de propuestas se unió, sobre todo en primavera, a un hecho que hoy sigue preocupando: la tímida respuesta del público, motivada tanto por el miedo como por la escasez de recursos económicos y la perspectiva de una nueva crisis. La de eventos que se llegaron a suspender entre marzo y junio por falta de movimiento en taquilla fue algo nunca visto.

Es verdad que los espacios dependientes de las instituciones han podido aguantar mejor esa bajada de espectadores por el soporte económico de sus respectivos presupuestos, pero los datos de asistencia hablan a las claras en citas como el Festival Internacional de Teatro de Vitoria. Sí, se está mucho mejor que en 2020 y 2021, pero los parámetros no son todavía los de 2019 y 2018. Cuesta evaluar si se está ante algo que se irá corrigiendo poco a poco o si hay más mar de fondo de la que algunos piensan.

Con todo, no se puede olvidar la alegría de unos doce meses en el que la palabra clave ha sido reencuentro. Falta espacio para enumerar todo lo que, después de tres años de espera, se ha podido volver a celebrar. Se han puesto en marcha nuevas propuestas –como la editorial Uzanza o el encuentro Arabasamba– y se han celebrado cumpleaños como los del Festival de Jazz (45), TMEO (35) ARF (20), Artium (20), Inmersiones (15), Aitzina Folk (10), Urban Rock (5)...

Especial mención hay que hacer al área audiovisual en el territorio. Tras el Goya a María Cerezuela, han llegado muy buenas noticias para Paul Urkijo, María Elorza, Estibaliz Urresola... y las que queda. Si, además, Beatriz de Silva consigue dentro de poco que su corto Tula sea nominado a los Oscar, la guinda al pastel puede ser histórica.

Lo que viene

Pero toca empezar a mirar a 2023, otro año con muchas incertidumbres sobre la mesa porque, sobre todo en lo relacionado con los espectáculos en vivo, nadie es capaz de afirmar cuáles van a seguir siendo las consecuencias de la pandemia. Además, es año de elecciones municipales y forales, lo que suele traducirse en paréntesis dentro de las administraciones que afectan, de una manera u otra, al devenir del sector en su relación con lo público.

En el caso de las instituciones, por su parte, hay muchas cuestiones, sobre todo relacionadas con las infraestructuras, que todavía no tienen respuesta. La reforma del Iradier Arena ha desaparecido tan rápido que ya nadie se acuerda de ella, sin perder de vista que según el Ayuntamiento de Vitoria, en este 2023 se tendría que cerrar sine die el Principal a no ser que se haga la reforma anunciada. Nadie sabe tampoco nada de la búsqueda del tesoro que debería propiciar el cambio de sede del Museo de Ciencias Naturales, a la espera de conocer si se va a cerrar la sala Amárica para su actual uso en torno a la fotografía contemporánea, como anunció hace tiempo la Diputación.

Y así habría más cuestiones, como qué va a pasar con Montehermoso tras la desaparición de Oihaneder Euskararen Etxea y la apertura del Gasteiz Antzokia. O si el Antzoki de Laudio va a tomar el impulso definitivo. O... Como siempre con la mayoría de las instituciones, tocará hablar más de continentes que de contenidos, eso seguro.

Por de pronto, el arranque del nuevo año viene marcado por una idea compartida entre muchas voces del sector cultural alavés: como mínimo, no retroceder. A partir de ahí, habrá que ver si es posible seguir superando las consecuencias de la pandemia, unidas a los ecos de la crisis económica de 2008, que todavía perduran en este ámbito de la sociedad. Ojalá lleguen muchas y grandes noticias porque eso será bueno para Álava en su conjunto.

La sorpresa de Abarrategi

Tras dos intentos frustrados por la pandemia, por fin la pasada primavera se pudo celebrar el Campeonato de Bertsolaris de Álava. A principios de junio, el Europa se estrenó como sede de la final, un saio muy emocionante en el que un triunfal Peru Abarrategi se llevó la txaplea a Aramaio. No hubo tanta suerte en el de Euskal Herria, donde Maialen Lujanbio volvió hacer historia.

Peru Abarrategi Jorge Muñoz

Un caluroso reencuentro en Mendizabala

Ni en 2020 ni en 2021 fue posible. Con todo, el Azkena Rock Festival pudo llevarse a cabo a mediados de junio, no ya celebrando sus 20 años de camino sino, sobre todo, el hecho de poder reencontrarse con el público. Con los termómetros disparados, por el evento pasaron nombres como los de Patti Smith y The Offspring.

Concierto de Patti Smith durante el Azkena Rock Festival Alex Larretxi

Entre premios y rodajes

El sector audiovisual alavés sigue en un momento dulce. Empezó el año con el Goya a María Cerezuela como mejor actriz revelación, para después asistir al estreno de Irati (Paul Urkijo) en Sitges y A los libros y a las mujeres canto (María Elorza) en el Zinemaldia, y al rodaje de 20.000 especies de abejas (Estibaliz Urresola), eso sin olvidar la magnífica marcha de los cortometrajes Tula (Beatriz de Silva) y Cuerdas (de nuevo, Urresola). Y hay que estar atentos al arranque de 2023 puesto que tanto Irati como Cuerdas y el actor Mikel Bustamante pueden ofrecer grandes noticias en los Goya, a la espera de saber si Tula consigue la nominación a los Oscar. Sería algo histórico.

Con Iñaki Añúa presente

El Festival de Jazz de Vitoria volvía a su casa en julio con la intención de cerrar el paréntesis marcado por la pandemia, y aunque Mendizorroza recibió al certamen con los brazos abiertos, el arranque del certamen no pudo ser peor. La noticia del fallecimiento de Iñaki Añúa, quien durante 40 años fue el director de la cita y el gran responsable de convertirla en un referente, fue todo un jarro de agua fría. Con todo, en muchas actuaciones, los propios músicos tuvieron palabras de recuerdo para el capo. Pasó también en el concierto de clausura, en el que el rap pidió pasó de la mano de un Kase O que puso en pie al polideportivo. Además, el festival estrenó un nuevo escenario en el Prado.

Kase O en el Festival de Jazz de Vitoria 2022 Pilar Barco

Nuevas iniciativas

A pesar de que la concatenación de la crisis económica con la sanitaria no dibuje el escenario más propicio para poner en marcha nada, el sector cultural alavés ha visto nacer nuevas propuestas a lo largo de estos meses. Es el caso, por ejemplo, de la editorial Uzanza, que además desarrolla su iniciativa desde Zuhatzu Kuartango.

María Santórum Pilar Barco

La importancia de lo presencial

Si algo ha caracterizado a este 2022 ha sido la posibilidad de recuperar no solo muchas iniciativas suspendidas o mediatizadas por la pandemia, sino, sobre todo, el poder volver a estar en los actos culturales de manera presencial y normal. El último ejemplo ha sido el del festival del dibujo y la ilustración Mazoka.

Edición de este año de Mazoka Jorge Muñoz

01/01/2023