Más de uno de cada cuatro adolescentes ha recibido alguna vez fotos íntimas sin consentimiento en el Estado. Un porcentaje que asciende hasta el 30% en el caso de los chicos.
Son datos arrojados por un estudio realizado por las investigadoras de la Universidad de Sevilla Mónica Ojeda y Rosario del Rey, que apuntan a que aunque el sexting puede ser una herramienta positiva en muchas ocasiones, hay datos preocupantes.
Según explican, a pesar de que el uso de esta herramienta por parte de los más jóvenes no es predominante, hay datos que evidencian su mal uso, y se ve agravada por quedar fuera del control de la población adulta, ya que se esconde en la esfera privada de redes como el Whatsapp.
Y es que uno de los datos que destacan, es que el 9,3% de los jóvenes reenvían este tipo de contenido sin el consentimiento de otras personas. Asimismo, aseguran que han observado que el 21,2% “recibe este tipo de contenidos, por ejemplo, de su pareja o compañero íntimo, pero el 28,4% recibe contenidos sin consentimiento de otras personas”. Pero el problema no reside solamente ahí.
8,4% de los adolescentes envía contenido íntimo propio a otras personas. Por eso, como destaca Mónica Ojeda, aunque “nos llevamos las manos a la cabeza” con los adolescentes, el sexting es una práctica que va aumentando a medida que la población va creciendo. Es decir, es porcentaje es muy superior en los adultos.
Como subraya Ojeda, el envío de fotos o vídeos íntimos debe ser “consensuado y libre, con decisiones que tomamos de forma individual”. Y en muchas ocasiones es la presión social la que empuja a los adolescentes a enviar las fotos. “Creen que es lo que se espera de ellos. Y piensan: si no lo hago es porque soy una estrecha, si no lo hago es porque no tengo chica... no es solo la coacción y amenaza, es el sentimiento de sentirme presionado por lo que creo que los demás esperan de mi”, explican.
De hecho, según las investigadoras el envío de fotos íntimas se ha convertido en una “prueba de amor” entre los adolescentes, una forma de expresar que confían en la otra persona.
¿Pero se juzga de la misma forma a una mujer que ha mandado fotos íntimas o a un hombre? La respuesta de las investigadoras es clara: No. Y Ojeda define este fenómeno como doble estándar sexual. “Cuando recibes el vídeo de una chica la criminalizas. Sin embargo, con el de un chico como mucho piensas que es un creído o incluso tiene consecuencias positivas”.
Así, destaca que las consecuencias que sufren unos y otros son distintas, “a las chicas se les juzga mas duramente por los mismos comportamientos que a los chicos”. Además, destacan que se tiende más a enjuiciar la persona que sale en los vídeos o fotos que a la persona que los reenvía.
Así las cosas, según apunta Ojeda, “saber hacer un buen eso del internet y la tecnología es todavía una tarea pendiente que tenemos, y saber convivir, o aprender a relacionarnos con otros en internet es uno de los grandes retos”.
Y precisamente por esa línea, la ley del Solo sí es sí pone el foco en las nuevas generaciones, haciendo hincapié en la prevención y sensibilización de los más jóvenes desde edades muy tempranas, haciendo especial hincapié en las nuevas tecnologías, con el objetivo de prevenir las violencias sexuales. Además, la educación sexual, igualdad de género y educación sexo-afectiva será clave en todo el sistema educativo.