Han sido tantos los títulos y reconocimientos que Donostia ha recibido a lo largo de los años, que resulta imposible citarlos a todos. La ciudad se encuentra actualmente entre las más bonitas del mundo, las más fotografiadas e incluso las más románticas. Esto último después de que la revista National Geographic la incluyera en el decimonoveno puesto de dicho ranking. Algo que, por supuesto, no sorprende, teniendo en cuenta que el centro de la localidad es conocido como el área romántica, y que por sus calles uno puede pasear sintiéndose transportado, en ocasiones, a París, la ciudad del amor por excelencia.
Pero Donostia es mucho más. Esta capital de provincia cosmopolita brinda a quienes la visitan la oportunidad de pasear por sus hermosas playas urbanas, tanto en invierno como en verano; perderse en la historia de su Parte Vieja, así como en los innumerables bares de pintxos y restaurantes tradicionales que ocupan los locales de esta zona; trasladarse a la Belle Epoque contemplando algunos edificios emblemáticos, como los que albergan el Teatro Victoria Eugenia, el hotel Maria Cristina o el balneario de La Perla; y disfrutar de una variada agenda cultural y oferta museística.
En un plan por Donostia tampoco puede faltar un paseo hasta el palacio de Miramar, privilegiada atalaya sobre la costa, y, un poco más allá, hasta el impresionante Peine de los Vientos de Chillida. Igualmente imprescindible resulta contemplar la ciudad desde lo alto, subiendo a Igeldo en el antiguo funicular. En la cima de este monte, su viejo parque de atracciones hará las delicias de los más pequeños.
“ En Donostia es posible trasladarse a la Belle Epoque contemplando algunos edificios emblemáticos, como los que albergan el Teatro Victoria Eugenia, el hotel Maria Cristina o el balneario de La Perla. ”
Quien no desee perderse nada de esta maravillosa ciudad podrá además descubrir los restos de su pasado militar, transitando los senderos del monte Urgull. Precisamente a los pies de Urgull puede disfrutarse en ocasiones de un gran espectáculo: contemplar con prudencia cómo las enormes olas que a veces genera el Cantábrico chocan contra las rocas del Paseo Nuevo. Donostia tiene todo y más para disfrutar al máximo.