--- Con la llegada de agosto Donostia muestra una imagen más cercana a la que era habitual en estas fechas antes de la irrupción del covid
--- Las restricciones de aforos hacen que los visitantes tengan que esperar para acceder a los establecimientos hosteleros
Con la llegada de agosto Donostia muestra una imagen más cercana a la que era habitual en estas fechas antes de la irrupción del covid. Las calles tradicionalmente más turísticas evidencian un aspecto muy animado y en la Parte Vieja las colas a la hora de comer y cenar frente a los restaurantes son una tónica habitual.
Hay más gente, sí, pero la restricción de los aforos, 35% en el interior de los establecimientos, hace que la espera se alargue, lo que provoca el enfado de los eventuales comensales.
Lo corrobora el dueño del restaurante Gandarias. Josemari Agirre, que destaca que la gestión de las colas no resulta sencilla. "La gente viene, se nota movimiento, pero luego nos toca ordenar. No se puede comer de pie, en las mesas no más de seis personas, un aforo al 35%€ Y se forman las colas".
"Las restricciones nos ponen un tapón y no se puede dar más de lo permitido", añade Agirre. ¿Cuál es el problema? "La gente espera un buen rato para conseguir mesa, tanto en la terraza como en el interior, y después no se quieren levantar, porque saben que si se mueven se encontrarán con el mismo problema para tomar algo en el bar siguiente".
Porque, al menos en el Gandarias, una vez se logra mesa no se establecen límites de tiempo para permanecer en la misma y el que espera, desespera. Por ello este veterano establecimiento hostelero tiene una persona que se dedica en exclusiva a gestionar la cola. "Esta es una zona en la que se mueve mucha gente y si alguien ve una mesa libre la coge, ya hay que decirle que no, que tiene que esperar como el resto". "Es verdad que a veces se generan enfados y nosotros no podemos más que recordarles que lo que hacemos es cumplir con la normativa vigente, que no podemos hacer excepciones", añade el titular del Gandarias.
"En general la gente es consciente de que tiene que esperar, de que las cosas son como son. Pero a nadie le gusta y a veces hay enfados. No es raro que se quejen porque creen que se da la mesa a quien llega más tarde y situaciones similares. Tenemos que tratar de ser muy rigurosos, aunque siempre podemos tener algún despiste", subraya.
El tiempo de espera varía según el momento del día "En las horas punta se puede esperar 20 minutos, a veces más. En otras ocasiones la espera es más corta y también hay gente que prefiere no esperar y se va a otro restaurante. Es normal, porque a nosotros, para lo bueno y lo malo, se nos están generando bastantes colas, de 40 personas o más. La gente viene", reconoce Agirre.
El horario de comidas y cenas, de momento, no parece haber cambiado mucho, al menos entre el turismo estatal. "Los que son de cerca siguen con las mismas costumbres. Los extranjeros sí comen o cenan antes, algunos a partir de las 11.30 y 12.00 horas, aunque son los menos. Pero el grueso de los visitantes, hasta le fecha con más peso del turismo estatal, quiere comer entre las 13.00 y las 15.00 horas y se forman colas, claro está", reconoce Agirre.
Este verano, según ha constatado este veterano hostelero, el visitante que ha llegado a Donostia es fundamentalmente de origen estatal, principalmente madrileños y catalanes, aunque en los últimos días "se empieza a oír más hablar en francés e inglés".
Este año está siendo complicado en muchos sentidos. La irrupción del covid ha obligado a adoptar medidas restrictivas en una hostelería que arrastra muchos meses de sufrimiento, pero también ha hecho que profesionales del sector, ante la incertidumbre reinante, hayan intentado buscar su salida laboral por otras vías. Agirre reconoce que la dificultad de encontrar personal es algo recurrente en la temporada estival, aunque con la llegada de la pandemia dicho problema se ha acrecentado "porque en algún momento tuvimos que reducir la plantilla y porque parte de ese personal ha optado por otros sectores. La verdad es que no hay mucho interés por trabajar en la hostelería", sentencia Agirrre.
La concejala de Turismo, Cristina Lagé, tiene amplia experiencia en un sector que cree que merece un reconocimiento por el esfuerzo realizado.
Parece, así lo indican unos números de ocupación hotelera que no quiere adelantar pero que califica de "muy bonitos", que agosto está propiciando cierta recuperación en lo que a la llegada de turismo se refiere y que septiembre "pinta bien".
Y eso se nota en las calles. Las restricciones, apunta, están provocando que los hoteles se vean obligados a servir más comidas y cenas de las que acostumbran, dado que los establecimientos hosteleros de la ciudad no dan a basto. "Es difícil aguantar una cola pero hay que entender el esfuerzo que hace la hostelería para garantizar la seguridad de los comensales", incide Lagé.
"Es un verano complicado, pero hay que quitarse el sombrero ante los malabares que está realizando la industria turística de la ciudad. La hostelería está realizando un trabajo ingente, explicando las limitaciones, ordenando espacios. Eso al final del día es agotador y eso es algo que hay agradecer y mucho", destaca la edil de Turismo. "Esta quinta ola no la esperábamos y el sector está respondiendo aunque esté ya muy cansado", concluye.