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Las Navidades llevan a muchas ciudades a destinar una importante cantidad de dinero y casi a iniciar una competición para ver cuál tiene las mejores luces, el árbol más grande o el Belén más numeroso. Tanto es así que en unos pocos años Vigo ha conseguido que se relacione a su ciudad directamente con la Navidad al apostar su alcalde, Abel Caballero, por contar con las mejores luces navideñas del mundo. Y que haya convertido a su ciudad como un apreciado destino turístico en estas fechas.
El árbol de Navidad más pequeño
Sin salir de la provincia de Pontevedra, no todas las localidades presumen de tener los más grandes adornos navideños; hay una que se ha hecho popular en los últimos días justo por lo contrario: contar con el árbol de Navidad más pequeño del mundo. Se trata de Vilagarcía de Arousa y su pino es real pero es imposible hacerse un selfie junto a él y que se vea bien en la foto.
Porque el árbol en cuestión mide diez micrometros, una medida minúscula. Para hacerse una idea de su tamaño hay que pensar que es diez veces más pequeño que el diámetro de un pelo humano. Es decir, que sólo se puede observar con microscopio.
De Vilagarcía a Maastricht
El origen de este árbol es curioso. El año pasado una artesana del pueblo, Marián García, sorprendió al crear un árbol de Navidad de tan sólo dos centímetros y con tres luces led. Su logro llegó hace unos días al laboratorio MERLN de Maastricht (Países Bajos) al relatarlo uno de sus científicos, el también gallego (de Santiago de Compostela) Adrián Seijas, en la comida de Navidad que celebraron en un restaurante con compañeros de muchas nacionalidades.
El santiagués y una compañera se propusieron como reto crear un árbol navideño más pequeño que el de Marián García. Tan pequeño que sería microscópico. En la propia mesa del restaurante lo diseñaron en un ordenador portátil: tendría decoración, con su estrella, bolas y demás adornos.
Los dos juntos
Y no lo dejaron para otro día. Al terminar la comida se dirigieron al laboratorio y entraron en la Clean Room (habitación limpia), en la que no hay ni la más mínima partícula de polvo en el aire, se pusieron los trajes especiales y en dos minutos ya tenían listo el árbol gracias a la máquina de polimerización por dos fotones.
Tras comprobar con el microscopio que el resultado era el esperado, Seijas se puso en contacto con la asociación vecinal Breogán, del barrio de O Piñeiriño, porque quería que su árbol, el más pequeño del mundo, terminara también en Vilagarcía de Arousa. Y así ha sido, y su minúscula creación lleva ya unos días en la localidad pontevedresa, situado junto al de Marián García, su predecesor y culpable de que un laboratorio neerlandés haya decidido colaborar para que Galicia siga siendo noticia en Navidades.