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Betis 4-0 Real Sociedad | La crónica: Remiro adelanta la Navidad

Los jugadores de la Real calientan antes del comienzo del partido.
Los jugadores de la Real calientan antes del comienzo del partido.

Noche negra en el Villamarín. La Real cayó goleada en un partido para olvidar cuanto antes, porque fue la confirmación de que algo no está funcionando bien en la Liga desde que se lesionaron Merino y Silva en Mónaco. Los de Imanol sucumbieron con estrépito por una evidente fragilidad colectiva, pero también por flagrantes errores individuales que a este nivel, frente a uno de los candidatos a Europa, te condenan. Álex Remiro vivió probablemente su peor día desde que recalara en la Real, con un fallo gravísimo cuando todavía los dos contendientes se encontraban en la fase de tanteo y con una falta de personalidad preocupante para reaccionar en la fatalidad. Se volvió trasparente y transmitió una inseguridad alarmante que acabó por contagiar a todo el entramado defensivo donostiarra. No se puede culpar de una derrota como esta solo a un futbolista, aunque el puesto de portero es así de ingrato. Ya se lo comentó Moyá después de tragarse el disparo de Muniain en el derbi: "Si no puedes con esto, haberte hecho delantero centro". Pero también es cierto que el equipo no estuvo a la altura física del envite y que no era descabellado pensar que en la segunda mitad se corría el riesgo de debacle al haber llegado con el depósito de gasolina y de energía bajo mínimos tras su exhibición europea del jueves.

La Real se sobrepuso con entereza al primer golpe en el mentón que encajó y fue mucho mejor que su rival antes del descanso, pero en la reanudación los verdiblancos aguardaron su oportunidad y en cuanto anotaron el segundo por la autopista sin peaje que encontraron por su banda izquierda, ya sabían que tenían KO en la lona a su visitante. El noqueado encajó otros dos, como podía haber recibido alguno más porque en cuanto se acercaban a la portería txuri-urdin hacían sangre sin apenas oposición. Mientras, en el área contraria, Portu no fue capaz de aprovechar ninguna de las opciones que dispuso para empatar antes del entreacto, que hubiera dibujado un choque distinto que no sabemos cómo habría terminado. Y lo peor es que nunca lo sabremos.

Visitar al Betis en su guarida cuando se encuentra de dulce y en una situación clasificatoria óptima no es una misión nada sencilla. Se trata de uno de los estadios que más presión ejerce sobre el visitante y, por ende, sobre el colegiado. Una grada caliente, más aún cuando se cuelga el cartel de no hay billetes, que provoca que no sea fácil competir en su terreno de juego ni aunque su propia afición se encuentre de uñas con los suyos, como sucedió la última vez que perdió la categoría. Por si fuera poco, los verdiblancos y el Villarreal se han convertido en los últimos meses en los rivales más directos de los de Imanol. Los duelos entre ellos se suelen decidir por detalles, lo cual no invitaba a pensar en nada bueno por la diferencia de la dificultad de los duelos que afrontaron ambos conjuntos el jueves en la Europa League, y suelen suponer un buen termómetro para conocer el estado de forma de cada uno (así acabó siendo). La Real se jugó la clasificación contra el PSV; y el Betis, que había sellado su pase anteriormente, pudo reservar a jugadores en Glasgow, aunque contaba con el agravante del viaje hasta las lejanas tierras escocesas. Aparte del atractivo extra de los tres exrealistas (Canales, Juanmi y Willian José) que hoy en día marcan las diferencias con la casaca bética (15 de las 25 dianas llevaban), la eliminatoria en la Copa del curso pasado, que se decantó de forma injusta en favor de los sevillanos por una decisión incomprensible de Mateu Lahoz, aumentó la tensión de una rivalidad que cada vez tiene más picante...

Imanol se tomó muy en serio la cita después de encadenar tres encuentros sin conocer la victoria en la competición doméstica. El técnico solo introdujo un cambio respecto al once que puso patas arriba Anoeta el jueves con una victoria ante el PSV plena de garra, casta y fútbol. Barrenetxea sentó a Januzaj. Gran oportunidad para el donostiarra en una noche de cuchillos largos y de máxima exigencia en la que estaba obligado a demostrar que había llegado de nuevo su momento (habrá que esperar). El resto, los mismos, con Zubeldia de nuevo en la medular para dotar del músculo que adolece el equipo mientras Merino continúe fuera por su lesión, y Oyarzabal en la mediapunta. No por repetidas se nos pasa por alto una noche más la lista de cuatro bajas vitales txuri-urdin como Monreal, Silva, Carlos Fernández y el citado centrocampista navarro. Enfrente, un Betis con su once de gala.

Cuando un equipo es tan osado como la Real y sale a jugar de la misma forma en la gran mayoría de escenarios sin tener en cuenta la dificultad del envite, hay una cuestión muy importante que se llama medir los riesgos. Si el rival pega una patada en largo hacia un delantero que todavía se encuentra muy lejos de una portería que no tiene a tiro y con un defensa que corre a su lado con la situación bajo control, no se puede entender que salga el portero. Qué puede ganar y qué puede perder. Es una simple evaluación de posibles desperfectos. Fue tan inconcebible la excursión suicida de Remiro que, cuando apareció en el plano de televisión, parecía más un espontáneo que había saltado al campo que el propio portero de la Real. Dicho todo esto con la comprensión de que con la fórmula que propone Imanol, el meta actúa muy expuesto y se ve obligado a tomar decisiones a vida o muerte que no muchas veces no dependen solo de proteger su arco bajo palos. El navarro se equivocó gravemente en un día fatal, porque todos presagiábamos un encuentro muy igualado en el que quien marcase primero iba a estar muy cerca de llevarse el gato al agua. Willian José tuvo tiempo para darse cuenta de que el adversario que tenía en frente era el meta, lo que le permitió darse la vuelta y asistir a Álex Moreno para que anotara a puerta vacía. Tremendo. La cara de incredulidad de los realistas era de campeonato. Sabían que podía ser un mazazo letal a las primeras de cambio. Hasta ese momento, solo Canales e Isak, en sendos disparos lejanos sin peligro habían agitado un poco el inicio de la contienda.

A partir del 1-0 se inició un encuentro completamente distinto. La Real no tardó en demostrar orgullo y convicción para reaccionar, ya que es un equipo que suele responder muy bien ante las adversidades. Incluso las de este calibre. En cuanto Zubimendi agarró el timón, los blanquiazules sometieron a un Betis que se parapetó delante de su área para jugar en ventaja a la contra. El futbolista más incisivo de los blanquiazules fue Portu, que se convirtió en un dolor de cabeza para el flanco izquierdo de la zaga andaluza. Hasta cinco ocasiones dispuso para anotar la igualada antes del entreacto, pero, una vez más este curso, le volvió a fallar la puntería. La primera opción nació en las botas de Zubimendi, con un taconazo maravilloso de Oyarzabal para habilitar al murciano, que maniobró rápido y bien, pero su chut se marchó lamiendo el palo. Poco después, conectó un taconazo en el área espléndido que detuvo el meta bético. Luego robó una pelota en el área y su chut cruzado lo salvó con la punta de los dedos el luso, antes de que Bartra cortara otro disparo y que un forzado cabezazo suyo a centro de Barrenetxea lo volviera a salvar Rui Silva.

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El Betis se fue por delante en el marcador sin apenas crear oportunidades. Su único acercamiento tras el regalo de Remiro fue una media vuelta de Guido que salió desviadoa córner, en una acción incomprensible de la zaga realista, ya que recibió dentro del área de un saque de banda.

La sentencia

En la reanudación, la Real volvió a intentar dominar, pero al Betis se le vio mucho más entero y con un plan para sentenciar cuanto antes el duelo. Sin que los visitantes generaran peligro, llegó la acción del segundo tanto, en una subida de Álex Moreno, al que no siguió Portu, y su centro bombeado al segundo palo, en otra acción estudiada, Juanmi le ganó el salto a Aihen para cabecear a la red. Alguno de los ex iba a marcar, eso lo teníamos también muy claro. Al lateral no le ayudaron ni Remiro ni Le Normand.

Con los de Imanol groguis por el campo, llegó el tercero en una acción que nació en un mal saque de puerta del meta txuri-urdin, pero que, tras dos fáciles toques, Fekir penetró por el centro y le batió con un disparo suave y raso que tampoco es que entrara pegado a la madera. Sánchez Martínez, al que le gusta mostrarse tan influenciable con chulería para ocultar su cobardía, no quiso ver un claro penalti por un manotazo de Rui Silva a Zubimendi. Pero esto tampoco puede servir de excusa, porque Remiro por fin paró un disparo de Carvalho antes de que Álex Moreno entrase de nuevo como por el pasillo de su casa y cruzara su disparo a las mallas.

En los minutos finales, Turrientes y Navarro estuvieron muy cerca de estrenarse como goleadores, pero el primero chutó fuera y el segundo se topó con un Rui Silva que fue uno de los grandes héroes de su equipo a pesar de la goleada.

Fue duro, muy duro. La Real vivió una de esas noches para olvidar que tanto nos acostumbraba en otros tiempos. Este equipo siempre suele competir bien y se mantiene de pie en los choques a pesar de que pueda caer, como lo va a hacer varias veces en cada campaña, pero ayer simplemente no le salió nada. Lo mejor que se puede hacer después de goleadas tan hirientes es aprender y tomar nota de todo lo que no se puede repetir, y hacer borrón y cuenta nueva cuanto antes. Será lo mejor para todos. Este curso no concede ninguna tregua, ni cuando tocas el cielo, como ante el PSV, ni cuando te quemas en el infierno, como ayer en el Villamarín. El miércoles tocará beber un buen trago en la Copa para olvidar las penas. Sin veneno, claro, porque lo de ayer dolió. Y mucho.

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2021-12-13T16:57:02+01:00
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