Santiago Martínez Martínez llegó el 20 de febrero de 2021 sobre las 12 de la mañana a la comisaría de la Policía Foral de Estella a 50 kilómetros del lugar de la agresión. Antes de llegar allí no quiso acudir -o no reparó en ello- a los cuarteles de Guardia Civil de su propio pueblo (que está a 100 metros del lugar de los hechos), de San Adrián, de Lodosa o de Lerín... Aparcó el coche a unos 100 metros de la entrada en el parking público de los juzgados de Estella, sin estacionarlo de urgencia de mala manera ni en doble fila. Iba aseado, con un chándal, peinado, con las manos lavadas pero con alguna mota de sangre. Llevaba las gafas en un bolsillo y los calcetines en otro. Entró por la puerta principal, el agente que le atendió en la entrada le saludó: "Buenos días". Él respondió. "He matado a mi mujer". El policía, alarmado por el hecho narrado, le preguntó: ¿Cómo dice?". Y él insistió: "Creo que he matado a mi mujer. Le he pegado en la cara y la cabeza repetidas veces y he parado cuando me he dado cuenta de lo que estaba haciendo. No quería hacerlo, ella me insultaba, yo no soy así, soy una buena persona", recordó ayer el policía, en la segunda sesión del juicio por el intento de asesinato de Ana Delgado en Azagra, haberle escuchado al encausado.
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Semejantes expresiones evidencian las incontables excusas que ha buscado Martínez a lo largo de este tiempo para justificar lo que hizo. Al parecer, según sus psiquiatras, que definieron su conducta como propia de un narcisista y obsesivo, esa justificación y esa ausencia de culpabilidad (ni ha pedido perdón en todo el juicio) es propia de su personalidad. El agente de Estella, a continuación, buscó obtener más datos del allí presente. ¿De dónde es usted? ¿Dónde vive? En Azagra, en la avenida Diputación. "Creo que podrán entrar en la vivienda porque he dejado la puerta del garaje un poco levantada", añadió.