El Big Three del tenis ya son tres con todas las de la ley. Novak Djokovic logró ayer domingo su sexto título en Wimbledon, tercero consecutivo, e igualó los veinte Grand Slams de Roger Federer y Rafa Nadal, una barbaridad sumados todos y que reflejan ese dominio e histórico que han ejercido durante casi veinte años. "Ellos me han empujado a ser mejor, pero esto no acaba aquí, ellos tampoco van a parar", apuntó el serbio tras vencer a Matteo Berrettini en una final a la que el italiano compareció algo mermado y solo pudo dar batalla seria en el primer set. Djokovic es el quinto jugador de la historia que gana los tres primeros Grand Slams del año, el último fue Rod Laver en 1969, y tiene a su alcance el Golden Slam, sumar de aquí al final de año los Juegos y el US Open, para convertirse en un tenista aún más legendario. Y ya se sabe que cuando el número 1 del mundo se propone algo, es difícil que no lo consiga. Pero parece que su presencia en Tokio está en duda por todas las restricciones que planean sobre la cita olímpica.
De hecho, ahora mismo ya casi nadie duda de que superará a sus dos grandes rivales porque su estado físico es mucho mejor, su versatilidad no está a prueba y de las dificultades de la pandemia ha salido reforzado mentalmente, sobre todo de su expulsión en el US Open del año pasado en el que no estuvieron ni Federer ni Nadal. Djokovic domina todas las superficies y, por eso, no necesita desplegar su mejor versión para sumar grandes.
Ayer domingo tuvo que jugar de nuevo con el público en contra porque los aficionados están deseosos de ver alternativas, no porque estén en su contra, sino por la novedad. Pero el serbio se lo toma entonces como algo personal y aparece un jugador casi infalible en los momentos decisivos de los partidos. Berrettini trató de volcar el pronóstico y animó a la grada de la Pista Central del All England Club con una brillante remontada en el primer set cuando pasó de un 5-2 en contra a llevárselo en el tie-break después de facturar 17 golpes ganadores.
APLOMO Y DETERMINACIÓN
Pero el serbio sabía que las finales de Grand Slams pueden ser muy largas y devolvió el golpe a Berrettini para adelantarse 4-0 en el segundo set. El italiano volvió a resistirse, pero Djokovic ya no estaba dispuesto a hacer concesiones. Igualó la final y con tempranas roturas en los siguientes parciales, marcó los tiempos en el partido. Su eficacia al resto fue subiendo y a Matteo Berrettini le costó proteger su servicio, aunque no dejó de buscar sus opciones que el de Belgrado salvó con todo el aplomo y determinación de las que viene haciendo gala este año. En el cuarto set, lo logró hasta el 3-3, pero ya remaba contra la corriente y contra un Djokovic que olía la sangre y la oportunidad de pasar a la historia, una vez más, la vigésima. En Australia se impuso a Medvedev; en París, a Tsitsipas; y en Londres, a Berrettini. Tres aspirantes sometidos por el peso de la historia.