Fue increíble. Los más agoreros presagiaban que la fiesta no podía traer nada bueno y ponían en duda lo que se podía celebrar al final del encuentro como se perdiese. Todo eso a pesar de que pasara lo que pasara la Real iba a dormir en lo alto de la clasificación como mínimo empatado a puntos con los grandes madrileños. ¿Por qué siempre pensar mal? ¿No era mejor y más justo con los méritos de este equipo soñar en algo grande como, por ejemplo, un gol en el último minuto de un delantero de la casa que se estrenaba en Anoeta, después de un partido duro y trabajado, salpicado por la heroica al jugar toda la segunda parte con uno menos por la expulsión de uno de sus futbolistas? ¿Se lo imaginan?
Con este equipo todo es posible. Solo hace falta pedir. Un gol de Lobete, un futbolista que ha debutado esta temporada, puso patas arriba a Anoeta, que se merecía una alegría de este calibre. La celebración fue de las más grandes que se recuerdan, de esas que pasado el tiempo perduran en nuestra memoria y nos ponen la piel de gallina. El tanto prendió la mecha del auténtico festejo por la consecución del título 34 años después. Con la grada entregada a sus jugadores y estos correspondiendo el impagable e insaciable aliento de su parroquia que les da alas para aspirar a las cotas que se les pongan por delante.
Otros muchos hinchas, que se quedaron con ese poso agriduclce de no haber podido disfrutar de la Copa como realmente merecía la ocasión, preferían centrarse en los puntos ante el Mallorca y que la conmemoración fuese un acto sencillo y sin estridencias. No sé lo que pensarían al final del encuentro, pero lo que se vivió ayer en Anoeta fue tan sobrecogedor y emocionante que hasta se puede pensar que mereció la pena esperar tanto tiempo para vivir algo así. Con la Ral de Imanol las alegrías nunca llegan solas y cuando crees que has tocado el cielo todavía encuentras un camino para seguir progresando hacia la gloria infinita. Que nadie nos despierte de este sueño más real que estamos viviendo. Los nuestros son líderes en solitario del campeonato a pesar de la plaga de lesiones más angustiosa y numerosa de toda la Liga. Impresionante. Se superan cada día.
Se suele incidir en que antes este tipo de partidos la Real los perdía. Que nunca acababa sacándolos. Una de las cosas mas meritorias de este conjunto que no ha encajado un gol en casa es lo complicado que resulta derrotarle. No se arruga nunca y antes de doblar la rodilla apura todos los recursos que tiene a su alcance. En otra época, la irrupción de un saboteador de la fiesta, del tipo de Peter Sellers en El Guateque, pero sin ninguna gracia porque aquel por lo menos lo hacía todo sin querer, y a González Fuertes hace mucho tiempo que la afición realista le tiene calada, hubiese sido sinónimo de fracaso y decepción. Él es así, un provocador que se maneja mucho mejor en el fango y con la grada encendida que pasando inadvertido como un simple convidado de piedra, papel que se tiene asignado en cada cita por mucho que no lo quiera entender. Y que conste que en la expulsión de Aihen acierta porque el que falla fue el jugador. No estamos hablando de eso, sino de todos los demás atropellos que ha perpetrado a lo largo de su funesta carrera conla Real. Ni perdonamos ni olvidamos.
Imanol volvió a tirar de la lógica impregnada de label de Zubieta para intentar la misión imposible de sustituir al que siempre está. Y nunca falla. El técnico le dio la titularidad por primera vez a Robert Navarro en casa, con la novedad de la entrada de Guevara en el mediocentro y la de Zaldua en el lateral derecho. La presencia del mediapunta catalán se podía interpretar como normal, ya que si no juega sin Silva ni Oyarzabal en un encuentro en casa, protegido por su gente y después de buen nivel que viene ofreciendo en el filial como en los otros encuentros en los que salió de inicio, ¿cuándo lo va a hacer? A nadie se le escapa que hay algo que cojea en la planificaciçon de la plantilla es el sustituto natural del canario que, como es previsible, se va a volver a perder muchos encuentros esta temporada porque la exigencia en el día a día de Imanol es superlativa, ya tiene una edad y muchos partidos en sus piernas, y la temporada es muy larga. El otro 10, como puesto no como nota, es un Navarro que tiene que seguir demostrando que merece la pena darle el relevo natural en una posición clave para el engranaje de la maquinaria txuri-urdin.
Poco acostumbrada a las fiestas, la Real aguantó muy poco y no tardó en emitir alarmantes señales de flaqueza en forma de resaca. Muy poco frescos y sin apenas inspiración individual, a los locales les costó un mundo encontrar su mejor juego y se contaron con los dedos de la mano las combinaciones largas con las que van logrando avanzar firmes y seguros como un martillo pilón. Cuando no lo consigue en Anoeta, no tarda en evidenciar sentirse incómoda. Y lo malo es que se le nota mucho, lo que siempre refuerza la moral del contrario. En este caso de un Mallorca muy competitivo y seguro de sus ideas. Que no acreditó ningún complejo en su carta de presentación, con una presión asfixiante en posiciones muy adelantadas, algo muy alejado de lo que estábamos viviendo en Anoeta con adversarios de su mismo nivel.
La única ocasión clara en la primera parte de fue un disparo de navarro con el exterior tras un bonito tacón de Januzaj, cuyas escasas gotas de calidad acabaron siendo lo más destacado de una obtusa Real. Guevara, tras un buen recorte, remató desviado con su pierna mala y a falta de dos minutos, Isak vio cómo no le anulaban un gol en el que se equivocó, porque todo el estadio sabía que Merino iba a peinar ese saque de banda largo de Aihen. Casi a renglón seguido, llegó la expulsión del de Etxauri, en una metedura de pata grave ya que no se puede entender cómo metió la pierna para derribar a Ruiz de Galarreta sin ninguna posibilidad de disputar la pelota y en una acción aparentemente intrascendente. Otro tema es lo fácil que se expulsa a un futbolista dependiendo del color la camiseta. Patología que se agrava según quién sea el trencilla de turno. El de ayer, el peor con diferencia de la categoría. Como es de sobra conocido, se llevó en el descanso la bronca más impresionante que se recuerda en la historia de Anoeta.
Imanol no esperó para mover ficha y en el descanso sentó a un poco clarividente Guevara y Navarro para dar entrada a Gorosabel, que se situó en la lizquierda, y Zubimendi para dibujar un claro 4-4-1. El comienzo fue desalentador, ya que a los realistas les volvió a costar adaptarse a la nueva situación y el Mallorca salió con nuevos bríos en ataque. En los primeros cinco minutos incluso encerró a los locales en su área, pero como está siendo norma habitual en lo que llevamos de curso, apenas dejaron resquicios para que les remataran. En el primer ataque txuri-urdin, un disparo de Isak lo cortó de forma clara con la mano Battaglia. Consciente de que estaba amonestado, el argentino interpretó un burdó teatrillo como si le hubiese impactado en sus partes nobles, en una maniobra tan vieja como el perder tiempo en el fútbol. El único que se lo tragó, consciente o no, fue el incompetente que no tenía ni la más mínima intención de equilibrar las fuerzas, ni aunque resultara justo. A Amath se le escapó una rosca y Ángel silenció Anoeta al batir a Remiro, pero lo hizo tras ayudarse de la mano en el control. Por cierto, acción que tuvo que señalar el juez de línea al que le daba la espalda el delantero porque el asturiano no la vio. O no quiso verla, claro.
Por lo tanto, con una grada entregada y dispuesta a erigirse los jugadores número once y doce, la situación era de un inesperado a priori dominio territorial del Mallorca frente a una replegada Real, a la que es cierto que le costaba mucho acercarse a los dominios de Reina al intentarlo en aventuras en solitario de sus delanteros, cuyas fuerzas se encontraban muy mermadas por su sacrificio por la causa defensiva. Los únicos acercamientos ante la portería visitante habían sido un disparo lejano de Zubimendi y una peinada de Sorloth. Hasta que el donostiarra encontró esa colada de volcán para asistir a Lobete, cuya maniobra excelsa le permitió sentenciar el partido y tributar un homenaje a Anoeta que perdurará en el tiempo.
¿Y qué han ganado estos en el mes de octubre se preguntará algún que otro rabioso y envidioso? Lo más importante, hacer feliz a su gente que ama como ninguna una camiseta por la que siente absoluta devoción. Y eso no se paga con dinero. Ni muchas veces con Copas, aunque siempre ayude, como pudimos comprobar en abril. Si el destino nos tenía aguardada una fiesta de tal calibre, insisto, creo que se puede decir que ha merecido la pena esperar tanto tiempo. Qué noche, qué fiesta. Y Lobete, qué buen turrón...