No se puede entender. Cuando se rompen los sueños y las ilusiones de una manera tan contundente y sin que tenga una mínima explicación razonable, solo queda el vacío. El día menos pensado, la Real de Imanol se desplomó en su estadio. Al menos lo hizo tras una exhibición de su rival, que le ha endosado ocho goles en dos encuentros sin que le haya marcado ninguno. Pero el análisis no puede quedarse ahí, ya que si se comparan ambas plantillas la diferencia no es para nada tan grande, con el agravante de que ayer comparecieron en Anoeta con bajas clave, como la de Guido. Que nadie se lleve a engaño, no existe ni la más mínima justificación a lo sucedido anoche. Fue un descalabro sonado. Los defensas, los centrocampistas y los delanteros del Betis fueron infinitamente superiores a los realistas. Eso sin contar con la paliza que recibió Imanol en la pizarra de manos del ingeniero Pellegrini, gran triunfador de la noche. Pero hay algo que chirría mucho más que ser mejor o peor y tener un día más inspirado o no. Los blanquiazules perdieron casi todos los duelos individuales. Sin garra ni casta ni orgullo. "Échale huevos", le cantó su propia afición, en un grito que nunca se había escuchado en Anoeta desde que Imanol era el entrenador txuri-urdin. No se dieron cuenta de que estaban dejando pasar una oportunidad histórica de entrar en unas semifinales y de repetir otra final cuando todavía no se ha cumplido un año de la Copa ganada en Sevilla.
Es cierto que todo lo que podía salir mal, salió peor. El Betis se puso por delante al aprovechar un error incomprensible de Guevara en una jugada en la que no existe fuera de juego por milímetros. Con el marcador a favor, Januzaj empató, pero le anularon un tanto vital por un supuesto off side por una uña, que no parecen confirmarlo ni las imágenes. Por si fuera poco, Le Normand cabeceó al palo y en la primera acción de la reanudación, en la ocasión decisiva del duelo, Isak no convirtió un gol infallable solo, con todo a su favor, y con Rui Silva que parecía batido, antes de sacar una mano milagrosa. Llevamos semanas hablando de la falta de gol del equipo y cuando ha llegado la hora de la verdad la factura que se ha pagado ha sido muy cara. Y lo de Isak, el mismo por el que dicen que la Premier va a pagar 90 millones en verano, es reincidente a la hora de desperdiciar goles cantados. Así es imposible. Ahí estuvo el partido porque a partir de ese momento el Betis volvió a venirse arriba y encontró un filón en su banda izquierda, en donde nacieron los tres tantos siguientes.
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Por cierto, doblete de Juanmi, gol de Willian José, de penalti, y partidazo de Canales. A ver si tenemos que analizar un poco esta relación, ya que la Real comienza a ser el particular Barça para el Atlético del Betis. Apenas rasca cantidades menores o ninguna en sus marchas y, sin embargo, una vez vestidos de verdiblancos, los patitos feos se convierten en cisnes. Un tema sin duda al que darle muchas vueltas, porque, como es normal, al aficionado txuri-urdin le escuece, ya que no hay peor cuña que la de la misma madera. Y estos antes eran nuestros, aunque ahora no los podamos ni ver. Las cosas como son.
Guevara, la novedad
Imanol se decantó por Guevara. Al margen de que es un jugador que le gusta mucho por la seguridad y la fiabilidad con la que juega siempre (o casi siempre), se desconoce el estado real de Zubimendi y el peligro que corre de caer lesionado de mayor gravedad. Lo que no admite duda es que su cuerpo lleva semanas avisándole y se desconoce el peligro que se hubiese corrido en caso de haber salido de inicio. Aunque, eso también es cierto, a nadie se le escapa que a día de hoy el titular es el donostiarra. El resto del equipo fue el esperado, en lo que se ha considerado en las horas previas como el once de gala, con el recuperado Aihen en el lateral y Silva en la mediapunta. Enfrente, Pellegrini optó por el planteamiento anunciado desde Sevilla, con Sabaly en el lateral derecho, Edgar haciendo de Guido en la medular y Borja Iglesias en punta en lugar de Willian José.
La primera jugada del encuentro fue cuanto menos significativa. Contra que conduce Januzaj con dos buenas alternativas y, en lugar de apoyarse en sus compañeros, intenta un disparo desde su campo para tratar de sorprender a un adelantado Rui Silva. Una precipitación de campeonato. La Real continúa sin saber controlar y dominar los nervios en los días importantes. Como le sucedió ante el Mirandés el pasado curso. Cuando más ganas tiene le supera el ansia y el deseo de clasificarse antes incluso de jugar. No se puede entender la actitud con la que afrontaron un encuentro ante un durísimo rival como el Betis, el equipo de moda de la Liga, sin ser consciente de que duraba noventa minutos y de que iba a ser una batalla muy larga. De pico y pala. De conquistar cada metro con sangre, sudor y lágrimas. Desde el inicio se vio una Real desquiciada, como si fuese a decidir el partido en sus primeras intervenciones. Una Real perdida, desconocida, con sus centrocampistas siendo anulados por los del Betis y con sus violinistas ofensivos mucho menos inspirados que los de los visitantes. Una decepción absoluta, porque todos pensábamos que este equipo había alcanzado una madurez fiable y solvente. Y no es así. En ningún momento supo jugar y manejar un choque de altos vuelos como el que le propuso el conjunto bético. Sus futbolistas parecieron flojos y pipiolos al lado de sus oponentes. Fue de lo más frustrante que se recuerda en Anoeta.
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A los cuatro minutos, William ya había rozado el gol en un córner; y a los once, Juanmi anotó el 0-1 en una jugada incomprensiblemente mal defendida primero por Merino y después por Guevara, que se dejó robar un balón de oro dentro del área que el portugués sirvió al de Coín para que anotase en una acción muy parecida a la que luego falló Isak. Para que lo entendamos todos mejor o al menos lo intentemos. Oyarzabal tiró de casta y orgullo para rescatar y tirar del equipo con dos buenos remates que detuvo Rui Silva. Incluso Le Normand cabeceó un córner de Januzaj al palo y Merino no logró dirigir el suyo desde muy cerca, antes de que el belga empatara en una jugada desconcertante. Cuando confiábamos en una agobiante oleada local en los últimos minutos, nos encontramos con que Remiro salvó el segundo ante un Fekir que firmó una actuación imperial.
Grave fallo de Isak
En la reanudación, la Real se quedó sin empatar en la acción de Isak cuando todo hubiese cambiado en ese momento, incluso en la jugada siguiente Bartra estuvo a punto de introducir en su propia meta un centro-chut de Aihen, pero se acabó. El arreón duró muy poco y el Betis no tardó en volver a hacerse con el control del encuentro. Basando su superioridad en una colocación, una ocupación de los espacios y en ganar todos los duelos individuales. Así llegaron los otros tres goles, otro de Juanmi, un penalti que transformó Willian José y una contra culminada por Aitor Ruibal. Pero pudieron ser más porque Remiro salvó el tercero del exrealista. Todo ello sin ningún conato de reacción ni individual, ni coral ni en el banquillo, donde Imanol tardó demasiado en buscar soluciones al despropósito que estaba contemplando cariacontecida la grada.
Se acabó lo bueno. Este hundimiento en un momento inmejorable se cobra el pago de una competición. Y lamentablemente era la que más ilusionaba a la afición, ya que soñaba con otra final, esta vez con su presencia en la grada. Se lo deben y se lo merece. Lo mejor fue su respuesta al final del encuentro. Siempre comprensiva, siempre al lado de los suyos. No pudo ser. La Real se vino abajo la noche menos pensada. Pero si encontró protección y apoyo es porque se lo ha ganado a pulso con sus buenas actuaciones en estos años. Aunque el disgusto que nos dio ayer no se nos va a olvidar en mucho tiempo. Así de claro. Y de triste. Solo queda el vacío...
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