La decoración de los escaparates lo avisa, en los colegios de los más pequeños ya se empieza a hablar de disfraces, en algunos barrios ya se preparan para recoger puerta a puerta golosinas y las cuadrillas de jóvenes ya preparan jolgorios ambientados en la anglosajona, por no decir estadounidense, fiesta de Halloween.
El principal requisito de este jolgorio importado de películas y series llegadas del otro lado del Atlántico Norte es el disfraz. Pocos son los que se resisten a una fiesta de disfraces. En este caso concreto el tema general es el miedo, los monstruos y todo aquello que se supone sugiera terror pero que en realidad dé risa y algo de ternura, como pueden ser niños disfrazados de elegantes vampiros o zombis ululantes.
Y también perros, gatos u otras mascotas ataviados con elaborados trajes a juego con el de su humano.
En las fotos y los vídeos quedan bien, recogen muchos likes y me gusta en las redes sociales, pero ellos, los protagonistas, ¿lo pasan igual de bien que los humanos?
La opinión generalizada entre los expertos y etólogos es que, en el mejor de los casos, les parece una situación desconcertante. En el peor, directamente estresante y de la que hay que escapar.
Hay que partir de la base de que para un pero o un gato, eso de vestirse no tiene sentido. Ellos ya están vestidos, su piel les basta. Si ya ponerles un collar o un arnés puede ser un proceso complicado, embutirlos en una traje de Batman o convertirlos en un hechicero perruno ya puede ser una experiencia traumática.
Perros y gatos se han convertido en un miembro más de las familias y participan más o menos activamente en los planes de ocio. Por ello no es extraño que en fiesta y celebraciones señaladas se les haga participar. Una de ellas es la de disfrazarse por Halloween. En función del entusiasmo del humano por los disfraces, no es de extrañar que el perro o el gato forme parte del diseño.
Pero ocurre que para ellos, además de no tener mucho sentido eso de vestirse, puede resultarles incómodo al no poder moverse libremente o ver entorpecidas sus interacciones con otros animales. Esto puede ser así hasta el punto de luchar por quitárselo, con el consiguiente riesgo de hacerse daño o atragantarse con pequeños botones o enganches que arrancan a mordiscos.
Por ello quizá sea más práctico, y queda igual de simpático, limitarse a que luzca un complemento en el collar o en el arnés.
Al hilo de esto, hay algunos propietarios, veterinarios y adiestradores, que sugieren que esta práctica, la del complemento en el collar, puede tener un efecto práctico al adiestrar al perro o al gato a llevar un elemento que le acostumbre al collar isabelino (esa campana alrededor de la cabeza para que no se hurguen en una herida que se está curando). Las golosinas y los premios pueden ayudar a esta tarea.
A tener en cuenta si lo disfrazas
Para que el tema del disfraz no suponga un agobio innecesario para nuestro amigo, lo mejore es pensarlo bien y tener en cuenta los siguiente aspectos.
Pensar bien el disfraz. De entrada, que sea holgado, que no le apriete. Basarse en los abrigos e impermeables que se suele usar en invierno puede ser una buena idea. Por regla general no van apretados y les dejan moverse con libertad. Además la cabeza queda libre y pueden ver, oír y oler con libertad. El tejido deber ser flexible y ligero, que no genere pelusas.
Que sea seguro. Ojo a los pequeños detalles como botones o enganches, lentejuelas o pompones, puede intentar arrancarlo a mordiscos y acabar tragándolo. Si va sujeto al cuello, que no apriete o que tenga algún elemento de seguridad que evite que lo estrangule si quiere quitárselo. Nada de elementos extraños como varillas o alambres que le den la forma deseaba pero puedan ser un riesgo que le cause heridas. Las capas tampoco son buena idea, son más molestas que otra cosa y un riesgo.
Vigilar su comportamiento. El bienestar de la mascota es más importante que ir conjuntado. Si muestra señales de agobio, de molestia, de nerviosismo, actuar de inmediato y quitarle el traje. Es mejor un complemento gracioso y sencillo en el collar o en el arnés que un vestido completo.