Concluye 2022 y es turno de hacer balance. Concretamente, en lo que respecta a la afección sobre el arte e industrias culturales y de las industrias creativas a raíz de la pandemia del covid-19. No en vano, el fin de la emergencia sanitaria llegó el 11 de febrero de este mismo año, momento en el que la mayoría de los sectores comenzaron a respirar. No obstante, la mayoría, sino todas, las instituciones vascas reconocen que aún queda camino por recorrer en el camino de la recuperación.
El Observatorio Vasco de la Cultura lleva desde el inicio del confinamiento estudiando el impacto de la pandemia en las áreas que lo ocupan. Entre las conclusiones principales del último informe del observatorio, publicado en septiembre de este año, se desprende que un 4,5% de los agentes de las artes e industrias culturales tuvo que cerrar su actividad –o previó hacerlo en el momento del estudio– frente a un 50% que adaptó su funcionamiento a la situación y las medidas de cada oleada y a un 34,8% que afirmó mantener un nivel de funcionamiento “normal o bastante normal” a pesar de la pandemia. Las actividades que tuvieron que bajar la persiana se centraron en el sector del libro y de la música, según se desprende del análisis que contó con una muestra de 1055 agentes, 701 provenientes de las artes e industrias culturales y 354, de las industrias creativas.
En lo que se refiere a este segundo grupo, en el que se aglutinan disciplinas como la arquitectura, la moda la publicidad y el diseño, entre otras, el 2,8% de los encuestados –relacionados, principalmente, con las industrias de la lengua y los videojuegos– se vio abocado al cierre, mientras que el 45,1% demostró capacidad de resiliencia y un 42,3% pudo desarrollar su día a día con relativa normalidad.
Entre las medidas adoptadas por los agentes que sí pudieron hacer frente a la pandemia, los agentes vinculados a las artes escénicas y visuales, y a las industrias del libro, música y audiovisuales dieron prioridad a la digitalización de sus ofertas, mientras que en el sector de las industrias creativas la medida estrella fue la de adaptar los procesos productivos al teletrabajo.
Condicionantes
A su vez, esta encuesta también pone el foco sobre aquellos factores que, a juicio de los agentes, condicionaron su actividad durante 2021. En el sector de las artes y las industrias creativas el principal obstáculo fue la rigidez de las medidas sanitarias de higiene y de seguridad que limitaron su práctica, mientras que en las industrias creativas lo que más les preocupó fue el peso de los gastos fijos de personal y estructura. En ambos casos la falta de respuesta de público también aparece entre las principales preocupaciones.
Otro de los aspectos que condicionó la actividad tuvo que ver con el acceso a las ayudas públicas. Aunque el Gobierno Vasco destinó 13,6 millones de euros “a mitigar el impacto de la crisis en el tejido profesional de la cultura” –6,3 millones– y a “reactivar la programación de los teatros y de las salas de conciertos y de cine” –4,9 millones–, muchos agentes tuvieron problemas a la hora de solicitar las ayudas debido a la dificultad añadida que suponía justificar sus ingresos, al ser “irregulares, estacionales y/o escasos”. Esto hizo que “gran parte del universo potencial ni siquiera se presentase”. “Más que un problema de solicitudes denegadas, la cuestión de fondo fue que parte importante del tejido cultural y creativo quedó en la zona de sombra de las ayudas”, señala el estudio.
Público
Otro de los aspectos en los que incide el informe del Observatorio Vasco de la Cultura es el de la respuesta del público al consumo cultural en vivo. Un reciente estudio publicado por la SGAE revelaba que aunque la asistencia de público en 2022 había aumentado un 50% con respecto a 2020, los datos quedaban lejos de las cifras de 2019. El porcentaje de público en comparación con hace tres años es 60 puntos menor, según recoge el Anuario SGAE 2022 de las Artes Escénicas Musical y Audiovisuales.
Asimismo, el estudio de la agencia dependiente del Gobierno Vasco apunta hacia “cierta recuperación” de la participación receptiva –el consumo cultural pasivo de actividades en vivo–, pero queda “lejos aún de los niveles previos a la crisis”.