En su literatura, y también en su poesía, la música siempre es un eco de sus palabras. Ahora, Manuel Vilas (Barbastro, 1962) ha vuelto a las librerías con Nosotros, la novela que le ha traído consigo el premio Nadal y con la que ya está cosechando grandes éxitos, una oda al amor y lo que trae consigo su irreparable pérdida.
¿Recuerda el primer libro que leyó?
Fue un libro de cuentos de Pío Baroja.
Un buen comienzo.
Sí, eso fue lo primero que leí. Luego leí una novela de Hermann Hesse, y luego ya empecé a leer más novelas, y poesía.
Y, ¿qué le dio las alas para querer escribir? ¿Fue la lectura de todos esos libros?
A mí lo que me gustaba era el rock and roll. Me fascinaba la música rock. Era un fan de muchos cantantes, sobre todo de Lou Reed, del que escribí un libro. Y, como vi que no tenía ningún talento de cantante ni de guitarrista, empecé a leer literatura, y vi que la literatura también tenía una fuerza, una energía, importante para contar la vida. Y empecé a hacerme adicto a la lectura, y empecé a escribir.
Con esa pasión por el rock and roll tan presente, ¿escucha música mientras escribe?
Sí. Yo soy melómano en general. Digamos que me formé sentimentalmente, o crecí sentimentalmente, con el rock and roll, pero me gusta la música clásica, me gustan los boleros como el que abre la novela, la música popular, el folclore, el jazz... Me gusta toda la música, aunque hay una que no, que es el reguetón. Con esa no puedo.
Ahora llega precisamente a las librerías con Nosotros, y arranca precisamente con un bolero. ¿Por qué escogió un bolero?
Los boleros cuentan historias de amor desgarradas, muy intensas, muy apasionadas, y yo los oía de crío y me resultaban enigmáticos. Recuerdo haber visto a mis padres bailar boleros, y tenía como una imagen muy idealizada del bolero. Y luego el título de este bolero en concreto, Nosotros, me pareció que era un buen título de novela, porque yo creo que lo que hacemos los seres humanos en esta vida es construir un nosotros. Somos niños, y hasta los doce o trece años estamos bajo la identidad de nuestros padres. La adolescencia es darte cuenta de que eres un yo. Este es el gran trauma del adolescente, descubrir que soy yo, no son mis padres, y tengo una imagen ante el mundo; esta es la crisis del adolescente. Y de ahí el yo pasa a construir un nosotros, un grupo de amigos, una novia o un novio, un equipo de fútbol... Lo que sea, pero un nosotros. Y luego ya, en la edad adulta, una familia, una pareja, un matrimonio o lo que sea, pero construir una vida en plural, una primera persona del plural. Eso es la vida.
De todos modos, aunque lo que ahora presenta es una novela, no puede nunca despegarse de la poesía, ¿verdad? Es algo que siempre viaja con usted.
Sí. La poesía, tal como yo la concibo, es una mirada en el límite de las cosas, intentando averiguar qué son las cosas. Y un cuidado con el lenguaje, una forma expresiva muy formalizada y detallada.
En esta novela narra la historia de Irene y Marcelo, su historia de amor. ¿Bebe de alguna anécdota, de algo que haya escuchado? ¿Tiene algo de real lo que cuenta?
No. De preocupación real sí. Pero no. Yo quería plantearle al lector la posibilidad de si existe o no existe una historia de amor perfecta. Irene cree que ella la ha vivido, y que ella y su marido Marcelo fueron depositarios de un prodigio, que la naturaleza cada cierto tiempo manda a los seres humanos un prodigio y ellos fueron depositarios del prodigio de vivir 20 años de amor en los que hacían el amor todos los días, y todos los días eran motivo de plenitud, felicidad y alegría porque estaban enamorados, así veinte años. Muchos lectores se cabrean con esto, porque dicen que es mentira. Luego la novela va avanzando hacia otros territorios, y hay muchos lectores que a lo mejor todavía no han pasado de la mitad y no van viendo cómo la novela se va a deslizar hacia el giro de guion que hay a las tres cuartas partes de la novela. Pero sí quería dibujar esa utopía, para que el lector dialogara con ella, tanto para decir que no, como para decir que sí. Es evidente que la mayoría dice que no, pero ese decir que no es un poco incómodo, porque probablemente mucha gente lleva relaciones matrimoniales de larga duración. E Irene dice que si no hay placer en el amor, ese amor cojea. Ella dice que los fundamentos del amor son la lealtad, la complicidad, la vida en común, ser dos frente al mundo... Pero todo eso, si no hay placer, se viene abajo. Eso es lo que la novela acaba diciendo.
Hablaba antes de construir ese nosotros. ¿Siente que hay alguna clave para construir ese refugio?
Yo creo que los seres humanos gastan muchas energías en solucionar este problema. No hay una fórmula para todo el mundo. Ahora bien, la novela sí que quiere recordar que el amor es el tema fundamental de la vida.
Irene, cuando pierde a Marcelo, siente que nunca más va a poder amar de la misma manera. ¿Usted cree que ese primer amor es tan fuerte que ya no va a haber uno como el primero?
Claro, es que ese hombre vivía para ella. Cuando ella no sabía si quería tomar un café con leche o un cortado, él decidía lo que quería. Cuando iban a un hotel y había cinco almohadas, él sabía cuál era la mejor almohada para ella. Era un hombre que la conocía, y conocía sus defectos, y la seguía amando. Esto quien lo ha vivido es evidente que ha tenido mucha suerte en la vida. El problema es que a veces eso no va acompañado del erotismo.
¿Qué sensaciones van a recibir los lectores al leer Nosotros? Porque entiendo que dependerá del momento en el que lo estén leyendo, de su situación emocional.
Sin duda. Esto es fundamental. Tengo lectores que, según el momento en el que están, tienen una relación u otra con esta mujer. Es muy divertido también, y es muy normal. Pero eso está bien, porque quiere decir que tanto para empatizar con ella como para no empatizar, la novela no les está dejando indiferentes. Yo pensé en el lector como un voyeur de la intimidad, las fantasías e incluso los delirios de Irene, de esta mujer que es una gran seductora que tiene un lado perverso también, oscuro, en su vida. Que a veces puede parecer incluso moralmente mala.
Esta novela ha traído además consigo el premio Nadal. ¿Ha sido algo esperado?
Es un premio con el que estoy muy contento, pero también es un premio de mucha responsabilidad, porque las personas que lo han ganado son historia viva de la literatura española. Entonces, tienes la responsabilidad de estar a la altura y de no decepcionar a tus lectores.
Y el futuro, ¿qué le depara? ¿Seguiremos teniendo nuevos libros suyos?
Sí, yo ahora estoy escribiendo otro libro. Yo es lo único que sé hacer, escribir. Además, a un escritor lo peor que le puede pasar es no escribir. Esto es lo peor, el veneno para un escritor. Mientras tiene cosas que escribir está bien.