Con Imanol al frente de la nave nos sentíamos a salvo de gafes o lecturas catastrofistas. Lo que coloquialmente algunos suelen calificar de realadas. El técnico ha logrado que su Real haya estado por encima de cualquier maldición histórica intangible, como vencer en campos que supuestamente, estaban endiablados al ser incapaz anteriormente el club de cosechar buenos resultados allí. Último ejemplo, la conquista de Almería o convertir las victorias en tierras del sur en algo habitual aplicando el aplastante peso de la lógica. O lo que es lo mismo, la ley del más fuerte. Otra de las etiquetas que pensábamos haber desterrado era la del eterno equipo aspirina experto en resucitar a muertos ya condenados casi en vida. Por eso mirábamos con cierto temor la visita a Mestalla, donde nos aguardaba un Valencia conectado a un respirador artificial después de caer a la penúltima plaza al acumular cinco derrotas consecutivas, no conocer la victoria en todo este 2023 y no haber sumado los tres puntos en Liga desde el 10 de noviembre ante el Betis.
Cuando todo parecía tan favorable y las condiciones eran idóneas para desplegar las alas y emprender otro vuelo imperial, la nave txuri-urdin ha zozobrado y se ha hundido. En una de sus versiones más decepcionantes y preocupantes de lo que llevamos de curso. El tercer encuentro de los últimos cinco que no sacan adelante unos donostiarras que parecen haber perdido el turbo y mucha de la energía lo que les llevó a perder cantidad de duelos individuales, una de sus grandes especialidades. Un gol en propia meta de Zubeldia, su jugador más destacado en este tramo del curso, ha condenado a una dolorosa derrota a una Real que cuando menos curvas le ha planteado el calendario (por rivales y partidos seguidos), menos soluciones ha encontrado y menos inspiración ha demostrado. Sí, estamos preocupados.
Imanol decidió volver a jugar al escondite al tardar una vez más en confirmar un once en el que mantuvo el dibujo 4-3-3 con el regreso de Merino tras sus dos suplencias ante Espanyol y Celta. Además de mantener el esquema solo introdujo un cambio con la entrada del navarro en detrimento de Asier Illarramendi. La realidad es que el capitán ha saldado con buena nota y el reconocimiento de todos este tramo, en el que ha disfrutado de cinco titularidades consecutivas. En el Valencia, mermado por las bajas, jugaron los esperados, con un tridente ofensivo interesante y reconocible con Lino, Hugo Duro y Castillejo. La vuelta del donostiarra Hugo Guillamón fue quizá la nota inesperada en los planes de Baraja.
La Real ha completado una pobre primera mitad en Mestalla. No ha hecho nada de lo que se había hablado sobre la fórmula que le permitiría asaltar el templo valencianista. Esta exigía una salida fuerte, con explosividad y verticalidad para tratar de hacer sangre en la dramática situación del conjunto local. Ha sido una versión parecida a la del encuentro ante el Celta. Timorata, falta de brío y sin ningún efecto intimidatorio. No parecía que el Valencia comenzaba sus particulares Pirineos con la visita del flamante tercero en la clasificación. Unos se jugaban la vida y los otros han saltado al verde con una actitud excesivamente contemplativa. Sin sangre, ni colmillo retorcido en la presión ni en sus ataques. Con una autopista abierta sin peaje en su carril derecho donde Barrenetxea esta vez no ha estado fino. Una Real desilusionante cuando nos encontramos en un momento clave de la temporada previo al inicio de las semanas de dos partidos.
A pesar de que no hayan sido ocasiones nítidas, lo cierto es que los primeros acercamientos fueron naranjas. Al minuto de juego, Remiro ha golpeado en largo, Brais ha proyectado con la cabeza la internada de Kubo y el centro de este, forzado porque solo utiliza su pierna hábil, se ha paseado por delante de la meta levantina sin encontrar rematador. Rico, que ha sido el mejor realista en la primera media hora, ha probado suerte desde lejos pero se encontró con Mamardashvili. Oyarzabal, con un centro-chut desviado cuando tenía compañeros esperando su servicio, y en un disparo cuando todos aguardaban el pase que desvió el georgiano, ha sido el más incisivo.
El Valencia le ha ido tomando el pulso al partido con mordiente y potencia en las disputas, además de ser plenamente consciente de que tarde o temprano iba a llegar su momento por su carril izquierdo. Musah ya había avisado con un remate a centro de Foulquier que se ha marchado alto. En el minuto 42, Kubo se ha internado y su centro lo ha dejado pasar en lugar de tratar de explotarlo Oyarzabal, el propio japonés ha perdido la pelota una vez más con el 10 muy cerca de él y en la frenética contra del Valencia, Samuel Lino no ha tardado en surcar la espalda de Barrenetxea y su centro lo ha desviado a su propia meta Zubeldia en su intento desesperado por evitar la finalización de Hugo Duro. Segundo tanto en su portería de los realistas en dos encuentros, por algo es el tercer conjunto con peor suerte en este capítulo. Sorloth, que se ha pasado el primer acto enfadado con el mundo, ha culminado una internada con un fuerte chut que se ha marchado alto (era córner, en realidad estaba alucinando una vez más con la actuación del colegiado que no le daba una y le pitaba en contra cualquier roce).
Tras un remate en semifallo de Le Normand a saque de esquina de Brais que ha desviado Mamardashvili, ha llegado otra contra letal de los levantinos que ha acabado en penalti por falta de Sola a Hugo Duro. El VAR ha corregido, al confirmar el piscinazo del punta, pero Hernández Hernández no le ha mostrado la amarilla poniendo el listón de la permisibilidad demasiado bajo. El Valencia se ha dado cuenta de que iba a poder jugar al límite del reglamento para salvar una victoria que le daba la vida. Un forzado cabezazo de Sorloth a centro de Kubo (mal los dos en Mestalla) en el minuto 52 ha sido la última ocasión clara de la Real. Con eso queda todo dicho de su capacidad de reacción. Sin embargo Remiro ha salvado al equipo dos veces y Lino, escandalosamente solo, ha estrellado un remate en el palo.
Cuando se repiten los fallos y la falta de poderío, ya no es accidente ni casualidad. La Real se encuentra en un bache al que debe poner punto final el viernes. Dicen que cuando pierdes se te agudiza el ingenio. Momento de mantener la calma, darle al coco y encontrar soluciones. Otra cosa no, pero este equipo se ha ganado el crédito de que creamos en su reacción. No hay tiempo que perder.