No es el punto final de un negocio clásico de Donostia, sino un punto y aparte. La Casa de las Labores, uno de los escasos comercios centenarios que quedan en la capital guipuzcoana –comenzó su andadura en 1903–, cambia de local. El jueves dejará su clásica ubicación en la calle Elkano, donde abrió hace 119 años, y a mediados de agosto dará el salto a su nuevo local, de dimensiones más reducidas, muy cerca, concretamente en la Plaza Sarriegi.
Se les acumulan las emociones a las hermanas Matxiarena, las actuales encargadas de un negocio histórico de la ciudad, que ha vivido todo tipo de épocas. “Lo abrieron dos tías de mi abuela”, empieza a contar Inés, la hermana mayor. El negocio echó a andar, por tanto, a principios del siglo pasado, con la Guerra Civil el bajón “fue grande” y en los años 50 renació hasta coger un “volumen importante”. “Mi amona le dio un impulso fuerte. Suele decir que medio Donostia tiene alfombras hechas con hilos de aquí”, añade Inés.
Más tarde abrieron la mercería, agrandaron el negocio con el piso de abajo, crearon talleres de punto… La evolución ha sido continua, con el objetivo de adaptarse a los cambios de hábitos de la clientela. Las cuatro generaciones familiares son las que han llevado las riendas de la Casa de las Labores, que ha llegado a mantener “diez sueldos” en sus mejores épocas, aquellas en las que las clientas se acumulaban dentro de la tienda. Incluso abrieron un local en Garbera, aunque aquella experiencia duró un lustro porque el sitio de la Casa de las Labores siempre ha estado en el Centro de Donostia.
Ahora “los hábitos han cambiado”, admite Inés Matxiarena, que comenzó a trabajar en la tienda en 1984: “Hace doce años hicimos una obra para agrandar el local, pero hace siete u ocho ya empezó a bajar el negocio. La gente no cose tanto en casa, entraron las compras por Internet… ya antes de la pandemia se había notado un bajonazo y habíamos planteado a la ama y a la tía dejar este local”. El remate fue, además de la dichosa pandemia, el desembolso que han tenido que hacer para afrontar las obras del edificio. Así que el local está en venta y las tres hermanas se mudan al número 10 de la Plaza Sarriegi.
“Necesitábamos un local más asequible y pequeño para nosotras tres”, dice Inés, la mayor. Junto a ella seguirán Marga y Gotzone. “Da pena dejar esta tienda, pero lo he superado al ver a la ama tranquila. Hay momentos que miras los muebles y la decoración y te entra como congoja. Me acuerdo de mi niñez. Si es que he aprendido a andar aquí. Son sentimientos encontrados. Tenemos esa pena, pero a la vez sabemos que es necesario el cambio porque el negocio no es el que era”. “Es toda nuestra vida, la de la ama, la izeba, la amona...”, añade Gotzone, que hace un parón entre clienta y clienta para participar en la conversación.
El viernes, despedida “íntima”
El jueves será el último día de la Casa de las Labores en la actual ubicación, ya que el viernes harán “una despedida familiar”, según comenta Inés: “Son muchos los familiares que tienen vínculo con este local y queremos de alguna manera cerrar esta etapa de forma íntima”.
Luego apovecharán para tomarse “unos días libres” y así afrontar con fuerzas renovadas el traslado. “El local es mucho más pequeño. Vamos a reducir el género, pero el valor de la Casa de las Labores es nuestra trayectoria, la forma de atender a la gente, vender con mimo. Vamos, lo que llevamos toda la vida haciendo”, defiende la mayor de las hermanas Matxiarena.
Tienen previsto abrir la tienda en la Plaza Sarriegi a mediados de agosto. No saben aún si en Semana Grande o después, pero están dando “los últimos retoques” al nuevo local. “A las clientas de siempre les da pena, pero les decimos que vamos a estar muy cerquita. Ahora estamos un poco tristes, pero recuperaremos la ilusión en cuanto empecemos otra vez. Nuestra esencia se va aquí al lado”.