Decía Imanol al término del encuentro ante el Valencia que “lo que no era normal es que nosotros estuviéramos donde estamos”. La frase dejó con la mosca detrás de la oreja a muchos de los seguidores blanquiazules. La pregunta es cuál es la nueva normalidad de este equipo, y si es esta, con una victoria en los últimos siete partidos, la normalidad que nos aguarda de aquí hasta el desenlace del campeonato. Cuando fue preguntado por esta duda en la previa, no titubeó en suavizar su mensaje y romper una lanza en favor de su equipo: “No solo nosotros, a todos los equipos, da igual parte alta, media o baja, les cuesta ganar partidos. Los pequeños detalles marcan y esos que antes caían en nuestro favor, han caído en contra y es lo que marca sacar o no los partidos adelante”. Pues bien, no Imanol, no, ya no son solo detalles los que condenan a la Real a ser incapaz de ganar partidos. El problema es mucho más importante y por ahora no le está encontrando respuestas ni soluciones. Aceptamos que lo del Valladolid fue un accidente, que los apuros del baile de Cornellá llegaron por dos acciones puntuales e incluso que el empate del Celta, indiscutiblemente merecido, hubiese podido ser distinto de haber llegado antes el tanto visitante. Vale. Pero con esta marejada de fondo, lo que no admite ningún tipo de justificación es la penosa derrota en Mestalla ante un anfitrión moribundo y la desalentadora igualada de este viernes ante otro candidato al descenso en un encuentro en el que su portero Ledesma solo se vio obligado a hacer una parada de mérito y esta fue en el minuto 102. Saquen sus propias conclusiones.
De repente la Real es un equipo lento y previsible. Imanol había declarado el jueves para elogiar el regreso de Silva que “el balón rodaba diferente en el entrenamiento de Zubieta”. En Anoeta también sucedió lo mismo. Pero aquí el cambio fue a mucho peor. Su circulación está atascada, con un Zubimendi desconocido, víctima ante eñ Cádiz de un marcaje muy estrecho que le impidió mover la pelota con claridad. Uno de los grandes males que acecha a los realistas es que han confluido los que llevan mucho tiempo jugando, que arrastran un desgaste que nadie esperaba tan elevado a estas alturas del curso, y los que vuelven tras semanas de inactividad sin el lógico ritmo de competición. Y se nota mucho. Al Cádiz le bastó con cerrar todas las líneas de pase creando un embudo en el medio, algo que ya intentó el año pasado pero que hizo estallar por los aires la calidad en los espacios reducidos de Silva, e incluso pudo llevarse el triunfo en su única ocasión, la más nítida del duelo, con un remate al palo de Roger.
Imanol declaró la víspera también que tenía muy claro el sistema que iba a utilizar, pero el regreso al rombo no conjugó demasiado bien con la defensa a ultranza que hizo del juego del equipo en este último mes en el que venía actuando un 4-3-3. La gran sorpresa en el once fue la vuelta de Carlos Fernández en punta para dar descanso a un Sorloth que llevaba muchos minutos acumulados con la rodilla tocada. La otra novedad fue el regresó de Gorosabel en el lateral derecho en detrimento de Barrenetxea.
En el Cádiz Sergio dio entrada a Álex Fernández para controlar de cerca a Zubimendi y tratar de evitar que le diera fluidez al juego txuri-urdin.
La primera parte volvió a ser decepcionante. Con una Real con muy poca electricidad y energía, sin chispa y con un ritmo demasiado lento para descolocar al muro amarillo. Sin profundidad, claridad, acierto ni pegada para encontrar el gol. Hasta el descuento, las mejores opciones de los realistas llegaron a balón parado gracias al guante de Brais, que volvió a dejar destellos del superclase que nos ha deslumbrado hasta la roja de Barcelona. El gallego hizo dos caños preciosos y estuvo cerca incluso de ver puerta gracias a una rosca endiablada que Ledesma salvó ayudado por la madera cuando el balón ya se colaba en la meta.
La primera oportunidad nació en otro servicio a balón parado del de Mos que Merino cabeceó picado a las manos del portero visitante. El navarro también ofreció señales de estar más rodado y entonado que en Valencia. Más de un cuarto de hora después, Remiro puso un perfecto saque en largo a la argentina para proyectar la carrera de Kubo, pero el movimiento de Oyarzabal le perjudicó en lugar de ayudar, y su remate fallido se marchó fuera. El único susto visitante nació en un gran pase de San Emeterio que Bongonda, forzado, no logró encañonar para batir a Remiro después de surcar la espalda de Diego Rico.
Pasada la media hora Imanol, que tampoco parecía muy contento con lo que estaba viendo, decidió regresar al 4-3-3, con Kubo pegado a la izquierda. La Real apretó con los extremos y llegó la citada falta envenenada de Brais, un extraordinario disparo lejano de Merino, con el que intentó aprovechar un despeje de Ledesma fuera de su meta, y, la más clara, en un robo de Kubo, cuyo pase dejó pasar Oyarzabal y Carlos, en una buena maniobra de delantero, se quedó sin hueco por la salida del meta perjudicado por un leve resbalón.
En la reanudación la Real entró con otro brío y a los cinco minutos Kubo buscó con un pase muy complicado a un Oyarzabal que no llegó por centímetros. Los realistas parecían entonarse cuando aceleraron el ritmo y le dieron continuidad a su ataque, pero todo saltó por los aires con la irrupción en escena del inaguantable y obsesionado con acaparar un protagonismo que no le corresponde, Mateu Lahoz. Se vio en el frío saludo de antes de comenzar el duelo, Oyarzabal no le traga. Ya le ha hecho demasiadas, a nosotros no nos engaña. Perdonó la roja a San Emeterio en un plantilla muy alto al 10 por el que en otros encuentros no ha tardado en entrar el VAR (un ejemplo, Brais en Barcelona, en una acción que costó el sueño de la Copa). No quiso ver una mano del propio cadista a renglón seguido, que sí, es cierto, le viene de un rebote, pero también lo es que tiene el brazo en posición antinatural y se beneficia del contacto para salvar una ocasión manifiesta de gol (se han pitado muchos penaltis con manos menos evidentes esta misma temporada). Este parón y el monumental enfado de la grada cambiaron el signo del encuentro. La Real ya no volvió a meterse más en el mismo y, por el contrario, el Cádiz creció y se envalentonó.
En un saque en largo de Ledesma, Zubeldia peinó hacia atrás, Le Normand no cerró bien, Remiro tardó demasiado en salir y el zorro de Roger se topó con el palo tras regatear al meta. En el rechace el de Cascante sacó una buena mano a disparo de Alejo. El susto acabó de enfriar a Anoeta, que volvió a encenderse por un momento en una acción en la que Ledesma, en su salida, golpeó en la cara y sin llegar a tocar el balón a Le Normand. Como en todas las demás acciones discutibles, Mateu decidió a favor del visitante, quién sabe si apesadumbrado por un equivocado cargo de conciencia de lo que hizo en el VAR dos años atrás al corregir (con acierto pese a las críticas exageradas en la Tacita de Plata) todas las decisiones erróneas Pizarro Gómez. Es lo que tienen los árbitros malos, que le dan mucho al coco, que quieren quedar bien con todo el mundo y no se dan cuenta de que al final acaban confundiéndose en más de una ocasión..
En la saltó al bulto del meta el gran perjudicado fue Fali, que se vio obligado a abandonar el terreno de juego más de ocho minutos después del incidente. La Real intentó reactivarse en el congelador de Anoeta y en los cortos once minutos generó algo de peligro a la heroica. Incluso Merino pidió un penalti que no se vio bien en la retransmisión al tratarse de una jugada confusa, pero el trencilla ya había dejado claro que no iba a dar su brazo a torcer en su actitud de no conceder nada a los desesperados locales. Como suele ser habitual, fue Kubo quien tuvo el triunfo en sus botas en la última jugada, aunque su chut, a centro de un eléctrico Cho, lo detuvo Ledesma en su única gran parada de la noche. Con eso queda todo dicho, insistimos, la Real se encuentra en problemas. El dato desmiente a Imanol, quien al final del duelo se escudó en que "homos generado lo suficiente como para ganar el partido". Esta vez no atinó en su análisis.
Otro pinchazo más y van tres seguidos en Anoeta ante rivales inferiores que están luchando por no bajar. Cuando se repiten las mismas situaciones y se siente la misma impotencia y frustración ya deja de ser es una cuestión de detalles, sino de un bajón generalizado que como no se remedie pronto va a provocar un hundimiento incomprensible en un equipo que todavía demuestra poseer argumentos para recuperar las constantes vitales. Ahora toca borrón y cuenta nueva. En Europa nada es lo mismo. Ojalá en Roma regrese esa versión de una Real que nos hacía tan felices y sentirnos tan orgullosos. La echamos tanto de menos... Necesitamos volver a celebrar grandes cosas y a abrazarnos mucho y fuerte. Así no podemos seguir.