Entre calles engalanadas con estandartes, banderines y pendones, restos de paja sobre las losetas de piedra y un embriagador aroma a aceites esenciales y todo tipo de plantas y especias, la nobleza se entremezcla con mercaderes y artesanos, caballeros y doncellas, juglares, representantes del clero o siervos y vasallos. Adentrarse este fin de semana por el centro de Ugao-Miraballes es retroceder seis siglos en el tiempo y sumergirse en el el ambiente y el colorido del medievo gracias a la recreación de un mercado de antaño organizado para la conmemoración del 647 aniversario de la villa y recordar así los hechos históricos acontecidos en torno al 4 de marzo de 1375, fecha oficial de su fundación.
La lectura de un pregón, a las 11.30 horas, marcó ayer el inicio de un nuevo viaje al pasado, "muy esperado y deseado, ya que este evento se celebra cada cinco años, pero tuvo que ser suspendido en 2020 y 2021", recordó el alcalde, Ekaitz Mentxaka, que, para dar buen ejemplo, se fusionó con el festejo representando el papel de "El Señor de las Tierras Altas", reveló. Tan solo media hora después de la apertura del mercado, "hay más gente de la que esperaba, y muchos de ellos de fuera de Ugao-Miraballes, lo que es de agradecer porque, además, les vamos a recibir con los brazos abiertos". Para Mentxaka, "es un gusto ver de nuevo la villa así, necesitábamos ya disfrutar, divertirnos y también dar un buen un empujón al sector hostelero".
Una treintena de puestos
La esencia del festejo es el mercado que, con una treintena de puestos de venta, ocupa parte de la plaza y calles adyacentes, justo por el trazado por el que discurría el antiguo Camino Real que unía, comercialmente, la meseta castellana con Bilbao. Artesanos y artesanas muestran y ofrecen productos elaborados y creados con mimo, como caramelos, hierbas medicinales, perfumes o productos de madera y cuero. "¡Manzanas caramelizadas!. ¿Todavía hay?. Mi padre no me dejaba comerlas de pequeño", recordaba en alto un transeúnte al ver el delicioso dulce. Y para el buen yantar y refrescar el gaznate, dos tabernas ofrecen a vecinos y visitantes exquisitos manjares de costilla, cordero o embutidos asados acompañados del mejor vino o la variada gastronomía árabe con sus pinchos morunos o kebabs.
Todo ello, aderezado con músicos ambulantes que entonan alegres melodías, artistas y malabaristas con increíbles espectáculos, juglares, cómicos, trovadores, equilibristas, acróbatas y un sinfín de personajes llegados del medievo. Y, para poder disfrutar de la visita en familia, los más pequeños tienen su lugar de diversión en el rincón infantil donde La Fragua de Vulcano ofrece todo tipo de actividades para que puedan dar rienda suelta a su imaginación con ingeniosos juegos artesanos inspirados en la Edad Media. Pero lo que más llama la atención, no solo a niños y niñas sino también a los adultos, son las atracciones medievales como la noria o el tiovivo elaborados de forma artesanal y que funcionan con un mecanismo ecológico a base de pedales, manivelas, engranajes y con materiales como la madera, la forja o la fibra.
Pero no todo es diversión. Un espacio acotado de la plaza acoge, también, una muestra de instrumentos de tortura, como la sierra, el aplastadedor, el cepo, la horca, la silla de interrogatorios con afilados pinchos o el poste de tortura. Así que, lo recomendable, para vecinos y foráneos, es pasear, comprar, degustar y disfrutar por las calles de la villa evitando cualquier tipo de conflictos o encontronazos con la ley. l