Este próximo sábado los feligreses de Dulantzi y de otros 17 pueblos de la zona oeste de la Llanada Alavesa despedirán con una misa de envío en la iglesia parroquial de San Blas a Juan Cruz Donés, el sacerdote que ha sido su cabecera eclesial durante 13 años y que se desplaza a Ecuador para unirse al equipo de misioneros vascos en Latinoamérica que tiene presencia allí desde hace más de siete décadas. La eucaristía donde se encomiendan las nuevas misiones eclesiales será a las 18.00 horas y estará presidida por el Obispo de Vitoria, D. Juan Carlos Elizalde.
Tras su partida a América, Benigno de Ayala Olazagoitia, natural de Yécora y miembro del equipo sacerdotal de la iglesia de Nuestra Señora de los Dolores, en el barrio vitoriano de Sansomendi, toma su relevo. Con el visto bueno del Obispo de Vitoria, Monseñor Elizalde, Donés embarcará este próximo lunes hacia su nueva aventura como misionero en la región de San Isidro, en la provincia de Manabí. Allí se sumará a los trabajos de ayuda y apoyo para las personas más desfavorecidas que se han visto afectadas por la crisis social y económica derivada por la pandemia.
Su incorporación tiene como objetivo reforzar el compromiso que tiene la iglesia con las poblaciones necesitadas que necesitan ayuda a nivel sanitario para evitar la propagación del virus. Esta iniciativa solidaria suma dos nuevos misioneros de la comunidad pastoral de Dulantzi al equipo misionero del país andino en menos de un año.
Experiencia como misionero
Juantxo Donés tuvo su primera experiencia como misionero en 1991 en Ecuador y permaneció allí hasta 2002, año en el que regresó a petición del Obispo Asurmendi para confiar las tareas pastorales de la parroquia de San Pedro de Lamuza en Llodio hasta 2008. Desde ese año, es el párroco de diferentes pueblos como Dulantzi, Argómaniz, Añua, Elburgo, Erentxun, Oreitia, entre otros.
Desde 2012 las parroquias de estos 17 pueblos decidieron hermanarse con sus homólogas en el municipio de Palenque, en la provincia ecuatoriana de Los Ríos. Con este gesto se ha creado una simbiosis que permite que anualmente haya intercambio de personas para conocer las realidades cristianas que se viven a uno y otro lado del Océano Atlántico –exceptuando estos dos años por la pandemia– además de apoyar desde aquí económicamente proyectos de desarrollo para la población más necesitada, ligados a la agricultura y la ganadería principalmente.