A la tercera, la vencida. El azul Amorebieta vuelve a ocupar un lugar en la paleta de colores de LaLiga SmartBank, a la que retorna el conjunto zornotzarra doce meses después y lo hace por la puerta grande, pese a que el alirón se la ha resistido en las dos jornadas anteriores, en las que quizá le penalizó ese punto de ansiedad que le ha obligado a certificar el ascenso en la ultima oportunidad de la que disponía. Al colectivo de Haritz Mujika le servía sumar un punto en Lezama ante el Bilbao Athletic para hacer valer su renta sobre el Eldense, que ganó en Murcia con el suspense que supuso, y fue suficiente para hacer más historia, para poner la guinda a una temporada sobresaliente, para reivindicar una causa y para que una localidad de 19.000 habitantes se sienta orgullosa. El Amorebieta sufrió, acorde a su genética, porque desaprovechó sus ocasiones en el segundo acto, pero la felicidad estaba escrita de antemano. El Amorebieta es de Segunda.
La historia aguardaba al Amorebieta, que ya tiene la fecha del 27 de mayo de 2023 inscrita con letras de oro en su álbum y que se suma a la del 23 de mayo de 2021, cuando hizo añicos todas las previsiones en el llamado Viverazo con su primer ascenso a la categoría de plata. Entonces, al conjunto azul le sorprendió incluso a sí miso aquella hazaña, sobre todo porque no entraba en sus cálculos. Fue el triunfo del humilde, el del tapado. Jugó a su favor el factor sorpresa, esa falta de presión que, se quiera o no, libera a un equipo en el verde. En esta ocasión, el ascenso a Segunda División se ha gestado a cámara lenta, sabedores los azules de que tenía que llegar tarde o temprano. No lo celebraron en Logroño, primero, y en Urritxe, después, con esas dosis de angustia que generan semejantes desperdicios, pero ya no podían fallar en Lezama, que, como sucediera el curso pasado, volverá a convertirse en su guarida en su segunda andadura en el fútbol profesional. El colectivo zornotzarra no falló.
El encuentro y el momento, además, ofrecían su punto de morbo. El Bilbao Athletic, descendido cuatro semanas atrás, no tenía nada en juego salvo el manido honor y debía ejercer como invitado a la fiesta, aunque a 800 kilómetros de distancia ya se habían encargado de difundir durante días un supuesto pacto de no agresión. Es decir, enredar cuando no se ha conseguido el objetivo por méritos propios. Más allá de acusaciones, lo cierto es que el filial rojiblanco, en lo que suponía el último partido de Álex Pallarés al frente de los cachorros, puso en liza un once donde llamó la atención en el mismo la ausencia de Urko Izeta, su delantero referencia y que llegó a Lezama en el mercado invernal procedente curiosamente del Amorebieta. Quizá se trataba de quitar un marrón al guipuzocano por si le chafaba la fiesta a su exequipo en lo que es su primera suplencia desde que ejerce como rojiblanco. No fue el único damnificado en la despedida del técnico catalán, que también prescindió de inicio de habituales como Jauregizar o Duñabeitia, para apostar por el veterano Sillero en el eje defensivo e Iñigo López, recuperado del Arenas, como punta. Haritz Mujika también quiso innovar o apostar por una idea acorde al partido que esperaba. Dio la titularidad al capitán Iker Seguín y a Julen Jon, una de las sensaciones mediáticas por ser hijo de quien es, en detrimento de Toni Herrero y Dorrio, pero mantuvo el núcleo duro de las jornadas precedentes.
El partido ofrecía cierta trampa para un Amorebieta que no se sintió suelto en el primer acto, incluso asomó una inesperada tensión que le perjudicó en su fútbol, todo lo contrario que el filial rojiblanco, más cómodo a la hora de intentar cosas. Es lo que tiene jugárselo todo y no jugarse nada. Así las cosas, el pragmatismo se impuso, con un conjunto azul trabado, preocupado en no encajar y que solo inquietó a Padilla en una contra de Rayco que este culminó con un golpeo que se le fue por poco. Se quedó en un espejismo, tanto que hasta la hora de entrar en vestuarios no hubo más rastro ofensivo de los de Mujika, con un Jauregi, su pichichi, desconocido, un Julen Jon intrascendente y con una medular que no conseguía hilvanar, ni asociarse con la gente de arriba. El Bilbao Athletic, en cambio, tuvo más posesión e hizo trabajar a Jonmi Magunagotia con los disparos de Luis Bilbao e Iñigo López, que tuvo que despejar el meta zornotzarra. El espectador imparcial se debería sentir despistado, incapaz de reconocer quién era el lider y quién el colista. La fiesta estaba en las gradas y el foco también se ponía en Murcia, cuando se adelantó el Eldense para pesar de la parroquia azul, aunque después el equipo pimentonero firmó el 1-1, una buena noticia cuando en el césped el Amorebieta transmitía tan poco.
La realidad proyectaba a un Amorebieta timorato, como agarrotado, lo que no es buen síntoma para hacer creíble su fútbol. Por ello, Haritz Mujika debía hacer terapia en la caseta, como reclamo para que sus pupilos jugaran a otra cosa, que fueran fieles a la idea que les había llevado a consumar una segunda vuelta de ensueño y encaramarse a lo más alto para ya no bajarse de las nubes. La charla, junto a las sustituciones, tuvieron su efecto, por lo menos en lo que se refiere a la mejoría, solo la justa, en el fútbol de los azules, que asumieron el dominio territorial ante un Bilbao Athletic que perdió punch y dejó hacer a un Amorebieta más incisivo en los costados con Buján y Dorrio. No llegaron los goles, pero ello no evita que el azul vuelva a brillar en LaLiga SmartBank.