Considerado uno de los escritores más afilados de la literatura argentina contemporánea, Juan José Becerra nos sumerge en Amor. Se trata de una novela ambientada en el próximo siglo y en la que este sentimiento ya no existe, por lo que el autor no duda, con su mirada implacable sobre el mundo que habitamos, a la hora de despojarlo de su idealización para mostrarlo en toda su crudeza y con todas sus contradicciones.
El contexto futurista de Amor coloca al lector en un siglo XXII donde el amor ya no existe. ¿Qué aspectos del presente le hicieron pensar que el amor podría desaparecer en algún momento?
En realidad no son aspectos del presente los que me hacen pensar eso, son aspectos históricos. La pregunta sería: “¿Qué no va a desaparecer?”. Es cierto que yo me anticipo un poco a la hora de hacer algunas consideraciones futuristas, pero a una pequeñísima escala. Incluso parece futurista la época en la que vivimos, tiene un principio de realidad bastante concreto. Lo que veo como espectador del amor, y a veces como protagonista, es que hay un desplazamiento de las prestaciones del amor. En todo caso, del amor romántico, que es el que inspira a los hombres y a las mujeres, además de al cine, a la literatura o a la mitología. Veo que cada vez hay más dificultad para entregar. Como cualquier relación implica una inversión de riesgo. Es un intercambio que, en esta actualidad, se enfrenta a un neonarcisismo que ni siquiera busca querer gustarle a alguien, sino querer gustarse a uno mismo. Ahí empieza a ser caro el amor, cuando uno tiene que entregar. Por eso creo que estamos bastante cerca de algún tipo de modificación, que no va a ser la última, y, por supuesto, no es la primera.
Entonces, el hecho de que los personajes se enamoren en un mundo sin amor, ¿refleja una postura más esperanzadora o es también una crítica hacia las expectativas amorosas?
El amor es una estafa piramidal, un esquema Ponzi. Quiero decir, hay una inversión de todo lo que uno tiene y los intereses son altísimos. Si funciona la pirámide uno va sacando los intereses, pero después uno no puede retirar el capital inicial. Y está muy bien que sea así, porque no es un negocio. Lo digo en el mejor sentido, es una estafa piramidal a la que uno va con gusto y de la que debe retirarse con gusto también, que es un poco el drama, ¿no? Saber cuándo hacerlo, igual...
La novela plantea la pregunta de si el amor es una construcción cultural o una esencia humana...
Es un invento histórico que debe tener dos mil años. Me da la sensación de que la literatura aportó muchísimo a esa cultura. Fíjate que cuando alguien se enamora, no sé si a vos te debe de haber pasado también, porque le pasa a todos, hay un repertorio o una agenda. El viaje, la cena, la presentación de la familia, la convivencia... El resultado es que está escrito y es extraordinario seguir esa letra. Para mí estos personajes son como unos punks del amor. Necesitan hacer de su amor una especie de obra de arte. Viven de momentos únicos, de la calle, son como homeless del amor... Por lo general nunca duermen juntos, arman una agenda de cosas que van a hacer por primera y única vez, y ellos creen que eso los vuelve diferentes.

Juan José Becerra es considerado como uno de los escritores más afilados de la literatura argentina contemporánea.
Si en un futuro el amor fuera redescubierto a través de su novela, ¿qué cree que aprenderían los lectores del siguiente siglo sobre nuestra forma de relacionarnos?
Es buenísima esa pregunta, porque me da para especular. Dentro de cien años el amor no existe más y alguien cuenta su historia de hace cien años y resulta que se pone de moda. Es obvio que la historia funciona por ciclos, capaz que los desamorados del siglo XXII dicen que estaba bueno el siglo XXI y así hasta llegar al amor cortés de la época medieval...
En esta obra se despliega una oralidad que conecta al lector con lo cotidiano y reflexivo. ¿Qué papel tiene el humor en esa exploración del amor y la memoria?
Para mí el humor es fundamental, para que yo no me aburra mientras escribo y para quitarle importancia a lo que hago. Me parece que la solemnidad en la escritura es como un implante de cancillería en un arte que debería ejercerse con libertad. Y si se ejerce con libertad, se ejerce con todas las posibilidades que uno tiene. El humor es rarísimo. Soy una persona que escribe novelas, el fundador de todo esto es Cervantes y el humor era un valor de prestigio cuando él escribió eso. Hay una literatura de solemnidad bastante masiva que a mí me resulta muy incómoda y pesada de escribir. Por otro lado, la vida es comedia, ¿no? Más liviana. El amor romántico también tiene una vocación oscura de Shakespeare, pero también tiene mucho humor, no su humor, mucho humor. Se ha rescatado la parte más dramática. Yo prefiero entender las relaciones personales y las de amor como una comedia.