De eso nada. Para contravenir el título de marras y que conste, dejar claro y manifiesto que la presencia exclusivamente femenina de los nuestros se debe a sus méritos, esfuerzo y resultados en la cancha. Son las mejores. No hay otra explicación.
Son la representación alavesa en los Mundiales de pelota de Francia 2022. Son y están porque se lo han ganado después de muchos años de pelea y entrenamientos. Las dos mayores por una pelea durante más tiempo, empecinamiento y ambición desmedida, contra mareas y vientos y pese a quienes ni creían ni se lo imaginaban. Ellas son las representantes de paleta argentina, Ane y Nagore. Hablar de ellas es por justicia, loar la pelota vasca, ponderar los años de entrenamiento y subrayar una pelea constante contra la adversidad. Con paciencia, han superado expectativas, asumido retos y han sido capaces de recortar la distancia con respecto a los chicos en cuanto a títulos y presencia en los medios y frente a las pelotaris que hasta hace muy poco les llevaban la delantera en los torneos autonómicos, nacionales e internacionales. Lo han ganado todo y a la mayoría de las mejores. Muchas veces, y en los campeonatos locales, autonómicos, campeonatos de España y de Europa. Nagore Martín es la gran empecinada. Se propuso en su día ser la mejor hasta conseguirlo. Así, empuñando la argentina, supo prepararse para batir en frontón de 36 metros a las mejores especialistas en pared izquierda del orbe y colocarse muy arriba en el escalafón donde un día se empeñó vivir entre la élite. Su figura y ejemplo empujó a su compañera Ane Ibáñez para fabricar con su cuerpo y mente una atleta. Fijaron su atención en el mundial –Nagore ya gozó de la experiencia en el de Barcelona 2018– y, paso a paso, superaron los obstáculos que la competición exigía para convertirse en la pareja titular en Biarritz 2022 que pelea por las medallas. Debutaron sin suerte ante Francia, las favoritas, cayendo en dos sets, el segundo de ellos por escaso margen, doblegaron a Chile y ayer jueves jugaron ante Argentina por una plaza para la final; están abiertas las tres posibilidades de medalla. Las dos son claros referentes entre las deportistas alavesas. Un modelo a seguir.
Pese a su juventud, 19 años ha cumplido nuestra estudiante de IVEF Leire Garai, lleva años al frente de la pelea por la igualdad en el deporte. Pelotari, magnífica deportista, empeñada en el juego de mano como prioridad máxima y única. Comenzó de niña y sigue, cuando otras como ella, al llegar a la pubertad, cambiaban de modalidad y cogían la pala. Ella no. Es manista. Lleva toda la vida jugando con chicos en igualdad hasta cuando le tocó crecer y competir en inferioridad física. Ha jugado provinciales, el torneo Interpuestos como un pelotari más y ha aprovechado también el momento del empuje y visibilidad de la pelota practicada por mujeres, que está viviendo un momento de bonanza imposible de visionar una década atrás. Se ha impuesto en los torneos más importantes, ha ganado txapelas y gloria y se ha convertido en referente principal de las niñas que están empezando. Ni la dureza de la pelota –prefiere la de toque frente a la goxua– ni la calidad de los rivales, sean chicos o chicas, han frenado su ímpetu competitivo y amor por el frontón. En la modalidad de pared única, frontball, es, hoy en día una de las grandes especialistas. Tiene los títulos estatal y europeo y, junto a Arrillaga, ha competido en el mundial de Biarritz y se ha colgado la medalla de plata al cuello. Y luego tiene un don, es deportista y compañera y posee una sonrisa que no caduca ni en los peores momentos. No pudo disputar la final porque el seleccionador eligió a su compañera. Estaba cabreada porque tocaba pero ni aun así, y menos ante el público, seleccionador y compañeras, en el podio su sonrisa brillaba aún más que el metal de la medalla que colgaba de su cuello. Es plata del mundo y el metal más precioso como ejemplar humano.
La cuarta mundialista es la más joven de todas. Apenas 17 años y muchos años por delante para labrarse un futuro espléndido. Vigente campeona del mundo en frontón corto, Maite Ortiz de Mendibil empezó a jugar a cesta punta de niña. Su ambición, el constante deseo de mejora y un carácter fuerte y decidido le han llevado de frontón en frontón buscando el sitio idóneo para ser cada día mejor deportista. Se ha esforzado en cada entrenamiento, ha vigilado su estado físico y ha ensayado de manera compulsiva con todos aquellos que podrían descubrirle el camino. Además de en el club –ha pasado por unos cuantos desde pequeña–, Maite ha reforzado lo que podía interpretar junto a sus compañeras, echando mano de los maestros; así, no han sido pocas las ocasiones que ha cogido la cesta para aprender junto a Del Río y demás compañeros en duras sesiones en las que modelar su juego. El camino en el mundial de Biarritz no acabará hasta la final. Ayer jueves, junto a Eneritz Lizardi, se metía en el partido definitivo del mundial tras vencer a Méjico en dos sets. Le esperan oro o plata. Un nuevo éxito para seguir creciendo.
Las cuatro han echado mano de sus méritos. En su caso, en los mundiales y en los torneos locales más emblemáticos, su sola presencia llama la atención de aficionados y practicantes. Ellas han hecho lo que las organizaciones no pueden por sí mismas. Su trabajo y resultados, el espectáculo que protagonizan han servido para que la pelota femenina haya entrado en el escenario habitual como primeras estrellas. Su no presencia hubiera significado una discriminación inexplicable, una ausencia injustificable.
P.D. A última hora, la pareja española que forman Ane y Nagore caía en la ronda semifinal ante Argentina y luchará por el bronce, lo que significaría –de conseguir el metal– un hito en la paleta argentina alavesa.