¿Quién es Elena Ferrante? Detrás de este seudónimo se esconde el misterio de una escritora de extremada sensibilidad que ha retratado con realismo y dulzura la tragedia de las mujeres de Nápoles y su sociedad. ¿Es la traductora Anita Raja? Eso dicen, pero mejor que se mantenga el enigma de esta novelista que nos ha regalado, entre otras historias, la tetralogía de Las dos amigas y, recientemente, La vida mentirosa de los adultos, que ya está en cartel por Netflix. Y es probable que en breve veamos, tras el corte salvaje de la pandemia, la última temporada de esa formidable serie de amistad y lucha entre Lenù y Lila. Y todo para que sea este el año Ferrante, cuando la humanidad se miró a sí misma con delicadeza, pero sin engaño. La vida mentirosa de los adultos son muchas cosas a la vez. Es algo así como un ensayo sobre la dualidad humana, riqueza frente a pobreza, saber contra ignorancia, amor y odio, izquierda y derecha, fe y escepticismo, mujeres contra hombres; pero sobre todo es el choque de la verdad contra la mentira. Estamos en los 90 y es la historia de la adolescente Giovanna, de padres comunistas aunque burgueses, aficionada al breakdance y gran lectora, que se masturba y cuya vida cambia tras conocer a su tía Vittoria en una zona degradada de la ciudad. La franqueza de esta mujer libera a Giovanna de su ingenuidad frente al cinismo de su familia. Es una producción muy italiana en estética y relato, con esa capacidad que poseen los transalpinos de fundir su sentido de la realidad con la poesía. Todo se resume en la escena final, previa a la sórdida pérdida de virginidad de la chica, cuando esta pregunta a su tía: “¿Por qué me cuentas mentiras?”. La respuesta es brutal: “Porque son bonitas”. Ferrante viene a plantearnos que, desde el amor y la belleza, se puede ser misterioso y verdadero.
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