La asociación de personas con discapacidad física de Álava Eginaren eginez, en activo desde 1979, tiene como objetivo “la consecución de una sociedad con plenitud de derechos e igualdad”. Blanca Esther Pinedo (52 años) e Igor Nabarro (46 años), presidenta y vicepresidente de la entidad vitoriana, respectivamente, alzan sus voces ante una realidad social que, pese a las mejoras en sensibilización y en cuestiones lingüísticas, sigue “invisibilizando” a un colectivo que lucha por sus derechos ciudadanos.
Las personas con discapacidad dejaron por fin de ser disminuidas tras su publicación el año pasado en el Boletín Oficial del Estado. ¿Por qué la terminología es tan importante?
-(Igor Nabarro): Vamos tarde. Las palabras dibujan realidades concretas y afectan directamente al modo al que nos referimos a las cosas y a las personas, y cómo nos relacionamos con ellas. En este caso, marca la idea que se hace la sociedad con respecto a todo un colectivo, se crean una serie de estereotipos y generalidades a partir de una palabra como disminuido, minusválido o discapacitado. Viene a decir que no somos válidos, que la limitación que tenemos es estructural y no para ciertas cuestiones o momentos, como puede ser por tener una movilidad reducida. Cuando empleas un término de este tipo estás diciendo que la discapacidad es una característica propia de la persona, algo que te retiene, sin tener en cuenta que los factores externos son los que provocan esta situación.
¿A qué achacan que el pacto tardara dos décadas en cuajar? ¿Es el reflejo de que el debate no ha estado realmente encima de la mesa?
-(Blanca Esther Pinedo): Nos dejan de lado de manera habitual, se nos ha escondido, aunque gracias a dios cada vez vamos siendo un poco más visibles y se nos tiene más en cuenta.
“ Nos han dejado de lado, se nos ha escondido ”
(I.N.): La realidad es que no ha interesado en exceso. No es algo que haya sido prioritario para nadie. Si se ha dado ahora este debate es porque ha habido una serie de colectivos y asociaciones que realmente han podido incidir políticamente. Pero no es algo que motu proprio se les haya ocurrido a los políticos. En todo caso, lo importante no es tanto cómo se les llame a las cosas, que también, sino las acciones que se lleven a cabo. El 10 por ciento de la población tiene algún tipo de discapacidad reconocida, pero siendo una minoría tan grande no tenemos una ventajosa posición de lobby como puede ser la de las personas mayores.
¿Cuáles son en la actualidad las principales situaciones de discriminación que se dan hacia las personas con discapacidad?
-(B.E.P.): Una de las cuestiones más importantes tiene que ver con la accesibilidad y la forma en la que podemos acceder a todo tipo de espacios y lugares: locales comerciales y de ocio, en el trabajo… Necesitamos que no se nos pongan barreras físicas y que nos garanticen todos los accesos para poder tener una participación plena.
“ ”
(I.N.): Los derechos humanos no se cumplen al 100% si la accesibilidad no está garantizada para todas las personas del colectivo. Pero es que las barreras físicas son una proyección mental de una cuestión aún más importante: la barrera mental. No se nos reconoce como personas de pleno derecho. Eso nos lleva a que haya unos incumplimientos continuos y sistemáticos en todos los ámbitos. En materia de empleo, por ejemplo, lo que lleva a una exclusión material por no poder contar con ingresos suficientes; en el acceso a la vivienda, que es otro derecho fundamental; en parte, en la salud; y también en el ocio.
En el comunicado que emitieron el pasado 3 de diciembre en el Día Europeo e Internacional de las Personas con Discapacidad, incidían en el derecho a disfrutar de una “vivienda digna, adecuada y accesible”.
-(I.N.): Poder acceder a una vivienda es lo primero. Y en estos momentos, ya se sabe que para el conjunto de la población se ha convertido en un asunto muy complicado. Para las personas del colectivo la situación se agrava por sus condiciones físicas y la necesidad de que el diseño de las viviendas cumpla con unos requisitos mínimos y unas condiciones de accesibilidad. No se trata tanto de que las casas tengan una tipología específica, sino de abordar un diseño universal en el que todo el mundo tenga cabida. Hay que dar un paso hacia delante y crecer en amplitud de miras: si el actual parque de viviendas tuviera un mínimo exigible, cualquier persona podría habitar en estos pisos. Pero esto no es nada fácil.
Y menos con las dificultades que padecen las personas con discapacidad para poder entrar en el mercado laboral…
-(I.N.): Mucha gente tiene verdaderas dificultades para acceder a un empleo por las barreras mentales que antes comentaba. Esto se plasma en una falta de conocimiento y en unos prejuicios que llevan a pensar que no podemos cumplir con las tareas asignadas de manera eficiente.
También trabajan para que todas las mujeres con discapacidad puedan tener una “vida libre de violencia”. ¿Se ha invisibilizado o aislado la violencia machista que viven estas mujeres?
-(B.E.P.): Sí, porque dentro de las estadísticas casi siempre se invisibiliza la variable de las mujeres con discapacidad. En mi opinión, se da de igual manera o incluso puede ser hasta más grave porque las mujeres casi siempre dependen de los cuidados de la persona que tienen a su lado. Somos más vulnerables. Así que hemos reclamado (a las instituciones) que se nos tenga en cuenta a la hora de elaborar sus informes, para que sepamos cuál es exactamente la situación. Es necesario conocer todos los datos.
(I.N.): Al no disponer de esa información, nos hace sospechar que tiene un peso mayor. Pero no lo sabemos con certeza. También hay que tener en cuenta que, históricamente, la mujer con discapacidad ha estado sometida, por lo general, al resto de figuras masculinas de su entorno; sea su padre, hermanos, una pareja…
También reivindican un “enfoque inclusivo” de las políticas turísticas. ¿En qué consiste?
-(B.E.P.): Es una situación que vivimos como muchas otras barreras de nuestro entorno. Vas callejeando y te encuentras con bordillos superaltos; o entras a una tienda y hay un escalón que te impide el acceso. En este caso, se le suma el viaje en avión, tren o autobús, que tiene que responder a un diseño universal.
(I.N.): No le vamos a pedir peras al olmo, pero se deberían realizar ciertos ajustes. Cuando hablamos de enfoque inclusivo en el turismo, no es más que se pueda garantizar que todos los bienes y servicios sean disfrutables para todas las personas. En este caso, en el desplazamiento, el alojamiento y las actividades que podamos realizar en el lugar de destino. Como receptores del turismo, nos ocurre tres cuartos de lo mismo: hay que tener en cuenta a las personas turistas con discapacidad. En Vitoria-Gasteiz, por ejemplo, las rampas mecánicas del Casco Viejo se vendieron como elementos de accesibilidad, pero en realidad no lo son.
Califican al ayuntamiento gasteiztarra como “capacitista”. ¿Cuál sería la medida más urgente que debería tomar el consistorio para terminar con la discriminación que sufren?
-(I.N.): La medida más importante es que de una vez por todas el ayuntamiento estuviese dispuesto a ejecutar la Ley de Accesibilidad en todas sus actuaciones. Es una norma del año 99 en la que siempre nos dicen que hay que ir poco a poco. Pero pasados ya 25 años no se puede ir poco a poco. Quizás sí en el 2000, 2001, 2002… A estas alturas no. El ayuntamiento y sus departamentos deben asumir que en cualquier actuación que realicen, todas sus acciones y medidas, deben tener en cuenta los criterios de accesibilidad universal. Pedimos simplemente que se cumpla la norma.
La metáfora del semáforo contra la violencia machista
Eginaren eginez forma parte de la asociación Elkartean, la entidad referente de las personas con discapacidad en Euskadi y que aglutina “a más de 16.000 personas asociadas”. En una de sus acciones conjuntas, Elkartean lanzó una campaña de sensibilización en los territorios de Gipuzkoa, Bizkaia y Araba para que “las mujeres con discapacidad puedan identificar las situaciones de violencia machista a las que se enfrentan”. En el folleto informativo, llamaba la atención la inclusión de un semáforo con los colores verde, naranja y rojo, “precisamente, para tener en cuenta y hacer visible la manera en que las mujeres con discapacidad podemos sufrir agresiones sexuales”, explica Blanca Esther Pinedo.
“El semáforo sobre violencia machista ayuda a identificar diferentes situaciones y podría ser aplicable a cualquier mujer”, añade Igor Nabarro. De este modo, el color rojo indica que se está “en una situación de violencia machista en cualquiera de sus formas”; cuando se pasa al naranja, se comienzan a dar los primeros pasos para “reconocerse como mujer que se enfrenta la violencia”; y el verde se activaría con la llegada de un contexto sin violencia. “Lo que más nos llama la atención”, alerta Nabarro, “es que hay mujeres que ni siquiera reconocen ciertas actitudes como violentas, porque las tienen totalmente normalizadas y asimiladas en su día a día”.